Con todo esto de quién sabía y quién no de la decisión de
abdicar del rey, de sus afirmaciones sin sentido contrario, del secretismo y
ese no tomar decisiones que parece rodear a la corona, me viene a la memoria la
película de Mike Leigh, "Secretos t mentiras", la historia de una
familia londinense, en la que nadie dice ni parece querer saber la verdad, por
el miedo a que esa verdad pueda dar al que la dice o al que la escucha. Y, si me
viene a la memoria, es porque tal parece que estemos rodeados de personajes prudentes
y protectores que no nos niegan el acceso a la verdad, como se niega un juguete
a un niño, para evitar que pueda hacerse daño con ella. Dicho de otro modo, nos
condenan a vivir bajo el ala protectora de quienes, casi cuarenta años después
de salir de la dictadura, sigue considerándonos inmaduros que no podemos
caminar si no es cogidos a su mano.
Desde que ayer supimos, el común de los mortales, porque
otros ya lo sabían, que el rey abdicaba, no he escuchado otra cosa que elogios
al rey, elogios que, en su mayor parte, yo he compartido y aún, alguno,
compartiría, y, de entre toso ellos, el más repetido el de que "le debemos
la paz y la prosperidad de todos estos años". No sé si es porque también
escuche ese elogio del tirano Franco, que construyó sus años de dictadura sobre
centenares de miles de muertos, desaparecidos, exiliados y penados, pero
padezco de una cierta resistencia a creer que las naciones deben nada a nadie,
más bien al contrario, los gobernantes hacen el bien o el mal, tienen éxito a
fracasan gracias al pueblo y nunca sabremos qué hubiese sido de nosotros si no
hubiese estado ahí el rey o su comportamiento hubiese sido otro.
Vaya eso por delante, pero de lo que os quiero hablar es del
enorme fraude que, a mi modo de ver, supone el hecho de que sólo unos pocos
privilegiados conociesen de antemano la decisión del rey. No es justo y tampoco
es honrado. Imaginad si no cuál hubiese sido el tema central de la pasada
campaña electoral de haber tenido, por ejemplo, Cayo Lara u Oriol Junqueras esa información en sus manos. No, desde luego, Europa, tampoco el machismo del candidato Cañete.
Probablemente hubiésemos hablado de lo que ayer se hablaba en tantos sitios y,
sobre todo en las plazas cubiertas de banderas tricolor de cuarenta ciudades
españolas.
Ayer nos dijo Rajoy que quien quiera la República plantee
una reforma de la Constitución. Y lo dice quien tiene los lazos del, esta vez
sí, "atado y bien atado" a que nos ha llevado tan longevo y
lánguido consenso.
Ahora, con las cartas boca arriba, habrá que ver cuántos
militantes y, sobre todo, cuántos votantes del PSOE mantienen su fidelidad a un
partido que dejó de reivindicar la República por prudencia y ahora sigue en
ello quizá por miedo. Estoy seguro que el desplome del partido sería casi
total, aunque confío en que en el congreso que se celebrará de aquí a poco más
de un mes resurja el tradicional republicanismo socialista y en que se articule
de un modo, cuando menos, más sincero.
Miedo o prudencia, secretos y mentiras ene esta abdicación exprés,
sin una ley previa que la regule, resuelta con urgencia en menso de treinta palabras, que, por las prisas, me recuerda demasiado a aquella
maldita reforma de la constitución sin anestesia ni explicaciones con la que PP
y PSOE pusieron, sin dignidad ninguna, la soga del déficit al cuello de los
españoles. Y es que no sé cómo acabará esto, pero tengo claro que la
clandestinidad y el secretismo no auguran nada bueno.
Para terminar os contaré el final de la película de Leigh.
Todos esos secretos guardados durante tanto tiempo y todas esas mentiras
piadosas no hacen más que contener y comprimir una verdad que cuando explota lo
hace sin control. Esperemos que el sentido común abra los ojos de tanto líder
superprotector y se nos conceda a los españoles la mayoría de edad que nos
libere de la tutela de unos pocos. Dennos, por favor, los datos y déjennos
acertar o equivocarnos.
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