Dijo ayer la ministra de Empleo que la recuperación
económica de nuestro país "va sobre ruedas". Y, si asume la
responsabilidad de decirlo debe ser porque en algún sitio lo habrá leído o
alguien se lo habrá dicho.
De haberlo leído ha debido ser en alguno de esos
argumentarios que reparten el Gobierno o su partido, como casi todos los
gobiernos y casi todos los partidos, entre los ministros o dirigentes que deben
enfrentarse a los micrófonos, las libretas y las cámaras, en estos tiempos de
prensa acrítica y sin derecho a repreguntar o ni siquiera preguntar, tiempos en
que los medios ya no pertenecen a gente que ama la verdad y a los lectores,
sino a bancos, eléctricas o constructoras, o a grupos editoriales emparentados
con el poder que trocean y seleccionan la verdad en pequeñas verdades a medias
o, directamente, en pequeñas o grandes mentiras, para que la digestión de sus
lectores no sobresalte su siesta. Y si no lo ha leído en uno de esos manuales
de instrucciones para la supervivencia que le llegan cada mañana al despacho,
se lo ha debido decir alguien y ese alguien o es un compañero de gobierno o,
entrando en el terreno de lo esotérico, ha debido ser la virgen del Rocío, con
la que parece tener línea directa, puesto que le pide y agradece cosas.
O eso o miente descaradamente, porque todos los indicadores
económicos que tocan suelo, no esos que tanto gustan a los gobiernos y
empresarios, los indicadores que hablan de excluidos, de parados, de gente que
ha de alimentar a sus hijos con la solidaridad de otros, de gente que hace años
que no estrena ropa, a no ser que sea de segunda mano o de mercadillo, esos
indicadores, mucho más reales que los de papel, con los que yo me topo cuando
pongo un pie en la calle y que dicen que, de momento, no estamos mal, sino
peor.
Hay que tener mucho valor y mucho descaro para decir lo que
dijo la ministra o hacerle leer al rey, ante representantes de países tan poco
democráticos cono los de los emiratos, un discurso que aquí, en España, suena a
eso, a mentira. Y hay que tener valor para hacerlo simultáneamente a la
aparición de los datos de Eurostat que sitúan a cinco regiones españolas como
las de mayor tasa de desempleo de Europa. O a las pocas horas de saberse que,
frente al optimismo del Gobierno, los bancos de alimentos, los que suplen con
el trabajo de sus voluntarios y la solidaridad de muchos la tarea de atender a
los más necesitados que debería corresponder al gobierno, adviertan de que cada
vez reciben más peticiones de ayuda y que esta situación puede empeorar. O
coincidiendo con el informe de Save the children que, coincidiendo punto por
punto con el presentado hace unos días por Cáritas y que tanto molestó al
ministro Montoro, nos habla de tres millones de niños en serio riesgo de
exclusión y medio millón de ellos por debajo del umbral de la pobreza. Lo que
nos coloca en el penúltimo peldaño de la pobreza infantil en Europa.
Y lo peor es que, mientras eso sucede, danzan las cifras del
dinero B del PP, de su escamoteo a la hacienda de todos, danzan las cifras
vertiginosas de fraude en los ERE y en los cursos de formación para parados,
hay consejeras que se asignan con el mayor de los descaros cheques para que su
hija estudie entre tules y apellidos de postín y tenemos ministros a los que
eso no parece preocuparles, hasta el punto de "inventarse" ayudas ya
existentes que, en la mayor demostración de torpeza que recuerdo, desmentir a
los postres el anuncio de ellas que hizo en el aperitivo.
Dice la ministra que la recuperación económica va sobre
ruedas y no faltará quien nos hable del éxodo de semana santa y del dispendio
de algunos para ver en vivo y en Valencia la final de la Copa. Yo le digo que
siempre, o casi siempre, se mueven los mismos y que quienes no se mueven
probablemente pasarán la Semana Santa, trabajando unos días si hay suerte, o
dando patadas a los botes por las calles de su ciudad y que muchos ni siquiera
verán el partido en casa, porque empeñaron la tele o no pueden pagar el recibo
de la luz.
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