Acabo de escuchar el análisis que Pablo Simón, de Politikon,
hace de las ventajas e inconvenientes que tendría en el complejo sistema
electoral español la presentación de candidaturas independientes o una
candidatura conjunta de Podemos e Izquierda Unida, una análisis en el que
parece dar la razón a Pablo Iglesias, porque dado el número de escaños
asignados a cada circunscripción, tal alianza no supondría tal ventaja. Y yo,
que acepto ese cálculo, creo que no tiene en cuenta un factor
importante y ese factor es el de la movilización del voto que conllevaría
la lista conjunta o, por el contrario, la desmovilización en
beneficio de la abstención a que conduciría el empeño en presentar una
izquierda dividida.
Creo que los líderes de Podemos, especialmente Pablo Iglesias,
piensan más en los acuerdos del día después de la votación y en la libertad que
le daría, para dar su apoyo o no a los socialistas de Pedro Sánchez, no
tener que compartir el control que ahora tiene sobre su formación. Una
hipótesis que, en mi opinión y por contrario, le restaría fuerza en esa
negociación y que, muy probablemente, echaría al PSOE en los brazos de
Ciudadanos. Menos mal que parece que, al menos, la caída del PP parece
incontestable, como parece incontestable su aislamiento y repudio por parte del
resto de fuerzas políticas.
Es cierto que Izquierda Unida no ha estado en las mejores
manos en momentos tan cruciales como los que hemos vivido estos últimos años,
pero también es cierto que tiene un capital humano, el de militantes y votantes,
al que quien se dice de izquierdas no debiera renunciar, a no ser que crea en
esa imposible transversalidad que predica y que sólo fue un espejismo que quizá
tuvo sentido mientras se consolidaba Ciudadanos y que, después de las
elecciones catalanas, ha dejado de brillar.
Yo, que, pese a no haber militado nunca en partido alguno,
me he considerado, siempre y desde que entré en la universidad allá
por los últimos años del franquismo, políticamente activo y de izquierdas, no
cero en el trasvase de votos entre la izquierda y la derecha ni, mucho menos,
de la derecha a la izquierda. Por eso no creo que, descafeinando las esperanzas
de la izquierda, Podemos vaya a crecer por la derecha como parece pretender.
Lo de ayer, la ruptura de las conversaciones entre Izquierda
Unida y Podemos o entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón, como prefiráis,
precisamente en el día en que el CIS certifica que, pasados ya cien días de la
constitución de ayuntamientos y gobiernos autónomos, los españoles se sienten
cómodos, más identificados y satisfechos con las listas y coaliciones amplias
de izquierda que con cualquiera otra opción y que Manuela Carmena, Asa Colau o
Joan Ribo son los líderes mejor considerados por los encuestados, curiosamente ninguno
de ellos en Podemos, aunque sí apoyados por la formación.
Podemos e IU no han llegado a nada, pero no todo está perdido,
porque, pese a lo que crea Iglesias, quedan aún muchas opciones, todas en la
izquierda, para conformar una lista de izquierda capaz de recoger todo ese voto
que, de otro modo se vería frustrado y condenado a la abstención, porque, pese
a lo que diga "coleta morada" es mejor una sopa de siglas en una
coalición que todas esas siglas desperdigadas y solas en la mesa de las
papeletas. Así que pongámonos manos a la obra, porque no todo está perdido y
porque quizá, después de la cura de humildad que necesita y que sólo está en
nuestras manos, a Pablo Iglesias se le bajen los humos y acabe soltando el
patrimonio de votos que, de momento, no quiere compartir.
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1 comentario:
La esperanza siempre queda....
Saludos
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