Quién me iba a decir hace sólo setenta y dos horas, cuando
andaba yo criticando los excesos policiales en las marchas ciudadanas por la
dignidad y Esperanza Aguirre andaba precisamente en todo lo contrario,
defendiendo a la Policía frente al alas protestas ciudadanas, que hoy el
destino iba a barajar de manera tan grotesca nuestras posiciones.
Poco queda ya que decir sobre las circunstancias de un
incidente que se produjo ante los ojos, imagino que atónitos de las decenas de
ciudadanos que saliendo de su trabajo o de vuelta a él, transitaban por la Gran
Vía poco después de la hora de comer. Sí hay, y hay mucho, que decir sobre el
porqué de lo ocurrido, que no hay que buscar sino en la soberbia y la
arrogancia de quien, ya desde la cuna, ha mirado por encima del hombro al resto
de la Humanidad, poniéndose, eso sí, cualquier derecho ajeno, cualquier
legalidad, por montera.
Esta "señora" lleva años en una borrachera de
poder, altiva y soberbia, levantando su voz chulesca a todo aquel que se le
pone por delante y no digamos a quien no tiene otro remedio que trabajar para
ella o le falta el valor para no hacerlo. Lleva años haciéndolo y lleva años
dando prebendas y canales digitales a todo un corral de estómagos agradecidos,
dispuestos a reír sus gracias, sus medias verdades e, incluso, sus mentiras
descaradas. Lleva años sin que nadie se atreva a toserle ni, mucho menos,
desobedecerla. Lleva también años levantando el teléfono a cualquier hora, para
irrumpir en "sus" tertulias o en las ajenas para contaminar con sus
chascarrillos e insinuaciones cualquier asunto que en ellas se trate.
Esta "señora" siempre ha creído que es mejor ser leyenda
que ejemplo y, por eso, siempre ha hecho su santo antojo, a sabiendas de que,
contando con esa legión de medios amigos, o a veces esclavos, siempre podrá
construirse una falsa realidad a su medida. Quizá por eso, como ya hiciera su
ídolo y mentor José María Aznar el once de marzo de 2003, se pasó toda la tarde
noche de ayer y parte de la mañana de hoy desmintiendo algo tan serio como un atestado
policial, mintiendo e insultando a los agentes, como lo haría cualquier zoquete
en la barra de un bar, con una copa de coñac barato en la mano.
Esta "señora", en su delirio habla de
conspiraciones para "sacarle la foto" que acabaría en Al Yazira o en
el New York Times, como si al New York Times o al canal árabe le importasen las
infracciones de tráfico de la condesa. Y no es eso lo peor, lo peor es que en
su colérica actitud de gato panza arriba lanza zarpazos contra unos agentes que
no hicieron más que cumplir con su deber, acusándoles de machistas, de
retenerla intencionadamente, cuando no demuestra el desprecio que siente lo
peor de la nobleza ante sus lacayos.
Lo que esta "señora", acostumbrada a tener a la
gente de uniforme a su servicio, no entiende es que la gente de uniforme está
al servicio de todos los ciudadanos y de todos por igual. Lo que no entiende
esta "señora" es que las leyes, que, acertadas o desacertadas,
también ella ha contribuido a crear, están para cumplirlas y no para
saltárselas o cambiarlas a voluntad.
Lo que ocurrió ayer con esta señora no es más que la
consecuencia de ser quien es, un horrible personaje que, durante años, ha
obtenido el favor de los votantes que, por candidez o miseria, que de todo hay,
han confiado en quien nada tiene que ver con ellos, porque, abandonad toda
esperanza, la condesa Aguirre nada tiene que ver con la gente de a pie.
Sólo espero que el largo brazo de esta "señora" no alcance a los agentes de movilidad o a los municipales que no hicieron más que cumplir con su deber, no como sus escoltas de la Guardia Civil que, al intentar mediar con ellos, como al parecer hicieron, se comportaron más como los porteros del palacio de la condesa que como servidores públicos.
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