miércoles, 9 de septiembre de 2015

ARDOR GUERRERO



Es, la de ardor, una palabra que tengo asociada a esa molesta sensación de la digestión de las comidas apresuradas o a esas fiebres del amor o la pasión que todo lo nublan e impiden ver las cosas claras y, aun peor, tomar las decisiones apropiadas. Pero ardor, seguida de guerrero, es la primera palabra del himno de la Infantería española que, afortunadamente, no recuerdo si aprendí a cantar y que, juntas, dan título a la magnífica novela con la que Antonio Muñoz Molina exorciza los peores recuerdos de su mili.
Ardor guerrero debió ser también lo que ayer secuestró el sentido común y la prudencia del ministro de Defensa y del periodista que, ante los micrófonos de Radio Nacional, le pregunto por el papel de las fuerzas armadas españolas en el caso de que el parlamento surgido de las próximas elecciones catalanas proclamase unilateralmente su independencia de España. Ministro y presidente hicieron gala de su imprudencia, removiendo fantasmas que, si pretendían tener efecto disuasorio, más bien lograron lo contrario, encendiendo todas las alarmas de quienes creemos en la democracia y en el diálogo, 
Hacen mal, uno y otro, en sugerir siquiera el papel disuasorio del Ejército. Y hacen mal porque todos tenemos en la memoria las penosas imágenes de los uniformes en el Congreso o, peor aún, la de los tanques de Milans espantando pájaros y personas por las calles de Valencia en aquel tristísimo 23 de febrero de 1981. O también, por qué no, las de aquella desproporcionada, por no decir esperpéntica, recuperación del islote de Perejil, ocupado por un grupo de gendarmes marroquíes prácticamente desarmados.
Menos mal que, en los últimos tiempos, la imagen que los españoles tienen de sus fuerzas armadas está ligada a las operaciones de pacificación internacionales o a las eficaces intervenciones de la Unidad Militar de Emergencias en incendios forestales, terremotos, inundaciones o cualquier otro desastre natural. A qué viene entonces agitar ese fantasma del pasado, a qué viene recordarnos que hubo un tiempo en el que las ciudades españolas estaban llenas de cuarteles dispuestos para sofocar cualquier aspiración de libertad de sus vecinos.
Mal negocio éste de la disuasión, porque asusta a quienes sólo queremos vivir en paz y armonía y despierta simétricos ardores en los más irresponsables de los amenazados. Sin ir más lejos, en el propio Mas que habla ya de un ejército catalán en su "gira promocional" por lo más granado de la prensa internacional. Mal negocio todo lo que sea remangarse la camisa y enseñar los puños al otro, porque, así, las cosas nunca acaban bien. Sólo los que viven de las guerras y del miedo de los demás sacan partido de estas situaciones. Y os aseguro que no suelen ser los mejores ni los más justos.
Dejemos que todo se resuelva con palabras, no levantemos fronteras donde nunca las ha habido ni creemos ejércitos que nunca han existido. Demos a cada uno aquello a lo que en justicia tiene todo el derecho a aspirar y dejémonos de amenazas y victimismo. Quizá así sepamos algún día quienes son realmente Mas y Morenés y quizá así los españoles no catalanes dejaremos de recibir mensajes aviesos y falsos sobre nuestros vecinos catalanes que, a su vez, sufren el bombardeo de falsas ideas sobre el resto de los españoles. Quizá, así, algún día no tenga que dar explicaciones por admirar el fútbol del Barça, siendo como soy madrileño, Quizá, así, dejen de pitar a Piqué por haberse atrevido a decir que quiere ser consultado sobre la independencia de Cataluña,
De momento, señor ministro, el ardor guerreo sobra. Ese ardor que muestra quien tiene sus espaldas bien cubiertas, incluso si toso, por su imprudencia manifiesta, se complica.


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente bien analizado...

Saludos
Mark de Zabaleta