Quién me iba a decir a mí que viví los últimos años
del franquismo que, precisamente cuando el país lleva años caminando hacia
atrás, cuando todas las conquistas de la democracia, todas, sufren las
dentelladas de los recortes, cuando las consultas y las urgencias de los
hospitales se saturan día sí y día no, que cuando faltan plaza para escolarizar
a los hijos de los hijos del "post baby boom" y los colegios públicos
se caen a pedazos, con profesores explotados y cansados, cuando los pensionistas
han tomado las calles, hartos de pensiones escasas que encogen cada año y del
desprecio de quien debería velar por ellos, cuando los recursos se niegan que
se niegan para la dependencia se destinan a rescatar bancos y autopistas o a
armamento... quién iba a decirnos que, con este panorama, que tanto se parece a
aquellos primeros ochenta, íbamos a llenar de votos el cesto de los partidos de
la derecha.
Quién me lo iba a decir, pero ahí está el resultado del
último sondeo del CIS, en el que el PP, aunque cada vez con menos apoyo,
seguiría siendo el partido más votado, el PSOE sigue sin despegar, sin
capitalizar los errores y los escándalos de la derecha más corrupta que ha
conocido la democracia, lo mismo que Podemos, que sigue sin recuperar la
confianza de quienes tantas esperanzas pusimos en ellos, mientras Ciudadanos,
el lobo con piel de cordero, el nuevo partido de la derecha económica, el
partido del alma vacía, capaz de pactar con unos y con otros, sin hacer ascos a
nada, le come el trozo de tarta del PP, mientras le sirve de salvavidas en
escándalos tan groseros como el que ha llevado a la dimisión a la presidenta de
Madrid, Cristina Cifuentes.
Ciudadanos, es ya, según el CIS, la segunda fuerza política
y yo, la verdad, no acabo de entenderlo, porque qué ha hecho para hacerse
merecedor de tanto voto. La única explicación que le encuentro es la de que a
los españoles les pueden el miedo y el egoísmo, el miedo a los cambios,
especialmente a ese Podemos que, aunque, al contrario que el resto de los
partidos, ha trabajado y bien en la calle y en los barrios, no ha acertado a la
hora de seducir a quienes necesitaría para llegar al gobierno y, desde hace
meses, se muestra dividido, más preocupado por el poder interno que por
alcanzar e que realmente sirve para transformar la sociedad.
El PP lo sabe y, por eso, no duda en defenderse del PSOE, su
enemigo natural, acude a los fantasmas de la "izquierda radical",
sumando el lastre de Podemos a la ya de por sí lastrada barca socialista, en
tanto que Ciudadanos, tan parecido a sus amos y mentores, los bancos, acapara
los votos, capta las esperanzas de tantos españoles como hay cansados,
decepcionados y asustados, para invertirlos, no en beneficio de todos, sino en
el de los de siempre que, ahora sí, han encontrado ese caballo ganador que no
fue Miquel Roca en su día.
En este panorama, habrá quien crea que Cataluña vive una
situación prerrevolucionaria, aunque nada más lejos de la realidad, porque
Junts per Catalunya, el partido de Puigdemont, no es otra cosa que los restos
recosidos del partido de Pujol, carcomido de corrupción y Esquerra, pese a su
dialéctica, está más cerca del carlismo marchito en el resto de España y
refugiado en las escarpadas montañas del nacionalismo.
En fin, que lo nuestro da lástima, porque cuando más necesitábamos
una izquierda transformadora, dispuesta a reflotar el país, como ha hecho en
Portugal, menos atractivo se hace votar a la nuestra, porque me niego a creer
que seamos tan de derechas. Espero que el tiempo me dé la razón, aunque cada
vez estoy más cerca de pensar que, desgraciadamente, lo somos.
1 comentario:
Ciertamente interesante ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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