Es, la de ardor, una palabra que tengo asociada a esa molesta
sensación de la digestión de las comidas apresuradas o a esas fiebres del amor
o la pasión que todo lo nublan e impiden ver las cosas claras y, aun peor,
tomar las decisiones apropiadas. Pero ardor, seguida de guerrero, es la primera
palabra del himno de la Infantería española que, afortunadamente, no recuerdo
si aprendí a cantar y que, juntas, dan título a la magnífica novela con la que
Antonio Muñoz Molina exorciza los peores recuerdos de su mili.
Ardor guerrero debió ser también lo que ayer secuestró el
sentido común y la prudencia del ministro de Defensa y del periodista que, ante
los micrófonos de Radio Nacional, le pregunto por el papel de las fuerzas
armadas españolas en el caso de que el parlamento surgido de las próximas
elecciones catalanas proclamase unilateralmente su independencia de España.
Ministro y presidente hicieron gala de su imprudencia, removiendo fantasmas
que, si pretendían tener efecto disuasorio, más bien lograron lo contrario,
encendiendo todas las alarmas de quienes creemos en la democracia y en el
diálogo,
Hacen mal, uno y otro, en sugerir siquiera el papel
disuasorio del Ejército. Y hacen mal porque todos tenemos en la memoria las
penosas imágenes de los uniformes en el Congreso o, peor aún, la de los tanques
de Milans espantando pájaros y personas por las calles de Valencia en aquel tristísimo
23 de febrero de 1981. O también, por qué no, las de aquella desproporcionada,
por no decir esperpéntica, recuperación del islote de Perejil, ocupado por un
grupo de gendarmes marroquíes prácticamente desarmados.
Menos mal que, en los últimos tiempos, la imagen que los
españoles tienen de sus fuerzas armadas está ligada a las operaciones de
pacificación internacionales o a las eficaces intervenciones de la Unidad
Militar de Emergencias en incendios forestales, terremotos, inundaciones o
cualquier otro desastre natural. A qué viene entonces agitar ese fantasma del
pasado, a qué viene recordarnos que hubo un tiempo en el que las ciudades
españolas estaban llenas de cuarteles dispuestos para sofocar cualquier
aspiración de libertad de sus vecinos.
Mal negocio éste de la disuasión, porque asusta a quienes
sólo queremos vivir en paz y armonía y despierta simétricos ardores en los más
irresponsables de los amenazados. Sin ir más lejos, en el propio Mas que habla
ya de un ejército catalán en su "gira promocional" por lo más granado
de la prensa internacional. Mal negocio todo lo que sea remangarse la camisa y
enseñar los puños al otro, porque, así, las cosas nunca acaban bien. Sólo los
que viven de las guerras y del miedo de los demás sacan partido de estas
situaciones. Y os aseguro que no suelen ser los mejores ni los más justos.
Dejemos que todo se resuelva con palabras, no levantemos
fronteras donde nunca las ha habido ni creemos ejércitos que nunca han
existido. Demos a cada uno aquello a lo que en justicia tiene todo el derecho a
aspirar y dejémonos de amenazas y victimismo. Quizá así sepamos algún día
quienes son realmente Mas y Morenés y quizá así los españoles no catalanes
dejaremos de recibir mensajes aviesos y falsos sobre nuestros vecinos catalanes
que, a su vez, sufren el bombardeo de falsas ideas sobre el resto de los
españoles. Quizá, así, algún día no tenga que dar explicaciones por admirar el
fútbol del Barça, siendo como soy madrileño, Quizá, así, dejen de pitar a Piqué
por haberse atrevido a decir que quiere ser consultado sobre la independencia
de Cataluña,
De momento, señor ministro, el ardor guerreo sobra. Ese
ardor que muestra quien tiene sus espaldas bien cubiertas, incluso si toso, por
su imprudencia manifiesta, se complica.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
1 comentario:
Ciertamente bien analizado...
Saludos
Mark de Zabaleta
Publicar un comentario