lunes, 2 de junio de 2014

HACE RATO QUE ESTÁN DESAFINANDO



A la afirmación que da título a esta entrada le sigue en "La banda borracha", la canción de Mike Laure que Luis Aguilé popularizo en Espala, ese pegadizo y obsesivo "lo que pasa es que la banda está borracha”,  uno de los estribillos más repetidos que recuerdo. Y algo de eso debe haber en la política española, porque, la verdad, es que unos y otros, todos, hace tiempo que están desafinando.
Lo ocurrido ayer con el magistrado del  Constitucional Enrique López, metido a martillazos por el PP en el tribunal, después de haber sido vetado por toda la oposición tiene. a la vez, un cierto aroma de justicia poética y una nada despreciable moraleja, muy apropiada, precisamente en estos días en que la DGT ha puesto en marcha una campaña contra el consumo de drogas, el alcohol es una de las más habituales, entre los conductores, porque el señor López, que, supongo que consciente, pese a su estado, de la que se le venía encima, hizo lo imposible para trampear la prueba de alcoholemia, obligando a los agentes a repetirla hasta siete veces, dio finalmente una cifra cuatro veces y media superior a la autorizada que judicialmente se trata como delito, deja antecedentes y, por tanto, conlleva la suspensión de su carrera como juez.
El PP se había empelado en colocarlo en el Constitucional en un momento clave, dadas las deliberaciones que siempre, pero especialmente ahora, debe tomar tan alto tribunal. Se empleó a fondo hasta el punto de cometer la irregularidad de nombrarle pese a no haber completado los años de carrera que requería el cargo, después de haber ejercido como portavoz muy al gusto del PP en el Consejo General del Poder Judicial y ahora, después de tanto esfuerzo en colocar a su peón en el pleno, el Gobierno se ha visto obligado a recomendarle la renuncia, que yo ayer elogié y que, sin embargo, habría sido irremediable en cuanto se pusiese en marcha, qué ironía, la maquinaria judicial.
Estas cosas pasan porque, en este y otros nombramientos, este y otros gobiernos suelen fijarse más en la lealtad o el clientelismo que en la idoneidad para los cargos. Bien es verdad que, al menos en el TC, el PP tiene ya un historial cuando menos pintoresco, con magistrados como el dimisionario López o como el ya desaparecido García Calvo, que fue denunciado por un ciudadano por amenazarle con una pistola en medio de una discusión de Tráfico.
Qué mal se les da, por cierto, eso del tráfico al partido del gobierno y sus amigos, porque, sin prueba de alcoholemia de por medio, el desplante de la presidenta del partido en Madrid, Esperanza Aguirre, a unos agentes de movilidad puso en entredicho hace semanas el escaso respeto que esta señora siente por la autoridad que no controla. No sé si por soberbia o por imprudencia, estos señores hacen muy poco por mejorar el respeto que la ciudadanía debe tener a sus autoridades.
No sé si Enrique López, todo un magistrado del tribunal que supone la última barrera dentro de España en la defensa de los ciudadanos, dijo a los policías que le detuvieron aquello de "no saben ustedes con quién están hablando", ni siquiera sé si se tenía de pie y hablaba con soltura. Lo que sí está claro que esos 1,12 miligramos de alcohol en sangre le nublaron la conciencia tanto como para jugarse la carrera, pero, fundamentalmente, la vida propia y quizá otras ajenas al saltarse un semáforo en rojo mientras conducía su motocicleta ebrio y sin casco. Lo que sí sé es que tengo derecho a dudar del criterio de este magistrado que, sin duda, tantas decisiones que afectan a tantos habrá tomado.
Por más que se empeñen en las palabras grandilocuentes, los trajes oscuros y la pompa, estos señores que nos gobiernan y nos juzgan “hace rato que están desafinando”.



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