Tengo un amigo, un muy buen amigo, que siempre se define
como "socialista sin partido y cristiano sin iglesia". Lo que mi amigo quería decir es que quería, pese a sus creencias,se sentía y quería permanecer libre. Pues bien, tengo
la impresión de que el papa Francisco es un poco como mi amigo, aunque haya
cometido el grave error de enredarse, como se enreda en la sotana, en la
fosilizada estructura de la Iglesia. Y, si he llegado a esa conclusión, es
porque concedo a Bergoglio, Francisco para la Historia, el beneficio de la duda
porque me quiero creer el hombre que es, pero le creo incapaz o, al
menos, me veo incapaz de creer que consiga la transformación de la iglesia
católica que persigue.
Desde que alcanzó el papado, Francisco ha llenado de buenas
palabras y esperanzas a los católicos menos cínicos y más progresistas y, sin
embargo, al final, las buenas palabras parecen quedar en eso, su cercanía a los
fieles, con los que se cartea y a los que, en ocasiones, ha telefoneado y ha
llenado de esas esperanza que, luego, en el día a día, la realidad de la
estructura de la iglesia más tangible, la que trata con los fieles y decide por
ellos, desde los párrocos a los obispos, se encarga de defraudarles
tergiversando, cuando no desmintiendo las buenas palabras del papa.
La iglesia "de toda la vida" defiende su poder, se
defiende, enredando los pies de este papa que, a sus ojos va demasiado lejos y
demasiado deprisa. Y eso que Francisco parece no querer otra cosa que, con toda
prudencia, normalizar en el seno de la iglesia lo que, desde hace ya décadas,
es normal en la calle. Pero son demasiados los privilegios y las ventajas de
esa iglesia siniestra que escucha en confesión a sus fieles, se mete en sus
vidas y en sus camas, les castiga y les prohíbe. Es demasiado el poder
cotidiano que ejerce sobre quienes se entregan a ella, esperando una
orientación moral y, sobre todo, un perdón que siempre es más ventajoso para
los poderosos, para quienes lo pueden comprar.
Dónde quedan las promesas hechas por Francisco de perseguir
la pederastia y los abusos. dónde quedan si, al final, los obispos levantan
muros y abren fosos para dificultar que los autores de tan terribles y crueles
delitos sean juzgados por la justicia de los hombres pero que las más de las
veces se limitan a esconderles o trasladarles.
A este papa hay que reconocerle valentía y sentido de la
oportunidad a la hora de plantear algunos asuntos cruciales para la sociedad,
como hizo ante el Congreso de los Estados Unidos con la pena de muerte o la
inmigración, pero, siendo realistas, hay que señalar que estas llamadas de
atención que, lo reconozco, otros papas han obviado, no son más que eso,
peticiones, puesto que quedan fuera del alcance de su autoridad y que, en lo
que realmente depende de ella no parece tener éxito alguno. Dicho esto, hay que
recordar que su escala en Filadelfia estuvo motivada por uno de esos encuentros
periódicos de afirmación doctrinal, en este caso "de las familia",
equivalente al que Ratzinger tuvo en la Valencia de Camps y de la Gürtel.
Y, hablando de la familia, hoy comienza en El Vaticano el Sínodo
sobre la Familia en el que deberían enfrentarse el concepto de la nueva
familia, las que forman los divorciados, las parejas homosexuales y todas la
nuevas formas de unión en torno al amor entre hombres y mujeres, con el
anquilosado modelo de castidad, obediencia y sumisión de la esposa que
defienden personales tan siniestros como nuestro cardenal Rouco que parece
empeñado en convertirse en el nuevo Lefevre que lleve al cisma a esta iglesia
que tanto parece resistírsele a Francisco. Y, por si fuera poco, sale a escena
el obispo Charamsa, uno
de los guardianes de la fe, miembro de lo que hoy sería el Santo Oficio,
presentándose en público y "de uniforme" con su novio,
"reventando" la apertura que hoy hará Francisco de la reunión.
Está claro que la imagen de Francisco como hombre, apartado
por humildad o por prudencia de las habitaciones en las que vivieron y
murieron, salvo Ratzinger, sus antecesores, especialmente, Juan Pablo I, su
renuncia a la propia pompa, no a la de la iglesia y su cercanía a los fieles,
especialmente a los más débiles y humildes, refuerza su imagen como hombre.
Aunque mucho me temo que cada vez se hace más evidente su debilidad como papa
de una iglesia que no puede transformar por que no la controla, una iglesia que
no tiene.
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1 comentario:
La renuncia...sabiendo practicarla....
Saludos
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