Este fin de semana que acabamos de dejar atrás ha estado
marcado por la celebración de un crucial Comité Federal del PSOE, marcado así
mismo por todas las presiones que desde uno y otro lado han recibido Pedro
Sánchez y los miembros del comité para cerrar la puerta a cualquier negociación
con Podemos para lograr ese gobierno de izquierdas que desean la mayoría de los
españoles y, sobre todo, la mayoría de los votantes del propio PSOE.
Para llevar a cabo esa presión, en mi opinión desesperada, han hecho uso de todos los resortes a su alcance, algunos bastante bastardos como lo ha sido el uso de alguna prensa que, con entrevistas nada usuales y editoriales dignos de la acera de enfrente en la que dicen estar, han tratado y tratan de decir a Pedro Sánchez, ero sobre todo a su partido, por donde tienen que ir, por donde deben empezar a negociar y, sobre todo, qué métodos, más que democráticos, por cierto, no deben emplear, porque, piensan, aunque no lo dicen, que los carga el diablo y porque están seguros de que les restaría toda la influencia que han tenido y que aún creen tener sobre los gobernantes, una influencia que en alguna ocasión les ha salvado del naufragio, aunque ahora tengan que plegarse a la hipoteca que el gobierno socorrista les impone.
Para llevar a cabo esa presión, en mi opinión desesperada, han hecho uso de todos los resortes a su alcance, algunos bastante bastardos como lo ha sido el uso de alguna prensa que, con entrevistas nada usuales y editoriales dignos de la acera de enfrente en la que dicen estar, han tratado y tratan de decir a Pedro Sánchez, ero sobre todo a su partido, por donde tienen que ir, por donde deben empezar a negociar y, sobre todo, qué métodos, más que democráticos, por cierto, no deben emplear, porque, piensan, aunque no lo dicen, que los carga el diablo y porque están seguros de que les restaría toda la influencia que han tenido y que aún creen tener sobre los gobernantes, una influencia que en alguna ocasión les ha salvado del naufragio, aunque ahora tengan que plegarse a la hipoteca que el gobierno socorrista les impone.
Cómo entender. si no, la posición de EL PAÍS en estos
momentos en los que la corrupción, con todo el pus contenida durante tantos
años, revienta en toso los escenarios en los que el PP ha gobernado y los salpica
todo con su hediondez. Cómo entender que desde sus páginas, con y sin Felipe
González, se recomiende un pacto con los corruptos, dejándoles gobernar, antes
que propiciar un gran acuerdo de la izquierda que devuelva a este país a los
gobiernos de progreso que tanto hicieron por la gente de a pie, por la igualdad
y por la redistribución de la riqueza que, en sólo cuatro años, el imperio del
PP al contraataque, ha depositado, en su práctica totalidad, en manos de esos
pocos que controlan los medios en que ahora se atrincheran quienes quieren que
nada cambie.
La celebración del Comité Federal, tan crucial, ha provocado
una parada de monstruos, un desfile de fantasmas del pasado, algunos como José
Luis Corcuera, revolcado por el Tribunal Constitucional, o como Juan Carlos
Rodríguez Ibarra, autoritarios y demagogos hasta la náusea, invocando una Carta
Magna, claramente superada e insuficiente, al tiempo que no sé qué valores
llenos de caspa y malos recuerdos.
No tienen vergüenza todos estos señores, incapaces de
entender que si hoy Podemos tiene sesenta diputados y pudo tener más, incapaces
de entender que si Izquierda Unida, a la que, entonces como PCE, no hubiesen
querido tener en las primeras elecciones libres, tuvo el pasado diciembre casi
un millón de votos, la quinta parte de los suyos, aunque las leyes creadas para
proteger el bipartidismo les dieron sólo dos diputados frente a los noventa
socialistas, incapaces de entender que todo eso es consecuencia del entreguismo
de Rubalcaba a las políticas austericidas de Rajoy, de la defensa que en un
primer momento, recordemos, hicieron de los desahucios, de su abandono de la
gente que sufría y sufre, en suma, más que la elección abierta de su líder, es
lo que les ha llevado a ese peor resultado de la historia del que, con otra
intención bien distinta, hablaba ayer Susana Díaz, un joven fantasma del
pasado, pero fantasma al fin y al cabo.
Lo haya hecho por lo que lo haya hecho, la pretensión de
Sánchez de someter a las bases cualquier propuesta de pacto de gobierno es
democracia y cualquier ciudadano decente debe defender la única máxima
incontestable "En caso de duda, democracia".
3 comentarios:
Muy bueno...
Totalmente de acuerdo
Totalmente de acuerdo
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