miércoles, 16 de mayo de 2018

DESCOMPRESIÓN


Qué desesperante resulta comprobar cada día que ninguno o prácticamente ninguno de los actores implicados en el laberinto catalán pare dispuesto a allanar el camino hacia una salida que cada vez parece más lejana. Qué mayor prueba de lo que digo que esa oferta de diálogo, esa disposición a un encuentro con Rajoy expresada por el president Torra en inglés y a más de dos mil kilómetros de La Moncloa o la Plaça Sant Jaume. Acaso no sabe el señor Torra lo negado que, salvo para el gallego, es Mariano Rajoy para los idiomas.
Da la impresión de que Torra y su mentor no quieren ser entendidos por quienes deberían recibir sus mensajes, da la impresión de que no pretenden otra cosa que "venderse" en el exterior, que es lo que vienen haciendo desde que decidieron emprender su loca carrera hacia una república catalana que, de momento, parece tan lejana como imposible. Una actitud que, a mi modo de ver y por repugnante que resulte el pensamiento expresado por Torra en sus tuits y artículos xenófobos, es más peligrosa que su obsesivo desprecio a los españoles, incluidos los catalanes que no bailan al son de sus teorías.
Pese a todo, en un tono y una actitud que no son los acostumbrados, Rajoy se ha dado por enterado y dispuesto a verse con el nuevo president. Todo, sin que Torra haya tomado aún decisiones y sin que el gobierno haya levantado el polémico artículo 155 y devuelto a la Generalitat el control político de la administración catalana. Poco es, apenas un gesto, pero permite abrigar esperanzas sobre el futuro.
Sin embargo, acostumbrados como nos tienen los soberanistas en el poder a la ducha escocesa de sus vaivenes, no conviene echar las campanas al vuelo. Entre otras cosas, porque difícilmente repetirá Rajoy en La Moncloa y porque Joaquim Torra se tiene por un presidente provisional e interpuesto.
Demasiado acostumbrados estamos a que los políticos se muestren como grandes animales dormidos, de pesados movimientos que sólo despiertan ante la proximidad de las urnas que, por desgracia, son el verdadero motor de sus acciones, no podemos confiar en la sinceridad de unos y otros. No hay más que pararse a pensar en que el soberanismo, que alcanzó su cénit tras la estúpida estrategia de Interior el primero de octubre está ahora en horas bajas y que se crece en la confrontación, en la explotación del victimismo ante los "abusos" de "Madrid",
Bajo esa mirada, parece que la radicalidad de Torra, su empecinamiento, al menos, aún, de palabra, no persigue otra cosa que reavivar la dinámica perdida de la acción y la reacción, la vieja relación víctima verdugo que tan buenos resultados había dado hasta ahora a los de aquí y los de allá.
Digo esto porque tengo la impresión de que, en algún momento, la Generalitat de Torra forzará la máquina para provocar el órdago de unas nuevas elecciones que reforzaría en el Parlament, si no a todos los soberanistas, si a Puigdemont y los suyos. También, y ya me duele, a Inés Arrimadas en Cataluña y a su "jefe", Albert Rivera, en el resto de España.
De ahí la actitud enconada de Ciudadanos, exigiendo mano dura y dinamitando cualquier atisbo de dialogo entre La Moncloa y Sant Jaume. No buscan, y me repito al decirlo, una solución sino votos. El aparente cambio de actitud de Rajoy, otra cosa son algunos de sus ministros, mostrándose dispuesto a levantar el 155, ha propiciado la radicalización de Rivera que, cual Guerrero del Antifaz de este siglo, parece dispuesto a ir más lejos incluso de lo que llegó la torpe represión de Zoido, que no consiguió sino que quienes querían hacerse oír en las urnas para expresar su NO, ante las cargas y los palos, acabaron por darles un SÍ que los independentistas administran a su gusto y sin el menor atisbo de rubor.
De sobra sabemos que la presión y el enconamiento no llevan a la solución, De sobra sabemos que este incendio no necesita de pirómanos como Trra y Rivera, por eso la receta no puede ser otra que la de la descompresión, el abandono de la confrontación y la búsqueda del diálogo, algo que, al Partido Popular, después de haber echado tanta leña al fuego catalán, después de tanto "a por ellos", le va a resultar muy difícil. Aun así, hay que tener la grandeza de intentarlo.

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