Ha sido como en los ya famosos títeres de "La bruja y
Don Cristóbal", pero al revés. Los personajes son prácticamente los
mismos en negativo, salvo la monja "robaniños" que, en la historia de
la que os hablo, que no es otra que la vida real, hacía lo mismo que en los
guiñoles.
En mi historia, la bruja, casada con un conde, vive en un
palacio de la capital del reino, hasta el que, en una ocasión, no hace mucho,
la persiguieron los guardias después de desobedecerles y derribar en su alocada
huida, uno de sus corceles con su carroza. Pero esa escena, con ser
vistosa, no es la más sonada de la historia de esta bruja condesa, acostumbrada
a los conjuros en inglés y a echar por su boca sapos y culebras, al hablar de
sus vecinos.
A la bruja de que os hablo, le gusta inventar historias en las
que ella aparece como una bella princesa, mientras sus enemigos se convierten
en feos y peligrosos monstruos fétidos y comunistas. Para ello, gusta de
contratar y engatusar a poderosos magos que, con sus rotativas, micrófonos y
televisiones, pintaban de colores su mundo, y llenaban de truenos, rayos y
centellas el que prometían los otros para los habitantes del reino que quería
para sí. Incluso, como la peor de las aprendices de hechicera, se apropió de
Telemadrid, la máquina de hacer hechizos del reino, y la puso a su servicio,
arruinándola a fuerza de acabar con su magia, que sólo funcionaba con la
confianza y credibilidad ante ese pueblo llano que, pese a lo que piensa la
bruja, vive no sólo de churros, chotis y mantones.
Pese a todo, hizo y deshizo, quitó y puso, compró y vendió y
metió sus manos en las escuelas, los hospitales, se quiso quedar, para sí o
para regalarla a sus poderosos amigos, con el agua que beben los vecinos,
compró y construyó "palacios" sin sentido, rodeo la capital del reino
de autopistas de peaje que no van a ninguna parte y por las que apenas pasan
viajeros, desvió trenes que vuelan para que pasasen junto a las fincas de los
suyos... y todo, metiendo su mano o dejando que la metan sus amigos a cambio de
llenarla de elogios, halago y riquezas, llenando las calles y los paisajes con
su retrato, para que los ilusos habitantes del reino llegasen a creer que tanta
belleza y tanta riqueza sólo existía gracias a ella.
Pero, como digo, abusar de los conjuros y los encantamientos
van restando fuerza a la magia y, si esa magia necesita mucha tramoya para
funcionar y muchos tramoyistas que la manejen, malo sería que, antes o después,
no surgiese uno de ellos con más escrúpulos o más ambición que los otros, al
fin y al cabo, el resultado es el mismo, que, avergonzado o insatisfecho o,
dejase al descubierto el tinglado.
Uno de ellos se quejó a la bruja sin que la bruja le hiciese
el menor caso, pero siguió quejándose en otros foros y, cuando se descubrió el
pastel, la bruja se vanaglorió, todavía lo hace, de haber sido ella la que
descorrió la cortina que tapaba tantas miserias.
Fue por entonces cuando contactó con el malo de otro cuento,
un villano mafioso, y se inventó una nueva ciudad, un paraíso de luces,
riquezas y damas galantes, Eurovegas lo llamó, que traería alegría y riqueza al
reino, pero el encantamiento, que otra cosa no era, estaba lleno de malas artes
y como vino se esfumó.
Sin embargo, la bruja, que es tan lista como mala, se fue,
entre lágrimas y pucheros, para no tener que pasar por el trago de dar la cara
ante el fiasco. Se fue, pero para reaparecer en un escenario distinto, el
palacio de cuento al que su pedante y egocéntrico compañero y rival había
llevado el ayuntamiento, mientras sus ayudantes, uno tras otro, iban cayendo en
las mazmorras, donde la soledad y la falta de privilegios sueltan las lenguas.
Así que, esta vez, no todos los ciudadanos, ni tan siquiera los que hubiese
necesitado para gobernar el ayuntamiento, le dieron su voto, a pesar de que
había empleado a conciencia sus malas artes y los "superpoderes" que
otorga la corrupción.
Por eso, la cara y el carácter de la bruja se fueron
volviendo taciturnos, aunque aún le sobraban las ráfagas de maldad a que tan
acostumbrados nos tenía. Y, para ello, razones tenía, porque las bombas de
magia blanca, los autos judiciales, los sumarios y los registros, estallaban
cada vez más cerca de ella. Tanto, que el jueves, apenas hace cuatro días, un
juez bueno, que cuando los jueces aplican las leyes con justicia lo son, mandó a los guardias buenos, que cuando no se exceden ni van por libre lo son, a investigar en los alrededores de las
habitaciones de la bruja mala que, esta sí, lo es y de sobra. Tan cerca han andado el juez y los guardias de
este cuento al revés que, ayer, la bruja hizo las maletas y. tratando de
aparecer como un hada triste, hizo las maletas y se fue.
1 comentario:
"La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo"...
(Platón)
Saludos
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