Anda surcando los cielos de la política española un aparato
con aspecto todavía reluciente, pintado de naranja, con los motores averiados,
falto de combustible y, sobre todo, con graves problemas de radar. Un aparato
que se las prometía muy felices hasta que su piloto, Albert Rivera, o sus
padrinos creyeron que merecían más y eligieron mal la pista de aterrizaje,
dejándose en el intento gran parte del fuselaje, desparramando por la pista las
ilusiones y la confianza de sus votantes.
El aparato sigue en vuelo, porque en los aeropuertos locales
aún no se ha puesto a prueba, pero, para ser sinceros, nadie sabe muy bien
cuánto combustible le queda en los depósitos y, por si fuera poco, una vez que
el comandante abandonó los mandos después de aterrizar "de panza" en
las generales, para irse a descansar con el privilegiado pasaje de la clase
preferente, no sin antes anunciarlo a través de megafonía con un
"emotivo" discurso en el que venía a decirnos que estaba cansado y
que, como Julio Iglesias, se olvidó de vivir.
Ahora, el otrora enorme aparato naranja no tiene piloto,
aunque hay quien se arroga las funciones del comandante, a pesar de que no
cuenta con la confianza del pasaje y de que parece empeñada en caer en los
mismos errores que el dimitido comandante y de no tener muy claro en qué
aeropuerto quiere tomar tierra. Y eso es, precisamente, lo peor: pretender
llevar un avión cargado aún de pasajeros a destinos a los que esos pasajeros no
quieren ir, porque no estaban en el billete que compraron antes de subir a
bordo.
Nadie se subió al avión naranja para ir a parar al
territorio verde de los neandertales, quizá tampoco al azul del segundón
sobrepasado, pero ahí están, metidos en un aparato que vuela erráticamente, sin
piloto cualificado, pidiendo pista, mendigándola más bien, en aeropuertos que
hace tiempo están en manos de otros, con un destino incierto que difícilmente
será otro que el de acabar siendo absorbido y volando pintado de otro color a
destinos no deseados por la clientela que, con un destino tan distinto, pueden
acabar quedándose en tierra, sea cual sea el nuevo destino y el color del
aparato.
Arrimadas tiene demasiada prisa y se equivoca si se empeña
en hacer las cosas como las hizo Rivera. Tiene casi todos sus vicios y es la
consecuencia de un partido que tuvo más éxito que militantes y que se ha
construido desde arriba, con decisiones, cuando menos, dudosamente
democráticas. Es mucho el poder que repartir y es mucha la ambición, con lo
que, si no revisa sus procedimientos, puede acabar estrellándose en un
aterrizaje forzoso en manos inexpertas y cegadas por la ambición y a este, al
contrario que al Boeing de Air Canada, no parece que le sobre el combustible
sino que, más bien, le falta.
La actitud, más interesada que irresponsable, me recuerda a la de los pilotos del sindicato SEPLA que en sucesivas huelgas salvajes deterioraron la solvencia de IBERIA, hasta dejarla "en su punto" para ser absorbida por un gigante de la aviación, a sabiendas de que, por mal que le fuese a IBERIA, ellos seguirían volando, probablemente en el mismo avión, aunque fuese pintado de otro color. Lo de arrimadas es la defensa de un escaño, su forma de vida, aunque sea en otro partido, el PP.
La actitud, más interesada que irresponsable, me recuerda a la de los pilotos del sindicato SEPLA que en sucesivas huelgas salvajes deterioraron la solvencia de IBERIA, hasta dejarla "en su punto" para ser absorbida por un gigante de la aviación, a sabiendas de que, por mal que le fuese a IBERIA, ellos seguirían volando, probablemente en el mismo avión, aunque fuese pintado de otro color. Lo de arrimadas es la defensa de un escaño, su forma de vida, aunque sea en otro partido, el PP.
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