martes, 23 de febrero de 2016

ESPEJITO, ESPEJITO...


Llevo días, medio en serio, medio en broma, proponiendo a mis amigos hacer un "crowdfunding" para regalar a Pablo Iglesias un espejo como el de la madrastra de Blancanieves, un espejo capaz de decir a su dueño la verdad que no quiere oír, pero que es; un espejo que Pablo Iglesias, carente, al menos en apariencia, de verdadera crítica en su entorno, un espejo capaz de decirle que no tiene toda la razón ni, mucho menos, dice siempre toda la verdad.
Pablo Iglesias, empeñado en criticar "todo lo que se menea" por ser casta o doblegarse ante ella, que dice moverse sólo por ideología y en defensa de la gente, está cayendo, al final, en los mismos vicios que critica de la casta, porque lleva demasiado tiempo mirando y mirándose en las encuestas, como cualquier partido del "régimen del 78", para acomodar su comportamiento, su estrategia, porque, al final, es eso, la estrategia lo que le mueve, a la imagen que, como el espejo de la malvada madrastra, le devuelven las encuestas. 
Iglesias no soporta no ser el más listo, el más querido o el más guapo de los candidatos y no parece darse cuenta que, para ser quien pretende ser, tiene que colocarse bajo la lupa de los medios ni que esos medios son implacables y no le van a pasar ni una, especialmente si es de contradicciones de lo que hablamos. Y Pablo Iglesias, quizá porque la política es eso, está cambiando de discurso, cayendo en demasiados "donde dije digo, digo Diego", despreciando la capacidad de análisis, la memoria y el sentido común de los ciudadanos.
Supongo que las asambleas y el liderazgo en las asociaciones estudiantiles en la facultad, sumados a el tirón mediático, primero el de su "Tuerka" y después el de sus apariciones en "la Sexta" y a aquel primer e inesperado éxito en las elecciones europeas, fueron euforizante suficiente como para llevarle a esa borrachera de liderazgo que le convierte en soberbio y, por qué no decirlo, en sectario. Y ese es uno de sus mayores defectos, el del sectarismo, porque ese, que nace de la desconfianza y el afán del control absoluto, es el peor de los suyos.
Un defecto que se hace cada vez más evidente y que le lleva a rodearse de la guardia de corps de sus viejos compañeros y alumnos de la facultad de Políticas, un defecto al que no consigue sobreponerse y que le empuja, como a la madrastra, a mandar a sus cazadores al bosque para traerle el corazón de quienes, como los líderes de Podemos en Cataluña o el País Vasco o Teresa Fernández, en Andalucía, o Pablo Echenique, en Aragón, no la dan a cada momento sus síes incondicionales.
Iglesias es de "líneas rojas", cómo odio la expresión, hasta que el espejo de las encuestas le descubre, como ahora, que se equivoca y resalta sus arrugas y verrugas. Iglesias cree que cambiando las palabras se cambia la realidad, cree que no nos vamos a dar cuenta de que, en el caso del referéndum sobre la autodeterminación en Cataluña o el País Vasco, irrenunciable puede cambiarse por preferible o por "la mejor opción", sin dejarse un solo pelo en la gatera.
Está cada vez más claro que Pablo Iglesias piensa sólo en él y "su" partido. Ni siquiera lo hace en sus votantes, a los que, si son un poco, sólo un poco, críticos, deben estar desconcertados, porque, como el mayor de los Marx, Groucho, tiene unos principios, pero, si hace falta, puede tener otros. Iglesias ha forzado la máquina y ha perdido un tiempo valiosísimo con su intransigencia ante Pedro Sánchez, hasta que ha visto en el espejito que esa postura le costaría escaños en unas segundas elecciones, a las que, hasta entonces, parecía querer empujarnos a todos.
Con lo que no contaba el líder de Podemos es con que los españoles no le perdonarían, ni a él ni al PP, que, por creer que iban a mejorar sus resultados, les convenía torpedear la investidura y forzar unos nuevos comicios. Supongo que después de ver que los consultados premiarían a quienes se han esforzado en la búsqueda de un acuerdo de gobierno, PSOE, Ciudadanos e incluso Alberto Garzón, que mejorarían sus resultados a costa de los intransigentes.
Por eso creo que Iglesias necesita un espejo, si no mágico, sí honesto que le cuanta cada mañana la verdad y sólo la verdad de sí y de las consecuencias de sus actos.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Realmente bueno...

Saludos