No sé si a vosotros os ocurre lo que a mí. El caso es que
ayer, al leer los titulares atribuyendo al juez Ruz, el que instruye el sumario
por los papeles de Bárcenas, el convencimiento de que el extesorero metía
la mano en la Caja B del PP, me sentí un poco gilipollas.
¿Estamos hablando del mismo asunto? ¿Estamos hablando de un
señor al que s ele han encontrado cuentas millonarias en varios países, cuantas
a las que también accedían otros señores que ¡oh casualidad! ocuparon el mismo
cargo que él ocupaba en el partido cuando le pillaron? ¿Estamos hablando de un
señor al que el PP mantuvo, primero en el Senado y luego con un sueldo de
ministro en el propio PP, mientras comenzaban a soltar pestes de él? ¿Estamos
hablando de quien tiene a buen recaudo los papeles que pondrían boca arriba la
sucia trama de financiación ilegal del partido? ¿Estamos hablando de que tiene
todo el tiempo del mundo y de que puede llegar a tener mucho más para, desde su
celda, reclamar la compañía en Soto del Real de muchos de sus excompañeros en
la dirección del PP?
Somos las ruinas de un país en el que las elecciones de
los últimos años se han ganado a golpe de talonario y promesa de obras
públicas y en el que los talonarios se recargaban con los sobrecostes y las
comisiones por la adjudicación de todas esas obras públicas. Un país en
el que los partidos de gobierno, a nivel nacional y autonómico, se han
corrompido, enredados en la maquinaria de financiación ilegal que ellos mismos
habían creado para hacer frente a sus costosas campañas
electorales.
O es que acaso pensábamos que los polideportivos y las
plazas de toros se llenaban gratis, que las comidas con la militancia, que los
autobuses que llevaban a la militancia son gratis, que las banderitas son
gratis, que las pancartas y los escenarios para los mítines, con atriles,
forillos, tarimas y demás, los regalaban. Claro que no, aunque en el caso del
Partido Popular había una especie de Papá Noel que, con sus enanos bigotudos,
lo dejaba todo a mejor precio, además de traer en el saco algún bolso,
algún traje o algún peluco para las figuras.
Lo curioso es que el juez haga conjeturas sobre lo que el
extesorero haya podido distraer de la caja B del Partido Popular y nadie haya
abierto una causa contra el PP por llevar una doble contabilidad. Tendrían que
explicármelo, porque yo solo no soy capaz de entenderlo ¿Cómo es eso? Tan
incomprensible como sería acusar a alguien de robar de un cadáver el cuchillo
con que lo apuñalaron sin preocuparse de quién ni por qué lo apuñalo. Da la
impresión de que los jueces, y a la vista de lo que les pasa a algunos de ellos
parece claro, siguen la consigna de las madres antiguas que decían aquello de
"hijo mío, tú no te signifiques".
Parece que nadie quiere ver lo que resulta evidente que no
es otra cosa que la de que los partidos políticos, ellos sí, han vivido por
encima de sus posibilidades, manteniendo unas estructuras dignas de un
ministerio, con centenares de empleados, pagando y pagándose unos sueldos de
"las mil y una noches", costeando viajes y regalos para la prensa,
manteniendo asimismo toda una cuadra de opinadores incondicionales... en fin. Y ya se sabe que cuando el dinero es vergonzante, cuando
nadie puede reclamarlo, porque es ilícito, se convierte en vulnerable, Porque
quien corta un traje saca también para un chaleco y quien organiza los viajes
de toda una campaña, se las apaña para sacar un crucero o unas vacaciones en el
Caribe o donde sea, para sí o para un amigo.
Lo malo es quien hizo todo eso tuvo y tiene poder como para andar tocándoles las narices a los policías de encargados de investigarlo. En fin señor Ruz. Lo que quiero decirle es que si es
relevante y tiene indicios para probarlo, más relevante es para este país que
existe esa caja B y que lo importante es que se proceda de una vez contra
quienes sean responsables de que exista. Es mi teoría sobre Gürtel, una teoría
que me lleva al borde de la depresión, porque no me cabe en la cabeza que lo
que yo veo no lo vean los demás. Sobre todo, que no lo vea un PSOE tan
necesitado de revulsivos. Pero, claro, a lo peor no se mueve porque también
tiene mucho que callar.
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