Ya está. La Audiencia Nacional acaba de revelar el negativo
de la hedionda imagen que todos, insisto, todos, teníamos desde hace años ante
nuestros ojos, el negativo que, al positivarlo, nos devuelve la imagen de un
partido atrapado en el bucle terrible de haberse convertido en una máquina de
ganar elecciones "dopado" con las mordidas de constructores y
contratistas que alimentaban con una parte del importe de las contratos,
convenientemente incorporada al precio final, para que ese partido, ese
gobierno siguiese dándole obras con las que seguir pagando la mordida para
seguir recibiendo obras con las que seguir pagando y así hasta el infinito.
Una vez descubierta, juzgada y condenada esta trama, hace
falta ser Mariano Rajoy, un extraterrestre incapaz, no ya de sentimientos hacia
los demás, que no los tiene, sino hacia sí mismo, sin autocrítica, sin la
mínima capacidad de arrepentimiento, con el único objetivo de seguir a flote
sobre las heces de la corrupción, hace falta ser Mariano Rajoy, el peor
compañero en un naufragio, el que va a dejar que te hundas si no es él mismo
quien te hunde para seguir flotando, para no dimitir y marcharse pidiendo
perdón y para siempre a su querida Sanxenxo o donde sea.
Ahora mismo, con la sentencia publicada y Rajoy atrincherado
en la Moncloa, más pendiente de la final de mañana en Kiev que de la dignidad
de ese país que tanto quiere y al que tanto debe, somos el hazmerreír del resto
del mundo, especialmente de Europa. Y, dado que no ha hecho el menor gesto de
contrición ni ha mostrado un solo síntoma de querer dejarlo, alguien tendrá que
invitarle a desalojar la Moncloa, antes de que unas elecciones le saquen
de allí a empellones.
La llave, para nuestra desgracia, la tienen esos mismos
partidos que, con sus síes o sus abstenciones, le dieron permiso para seguir en
La Moncloa cuatro años más. De entre esos partidos. Ciudadanos y PSOE, parece
que a los socialistas no les va a quedar otro remedio que inmolarse en una
moción de censura que difícilmente va a apoyar Ciudadanos, una moción de
censura que, por su loca cabeza al dejar sus escaño antes de tiempo, Pedro
Sánchez verá desde su despacho o sentado en la tribuna de invitados, hasta ser propuesto por su grupo como candidato, mientras
Rivera, el contorsionista, se desarticula poniendo a caer de un burro a su
amigo y enemigo Rajoy, mientras le sostiene negando su apoyo a la moción, para
que sus muy desorientados y volubles votantes no le vean al lado de Pablo
Iglesias.
La sentencia de ayer, que condena al PP por haberse lucrado
con la trama y pone en duda por escrito lo que millones de españoles llevamos
poniendo en duda la credibilidad de Rajoy, ha pillado a todo el mundo
descolocado y eso, a pesar de que la esperábamos, quizá no tan dura, pero la
esperábamos.
Sin duda al propio PP, en plena descomposición, también a
Podemos, con una estúpida e innecesaria consulta a las bases sobre la
coherencia de sus dos máximos líderes, cómo no al PSOE descabezado en el
Congreso y, sobre todo, a Ciudadanos a quien, con más puestos de
"salir" a cubrir en sus listas que militantes "pata negra"
en sus sedes, no le viene nada bien quemarse en el auto de fe de Rajoy o llegar
en obras a unas elecciones anticipadas.
De todo lo dicho hasta ahora, de todas las reacciones a la
sentencia, la más comprometedora ha sido sin duda la de Albert Rivera que se ha
visto obligado a decir que "marca un punto de inflexión", como si lo
probado y lo que se condena no fuese de dominio público hace tiempo, como si
otro fallo de otro tribunal hubiese podido cambiar lo que ya era de dominio
público, la calaña del PP y la de sus dirigentes.
Tiene razón Albert Rivera, la sentencia marca un punto de
inflexión, porque, si quiere poner a salvo su "angelical inocencia"
cada vez más en entredicho, va a tener que mojarse en la censura del mismo
personaje al que antes de ayer dio sus votos para sacar los presupuestos
adelante y, con ello, regaló dos años más de gobierno, dos años que Rivera
hubiese empleado en sus castings de candidatos, en moldear su discurso, hoy
casi vacío, salvo de patriotismo interesado, con arreglo a las encuestas. Sí,
sin duda es un punto de inflexión en el que todos, también nosotros, nos
jugamos mucho. Y, por cierto, como en el anuncio que protagonizó un pastor de
Majalrayo, cabe preguntarse ¿Y Aznar qué opina de esto?
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