Algún día, Mariano Rajoy acabará pagando todo el mal
causado, por acción u omisión, a la convivencia entre os catalanes, muchos,
pero no todos, y el resto de los españoles. Lo espero y lo deseo. Del mismo
modo que espero y deseo que algún día los catalanes le quiten la careta a todos
aquellos, especialmente Artur Mas que han hecho otro tanto para tapar sus
vergüenzas y esconder sus más oscuros intereses.
Unos y otro han conseguido que esa fiesta que comenzó siendo
pequeña y clandestina, pero de todos, haya pasado a ser tan multitudinaria como
excluyente. Unos y otro han conseguido que la diada haya dejado de ser la
fiesta de todos los catalanes a ser, para ser la de una mayoría, está por ver
si absoluta, pero no la de todos. La diada que se celebra hoy en Cataluña, con
su gran apoteosis en la Meridiana de Barcelona, es tramposa, porque así lo ha
querido Mas, jugando hábilmente con el calendario y haciéndolo desde su
despacho de la Plaça de Sant Jaume, pese a su gusto por compararse con Luther
King o Mandela, que libraron sus batallas desde la calle y con las manos
desnudas o durante la mayor parte de su vida desde su celda en un penal
sudafricano. Esta diada es tramposa y desearía que fuera la última en serlo.
Mas, el gran tramposo, -enseguida hablo de Rajoy- ha tenido
la habilidad, acrecentada con el control de los medios, de identificar todos
los males de Cataluña con Rajoy o con eso que aviesamente llama Madrid,
incluidos sus recortes, sus copagos, sus despidos y su deterioro de la Sanidad
Pública o de la Educación, mucho más prematuros que en el resto de España,
recortes, privatizaciones y repagos de los medicamentos que emprendió en los
albores de la crisis, nada más llegar al poder, que le costaron escaños y que
decidió diluir en el caldo de la independencia para hacérselos tragar a sus
votantes.
Al mismo tiempo convirtió la independencia en el bálsamo de
Fierabrás que todo lo cura, mejor dicho, curará, incluida su propia corrupción,
quiero decir de su partido, que no es sino un efecto del contagio de la
española y que desaparecerá, dice, cuando se alcance la independencia. Ha sido
tan hábil como para hacer creer a muchos catalanes de buena fe, de esos que no
aspiran a un cargo o a un negocio, que lo de la secesión es cosa de meses,
cuando, en realidad, ha planteado lo que llama "el procés" como un
videojuego interminable, en el que resolver cada pantalla no supone más que
comenzar a jugar otra. Y así, como Pujol,, mientras el cuerpo aguante.
Enfrente de Mas, Rajoy y su partido, que siempre han hecho
del "separatismo" catalán y más desde que ETA dejó de matar, su gran
coartada en las campañas electorales. Rajoy y el PP que siempre se han ofrecido
como garantes de la unidad de España y que, con su torpeza, con su boicot al
cava y al fuet o con sus campaña en contra de aquel estatut que hoy muchos
añoran como la solución que hubiese evitado lo que hoy nos preocupa. Y no sólo
esto, también sus tautologías, sus chistes malos, sus perogrulladas, sus
desprecios, sus silencios, sus tejemanejes con la fiscalía, su ministro del
Interior, sus otros ministros bocazas y todas esas meteduras de pata, pensando,
no en Cataluña o en sus problemas, sino en el rédito electoral que le darían en
la castilla profunda o en el madrid más montaraz.
Toda la vida he estado enamorado de Cataluña y los
catalanes, a los que he llegado a conocer muy bien y con los que ge fraguado
grandes amistades aquí y allá. Pero, siento tener que reconocerlo, últimamente
estoy descubriendo asperezas que nunca imaginé que encontraría Se ha hecho todo
muy mal y lo peor de todo ha sido no permitir que los catalanes se expresasen
en referéndum sobre su futuro.
No hay que ser muy listo para imaginar que, en esa consulta,
con la información y la libertad debidas, el resultado no hubiese sido muy
distinto del referéndum escocés. Una oportunidad perdida que nos deja a unos y
otros más lejos y con más rencor. Una oportunidad perdida, porque cuando el
sentido común, de unos y de otros, se impone al calentón sentimental, todo
funciona mejor. Cuánto me hubiese que Cataluña fuese hoy como Escocia y que,
como allí, "el procés" llevase al entendimiento y el diálogo.
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1 comentario:
El epílogo lo resume perfectamente....
Saludos
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