Llevo días, medio en serio, medio en broma, proponiendo a
mis amigos hacer un "crowdfunding" para regalar a Pablo Iglesias un
espejo como el de la madrastra de Blancanieves, un espejo capaz de decir a su
dueño la verdad que no quiere oír, pero que es; un espejo que Pablo Iglesias, carente, al
menos en apariencia, de verdadera crítica en su entorno, un espejo capaz de
decirle que no tiene toda la razón ni, mucho menos, dice siempre toda la
verdad.
Pablo Iglesias, empeñado en criticar "todo lo que se
menea" por ser casta o doblegarse ante ella, que dice moverse sólo por
ideología y en defensa de la gente, está cayendo, al final, en los mismos
vicios que critica de la casta, porque lleva demasiado tiempo mirando y
mirándose en las encuestas, como cualquier partido del "régimen del
78", para acomodar su comportamiento, su estrategia, porque, al final, es
eso, la estrategia lo que le mueve, a la imagen que, como el espejo de la
malvada madrastra, le devuelven las encuestas.
Iglesias no soporta no ser el más listo, el más querido o el
más guapo de los candidatos y no parece darse cuenta que, para ser quien
pretende ser, tiene que colocarse bajo la lupa de los medios ni que esos medios
son implacables y no le van a pasar ni una, especialmente si es de contradicciones
de lo que hablamos. Y Pablo Iglesias, quizá porque la política es eso, está
cambiando de discurso, cayendo en demasiados "donde dije digo, digo
Diego", despreciando la capacidad de análisis, la memoria y el sentido
común de los ciudadanos.
Supongo que las asambleas y el liderazgo en las asociaciones
estudiantiles en la facultad, sumados a el tirón mediático, primero el de su
"Tuerka" y después el de sus apariciones en "la Sexta" y a
aquel primer e inesperado éxito en las elecciones europeas, fueron euforizante
suficiente como para llevarle a esa borrachera de liderazgo que le convierte en
soberbio y, por qué no decirlo, en sectario. Y ese es uno de sus mayores
defectos, el del sectarismo, porque ese, que nace de la desconfianza y el afán
del control absoluto, es el peor de los suyos.
Un defecto que se hace cada vez más evidente y que le lleva
a rodearse de la guardia de corps de sus viejos compañeros y alumnos de la
facultad de Políticas, un defecto al que no consigue sobreponerse y que le
empuja, como a la madrastra, a mandar a sus cazadores al bosque para traerle el
corazón de quienes, como los líderes de Podemos en Cataluña o el País Vasco o
Teresa Fernández, en Andalucía, o Pablo Echenique, en Aragón, no la dan a cada
momento sus síes incondicionales.
Iglesias es de "líneas rojas", cómo odio la
expresión, hasta que el espejo de las encuestas le descubre, como ahora, que se
equivoca y resalta sus arrugas y verrugas. Iglesias cree que cambiando las
palabras se cambia la realidad, cree que no nos vamos a dar cuenta de que, en
el caso del referéndum sobre la autodeterminación en Cataluña o el País Vasco,
irrenunciable puede cambiarse por preferible o por "la mejor opción",
sin dejarse un solo pelo en la gatera.
Está cada vez más claro que Pablo Iglesias piensa sólo en él
y "su" partido. Ni siquiera lo hace en sus votantes, a los que, si
son un poco, sólo un poco, críticos, deben estar desconcertados, porque, como
el mayor de los Marx, Groucho, tiene unos principios, pero, si hace falta,
puede tener otros. Iglesias ha forzado la máquina y ha perdido un tiempo
valiosísimo con su intransigencia ante Pedro Sánchez, hasta que ha visto en el
espejito que esa postura le costaría escaños en unas segundas elecciones, a las
que, hasta entonces, parecía querer empujarnos a todos.
Con lo que no contaba el líder de Podemos es con que los
españoles no le perdonarían, ni a él ni al PP, que, por creer que iban a
mejorar sus resultados, les convenía torpedear la investidura y forzar unos
nuevos comicios. Supongo que después de ver que los consultados premiarían a
quienes se han esforzado en la búsqueda de un acuerdo de gobierno, PSOE,
Ciudadanos e incluso Alberto Garzón, que mejorarían sus resultados a costa de
los intransigentes.
Por eso creo que Iglesias necesita un espejo, si no mágico,
sí honesto que le cuanta cada mañana la verdad y sólo la verdad de sí y de las
consecuencias de sus actos.
1 comentario:
Realmente bueno...
Saludos
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