miércoles, 30 de abril de 2014

ESPAÑADESH


No es un disparate pensarlo y cada vez está más claro que es ahí a donde quieren llevarnos, a un país de ricos, unos pocos, funcionarios, la mayoría mal pagados, y culis, esa mano de obra pagada con miseria en China e India, sobre cuyas espaldas se levantó el imperio británico, y policías, muchos policías y muchos vigilantes, capaces de acorralar, si es preciso hasta el infarto y la muerte, a quien, por hambre o por envidia y porque estaba al alcance de la mano, pretendía llevarse el paquete de jamón o salmón ahumado, que en las estanterías para ricos parecía llamarle.
Quieren convertirnos en una especie de Bangladesh del mediterráneo, con legiones de parados, lleno de talleres clandestinos, improvisados en los hogares, para los que no rigen ni los salarios ni las condiciones de higiene y seguridad aún en vigor, quién sabe por cuánto tiempo, que tanta lucha y tanta sangre costó traer a España. Nos lo dijo ayer la Encuesta de Población Activa y nos lo dicen gestos como condecorar muñecas de madera o escayola cubiertas de coronas y mantones y otros como poner en manos de niños disfrazados de antidisturbios, con chaleco antibalas y casco, fusiles lanzapelotas.
Abandonemos toda esperanza. Nos quieren devolver a la España del Jarrapellejos de Felipe Trigo, una España en la que los ricos eran tan ricos como crueles y los pobres tan pobres como sumisos. Una especie de país asiático trasplantado al mediterráneo donde las tradiciones y las vírgenes que tanto defienden los señores del gobierno sean las cadenas invisibles que impidan por décadas que la ciudadanía recupere el paraíso perdido de los derechos y el bienestar social que le están arrebatando.
Criticábamos ayer al presidente Rajoy por afirmar que estaba contento con el resultado de la EPA. Pero errábamos en la crítica, porque Rajoy y sus ministros no estaban mintiendo. Tienen razones para estarlo. Sus planes o, mejor dicho, el encargo recibido de no se sabe qué oscuros poderes financieros o políticos, troikas y demás, se están cumpliendo a la perfección, con centenares de miles de empleos basura, salarios y becas de miseria y una implacable bolsa de economía sumergida que amenaza con tragárselo todo.
He dicho becas y he dicho bien, porque, si hay un obstáculo para la laminación de lo que fuimos que estos tipos pretenden, ese obstáculo es la democratización de la enseñanza esa "igualdad de oportunidades" que hasta el mismo Franco ensayó, aunque con resultado opuesto al que pretendía, para rejuvenecer los cuadros de su régimen dictatorial.
Hoy, mitad para proteger a los hijos de "la buena estirpe" que dijo Rajoy, mitad para fumigar las aulas de las universidades de cualquier atisbo de progresismo, el gobierno ha recortado las becas que permitían a las clases humildes acceder a las mismas y ascender en la escala social. Y no sólo eso, también racanea el pago de las miserias ya concedidas, obligando a muchos universitarios a dedicar su tiempo de estudio a trabajos de mierda para poder llegar a fin de curso o a abandonarlos a la espera de una racha de trabajo que les permita ahorrar.
 La EPA lo deja claro. Hay menos parados, pero no hay más trabajo. Y eso, a pesar de que muchos de los puestos de trabajo que aparentemente se crean no son más que el desdoblamiento de otros, decentes, que se parten en turnos o en "mini jobs" con menos costes para las contribuciones sociales para las empresas. Al gobierno le contenta que haya menos parados, pero se engaña y pretende engañarnos. Lo que hay es gente que se ha rendido, gente que ha dejado de humillarse ante las oficinas de empleo y ha dejado de buscar un trabajo que no le dan, gente que, si es joven y tiene esa preparación que aquí se desperdicia, ha optado por cruzar la frontera y marcharse a otros países donde sí aprecian la formación que aquí tiran a la basura, o bien se ha tapado la nariz, ha renunciado a disfrutar de una jubilación decente para la que lleva años trabajando y se ha sumergido en esa vieja España del taller clandestino, de las chapuzas, de las "faenas" en casa ajena, de la recogida de frutas o de las infinitas horas detrás de una barra, en una cocina grasienta o sirviendo mesas por un sueldo miserable y unas cuantas propinas, si hay suerte.
No nos quieren ciudadanos, nos quieren culis, limpiabotas que se humillan sin remedio condenados a mirar la bragueta del que paga, mano de obra barata y humillada incapaz de rebelarse. La única esperanza es el hartazgo de los jóvenes, el terremoto que antes que tarde tiene que llegar, porque, si no, vamos camino de convertirnos en algo tan triste como eso, en un país miserable que debería llamarse Españadesh. 


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1 comentario:

Carlos dijo...

Esa gente no parará hasta ahogarnos del todo, hasta que los derechos sean algo que se estudie ( el que pueda y sino anulan también, como pretenden hacer con filosofía) la carrera de historia.
No obstante, tenemos un fuerte poder, ya no exijo salir a la calle, porque parecemos tan sumisos que hasta manifestar nos nos parece mucho, digo, me refiero, simple y llanamente a votar a otros.........
Creo que no hay peor esclavo que el Quebec elige con una sonrisa a su amo,,, y aquí parece que lo estamos haciendo,