jueves, 25 de febrero de 2016

EN SUS MANOS ESTAMOS


Confieso que, quizá por la hartura de tener que volver siempre sobre lo mismo y con la esperanza de que, por fin, alguien pensado más en los ciudadanos que en sí mismo o sus padrinos, ayer, me alegré por ese acuerdo alcanzado por Pedro Sánchez y Albert Rivera, "vendido" con esa solemnidad que se da a las cosas trascendentes, las que cambian nuestras vidas y lo hacen para siempre. Pero, y bien que lo siento, engañado por los lazos y el papel de celofán en que iba envuelto, llegué a ilusionarme con el regalo de sentido común y altruismo que nos hicieron creer que nos hacían.
Fui demasiado torpe, porque tenía que haber sido capaz de ver la tramoya que se escondía detrás de esas cinco condiciones irrenunciables anunciadas por Rivera, condiciones que parecían sacadas del programa electoral del PSOE, que no tenían otra finalidad que la de "vestir el muñeco" del acuerdo que, apenas veinticuatro horas después y en setenta páginas, firmaron y presentaron al pie de la obra de Genovés que encarna los deseos de reconciliación que, hace ya cuatro décadas, hicieron posible el acuerdo entre españoles para darse la democracia tantos años perseguida.
Me engañaron, engañaron a los ciudadanos, y quiero creer que Pedro Sánchez, acuciado quizá por la ansiedad que genera, sin duda, estar al borde del todo o el nada en su carrera política, también se lo creyó. Pero, afortunadamente, no, parece que el engaños se haya extendido ni haya perdurad, porque, cuando Podemos se levantó de la mesa en la que negociaba con el PSOE y con la izquierda -sí, los he separado y lo he hecho a conciencia- una vez más, el gesto aparatoso acabó diluyendo las razones, y más teniendo en cuenta que Pablo Iglesias acababa de anunciar, al poco de que Sánchez aceptase las cinco premisas de Rivera, que no se iba levantar de la misma, agostando cualquier esperanza de que el acuerdo de PSOE y Ciudadanos creciese por la izquierda.
Supongo que es una cuestión de piel, pero me dejo convencer más fácilmente por el verbo tranquilo de Alberto Garzón que por la suficiencia de Iglesias, al que, por cierto, no se escuchó ayer, o por las explicaciones de Errejón, arropado por todo el elenco de la compañía. Lo cierto es que uno y otros me han convencido de que, como cantaba el gran Krahe, hombre blanco hablar con lengua de serpiente.
La misma lengua de serpiente que ha escrito la pregunta que se va a hacer en referéndum este fin de semana a los militantes socialistas, una pregunta sin salida, parecida a la que se formuló hace años en el referéndum de la OTAN y que, al consultar si respaldan éste y otros acuerdos que pueda alcanzar Sánchez de aquí a la sesión de investidura, deja abierta, incluso, la posibilidad de que el acuerdo crezca por la derecha incorporando al mismo la abstención del resto del IBEX ¡perdón! quise decir del PP, para que, por fin, la gran entente que está arrasando Europa, cabalgue también sobre España.
Sánchez dejó correr su imaginación o pensó que nosotros andábamos escasos de entendimiento, al "vendernos" que se derogaría la ley mordaza o la reforma laboral del PP. No será, desde luego, con este acuerdo que nos descubre a Albert Rivera como el líder que, desde hace tiempo, anda buscando la derecha de este país.
Ahora, como señalaba aquí mismo hace dos días, la respuesta y, con ella, el futuro de este país como franquicia de la Europa "neocón" o como la nación de ciudadanos conscientes y libres a la que, yo al menos, aspiro, está en las manos de los militantes socialistas que, con su voto, pueden darle a Pedro Sánchez un cheque en blanco para que se lo entregue a quienes nos han traído hasta aquí o pueden frenar en seco esta locura que no hará más que subvertir y traicionar el mandato que los ciudadanos dejamos escrito en las urnas.
Ojalá le nieguen el cheque, pero podemos acabar de nuevo en la pocilga del PP y, ante ese futuro, prefiero ir a unas nuevas elecciones, Pero, por el momento, ciento noventa mil militantes socialistas tienen la palabra y en sus manos estamnos.