Qué desesperante resulta comprobar cada día que ninguno o
prácticamente ninguno de los actores implicados en el laberinto catalán pare
dispuesto a allanar el camino hacia una salida que cada vez parece más lejana.
Qué mayor prueba de lo que digo que esa oferta de diálogo, esa disposición a un
encuentro con Rajoy expresada por el president Torra en inglés y a más de dos
mil kilómetros de La Moncloa o la Plaça Sant Jaume. Acaso no sabe el señor
Torra lo negado que, salvo para el gallego, es Mariano Rajoy para los idiomas.
Da la impresión de que Torra y su mentor no quieren ser
entendidos por quienes deberían recibir sus mensajes, da la impresión de que no
pretenden otra cosa que "venderse" en el exterior, que es lo que
vienen haciendo desde que decidieron emprender su loca carrera hacia una
república catalana que, de momento, parece tan lejana como imposible. Una
actitud que, a mi modo de ver y por repugnante que resulte el pensamiento
expresado por Torra en sus tuits y artículos xenófobos, es más peligrosa que su
obsesivo desprecio a los españoles, incluidos los catalanes que no bailan al
son de sus teorías.
Pese a todo, en un tono y una actitud que no son los
acostumbrados, Rajoy se ha dado por enterado y dispuesto a verse con el nuevo
president. Todo, sin que Torra haya tomado aún decisiones y sin que el gobierno
haya levantado el polémico artículo 155 y devuelto a la Generalitat el control
político de la administración catalana. Poco es, apenas un gesto, pero permite
abrigar esperanzas sobre el futuro.
Sin embargo, acostumbrados como nos tienen los soberanistas
en el poder a la ducha escocesa de sus vaivenes, no conviene echar las campanas
al vuelo. Entre otras cosas, porque difícilmente repetirá Rajoy en La Moncloa y
porque Joaquim Torra se tiene por un presidente provisional e interpuesto.
Demasiado acostumbrados estamos a que los políticos se
muestren como grandes animales dormidos, de pesados movimientos que sólo
despiertan ante la proximidad de las urnas que, por desgracia, son el verdadero
motor de sus acciones, no podemos confiar en la sinceridad de unos y otros. No
hay más que pararse a pensar en que el soberanismo, que alcanzó su cénit tras
la estúpida estrategia de Interior el primero de octubre está ahora en horas
bajas y que se crece en la confrontación, en la explotación del victimismo ante
los "abusos" de "Madrid",
Bajo esa mirada, parece que la radicalidad de Torra, su
empecinamiento, al menos, aún, de palabra, no persigue otra cosa que reavivar
la dinámica perdida de la acción y la reacción, la vieja relación víctima
verdugo que tan buenos resultados había dado hasta ahora a los de aquí y los de
allá.
Digo esto porque tengo la impresión de que, en algún
momento, la Generalitat de Torra forzará la máquina para provocar el órdago de unas
nuevas elecciones que reforzaría en el Parlament, si no a todos los
soberanistas, si a Puigdemont y los suyos. También, y ya me duele, a Inés
Arrimadas en Cataluña y a su "jefe", Albert Rivera, en el resto de
España.
De ahí la actitud enconada de Ciudadanos, exigiendo mano
dura y dinamitando cualquier atisbo de dialogo entre La Moncloa y Sant Jaume.
No buscan, y me repito al decirlo, una solución sino votos. El aparente cambio
de actitud de Rajoy, otra cosa son algunos de sus ministros, mostrándose
dispuesto a levantar el 155, ha propiciado la radicalización de Rivera que,
cual Guerrero del Antifaz de este siglo, parece dispuesto a ir más lejos
incluso de lo que llegó la torpe represión de Zoido, que no consiguió sino que
quienes querían hacerse oír en las urnas para expresar su NO, ante las cargas y
los palos, acabaron por darles un SÍ que los independentistas administran a su
gusto y sin el menor atisbo de rubor.
De sobra sabemos que la presión y el enconamiento no llevan
a la solución, De sobra sabemos que este incendio no necesita de pirómanos como
Trra y Rivera, por eso la receta no puede ser otra que la de la descompresión,
el abandono de la confrontación y la búsqueda del diálogo, algo que, al Partido
Popular, después de haber echado tanta leña al fuego catalán, después de tanto
"a por ellos", le va a resultar muy difícil. Aun así, hay que tener
la grandeza de intentarlo.
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