Acabo de enterarme de que Eduardo Zaplana, otro ex ministro
de Aznar, ha sido detenido en Valencia por la Guardia Civil. Una buena noticia,
porque, si alguien en el PP era obscenamente exhibicionista en la ostentación
de su poder y su riqueza, ese era Zaplana. Esa actitud le viene de lejos, de cuando
apenas era un chico guapo, nacido en Cartagena, casado con la hija de uno de
los constructores más poderosos de Benidorm.
Un chico guapo y ambicioso que a punto estuvo de dar con sus
huesos en un juzgado en 1990 y que se salvó por los pelos y gracias a todo un
equipo de abogados del que sería su partido, el PP, cuando hace casi treinta años apareció
accidentalmente en una grabación policial que formaba parte del seguimiento
que, por un asunto de tráfico de drogas, se hacía al hermano de un concejal del
ayuntamiento de Valencia.
No eran tiempos de móviles y las llamadas muchas veces se
hacían desde casa y se recibían en casa, así que los asuntos de uno y otro
hermano se mezclaron en las cintas y en la parte tocante al concejal aparecían
Zaplana y algunos dirigentes del Partido Popular, entre ellos el responsable de
las finanzas del partido, Rosendo Naseiro, del que volvimos a hablar por la trama Gürtel, hablando, con nombres en clave nada
imaginativos, sobre el cobro de comisiones a varias constructoras por la
adjudicación de obras por los ayuntamientos. Fue en la Semana Santa del 90 y lo
recuerdo porque tuve que interrumpir mis vacaciones y plantarme en el despacho
del juez Manglano para cubrir la información.
Recuerdo que, en aquella época, esas cosas sólo pasaban, o
creíamos que sólo pasaban, en el cine, en películas sobra la Mafia y sus
negocios. Pero no, no se trataba de una película, era real como la vida misma,
con personajes reales que, al margen de hablar del "negocio",
hablaban de sus cosas. Así, por ejemplo, en una de las cintas, finalmente
anuladas como prueba y destruidas por la Justicia, podía escucharse al entonces
concejal de Benidorm, Eduardo Zaplana, que él "estaba en política para
forrarse".
Puede sonar chusco y un tanto macarra, pero así era el
personaje que debió forrarse y mucho, puesto que llegó a presidir la
Generalitat Valenciana, ministro del reino y al consejo de Administración de la
multinacional Telefónica. Ahora que le han detenido, le recuerdo en uno de los
comedores del hotel Meliá de Alicante, el que está junto al puerto deportivo,
una mañana, a la hora del desayuno, en que yo desayunaba junto a otros
compañeros, después de haber asistido a la concesión del Premio Azorín, y él,
por entonces ya ministro, estaba en Alicante para un mitin electoral.
Si recuerdo ese desayuno, es porque entró en el salón y, ni
corto ni perezoso, se detuvo ante una de las columnas cubiertas de espejo y
sacó de uno de sus bolsillos uno de esos peines de nombre ad hoc y comenzó a
recomponer con coquetería y las dos manos su peinado, en un gesto que bien
podría haber sido del Danny que interpretó John Travolta en "Grease",
todo un "macarra!, vamos, Tenía mi cámara fotográfica en la mesa y, la
verdad, podía haber inmortalizado el momento como un paparazzi más. Pero con tanta
pelota y tanto escolta no me atreví, aunque pensé que era el perfecto retrato
psicológico del personaje, al menos del personaje que yo veía en él.
Hoy, esta mañana, también a la hora del desayuno me entero
de que casi treinta años después de aquel "estoy en política para
forrarme", le han detenido en la misma Valencia por blanquear
presuntamente los dineros que, también presuntamente, habría conseguido
cobrando comisiones por adjudicar obras y contratos mientras estuvo al frente
de la Generalitat Valenciana. Se ve que Zaplana, como alguno de sus colegas,
había dejado dormir su botín en paraísos fiscales, pero, al parecer, su
impaciencia, junto a todo lo que han aprendido sobre corrupción nuestras fuerzas
de seguridad, le han traicionado y han dado con sus huesos en un calabozo
valenciano. A veces, forrarse no es bueno para el futuro y espero que en esta
ocasión sea así.
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