martes, 4 de febrero de 2020

ATERRIZAJE FORZOSO


Anda surcando los cielos de la política española un aparato con aspecto todavía reluciente, pintado de naranja, con los motores averiados, falto de combustible y, sobre todo, con graves problemas de radar. Un aparato que se las prometía muy felices hasta que su piloto, Albert Rivera, o sus padrinos creyeron que merecían más y eligieron mal la pista de aterrizaje, dejándose en el intento gran parte del fuselaje, desparramando por la pista las ilusiones y la confianza de sus votantes.
El aparato sigue en vuelo, porque en los aeropuertos locales aún no se ha puesto a prueba, pero, para ser sinceros, nadie sabe muy bien cuánto combustible le queda en los depósitos y, por si fuera poco, una vez que el comandante abandonó los mandos después de aterrizar "de panza" en las generales, para irse a descansar con el privilegiado pasaje de la clase preferente, no sin antes anunciarlo a través de megafonía con un "emotivo" discurso en el que venía a decirnos que estaba cansado y que, como Julio Iglesias, se olvidó de vivir.
Ahora, el otrora enorme aparato naranja no tiene piloto, aunque hay quien se arroga las funciones del comandante, a pesar de que no cuenta con la confianza del pasaje y de que parece empeñada en caer en los mismos errores que el dimitido comandante y de no tener muy claro en qué aeropuerto quiere tomar tierra. Y eso es, precisamente, lo peor: pretender llevar un avión cargado aún de pasajeros a destinos a los que esos pasajeros no quieren ir, porque no estaban en el billete que compraron antes de subir a bordo. 
Nadie se subió al avión naranja para ir a parar al territorio verde de los neandertales, quizá tampoco al azul del segundón sobrepasado, pero ahí están, metidos en un aparato que vuela erráticamente, sin piloto cualificado, pidiendo pista, mendigándola más bien, en aeropuertos que hace tiempo están en manos de otros, con un destino incierto que difícilmente será otro que el de acabar siendo absorbido y volando pintado de otro color a destinos no deseados por la clientela que, con un destino tan distinto, pueden acabar quedándose en tierra, sea cual sea el nuevo destino y el color del aparato.
Arrimadas tiene demasiada prisa y se equivoca si se empeña en hacer las cosas como las hizo Rivera. Tiene casi todos sus vicios y es la consecuencia de un partido que tuvo más éxito que militantes y que se ha construido desde arriba, con decisiones, cuando menos, dudosamente democráticas. Es mucho el poder que repartir y es mucha la ambición, con lo que, si no revisa sus procedimientos, puede acabar estrellándose en un aterrizaje forzoso en manos inexpertas y cegadas por la ambición y a este, al contrario que al Boeing de Air Canada, no parece que le sobre el combustible sino que, más bien, le falta.
La actitud, más interesada que irresponsable, me recuerda a la de los pilotos del sindicato SEPLA que en sucesivas huelgas salvajes deterioraron la solvencia de IBERIA, hasta dejarla "en su punto" para ser absorbida por un gigante de la aviación, a sabiendas de que, por mal que le fuese a IBERIA, ellos seguirían volando, probablemente en el mismo avión, aunque fuese pintado de otro color. Lo de arrimadas es la defensa de un escaño, su forma de vida, aunque sea en otro partido, el PP.

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