Después de tantos años viendo comportarse a la derecha
española, que gasta ahora sólo ha sido una, no puedo más que desconfiar y, si
he de deciros la verdad no me ha gustado ver a Pedro Sánchez en La
Moncloa, acudiendo al rescate del presidente que ha puesto tanto como el propio
Artur Mas para que Cataluña esté hoy al borde de "desconectarse" de
España.
No me gusta, porque la imagen de uno y otro me lleva a los
tiempos del colegio, cuando en la calle y antes de entrar en clase las el listo
del curso ayudaba a hacer los deberes a algún que otro gamberrete, un poco por
lástima y otro poco con la vaga esperanza de ganarse su amistad. Un gesto en apariencia
solidario que, sin embargo, permite salvar la cara a quien ha estado vagueando
la víspera y que en nada contribuye a que cambie de actitud. Porque, al final,
en la transacción, el único que se beneficia es el que recibe la ayuda y salva
el expediente.
Nunca he sabido qué tiene el PSOE -decir "los
socialistas" sería ser tan generoso como poco preciso- para que los populares
acaben siempre llevándoselo al huerto, pero, en todo caso, debería hacérselo
mirar, porque, al final, somos los ciudadanos los que siempre acabamos pagando.
Históricamente lo hizo con el pasto de la Justicia cuando Zapatero era solo
jefe de la Oposición, en la humillación ante las imposiciones de Europa en
plena crisis y en tantas y tantas trampas que aún estamos pagando.
Rajoy se ha cansado de no hacer nada, salvo amenazar y
cargar con nueva munición la pistola todavía humeante del Constitucional , que
ya se cargó el Estatut, ofendiendo seriamente la dignidad de todos los
catalanes, independentistas o no, que vieron frustrarse un marco de convivencia
que aprobaron sus representantes y ellos mismos votaron. No ha hecho otra
cosa desde que llegó a La Moncloa hace cuatro años y no creo que sea capaz de
hacer otra, ahora que se enfrenta a las urnas y necesita no sólo el voto de los
moderados, sino también el de lo más montaraz de su electorado.
Sánchez, lleno de buena voluntad, eso espero, cayó en la
trampa de Rajoy y se dejó hacer esa foto en la que él mira a Rajoy y Rajoy mira
al vacío, una foto filtrada por la Presidencia del Gobierno, seguro como está
el gobierno de que el presidente es el más beneficiado por el encuentro.
Nada sabemos de lo acordado, si es que se acordó algo, ni de
las condiciones impuestas por el líder del PSOE para el encuentro, aunque me
resultaría extraño que Rajoy hubiese cambiado de opinión respecto a la única
solución posible, la reforma de la Constitución, que los socialistas proponen y
a la que Rajoy se había opuesto con firmeza unas horas antes, en los micrófonos
de la SER.
Creo más bien que el presidente o sus asesores han obrado
con astucia poniendo en marcha este auto sacramental antes de que el resto de
actores, PSOE, Ciudadanos y Podemos aglutinasen otro frente que le dejase fuera
de juego y creo que Sánchez, necesitado de ponerse el traje de hombre de estado
para verse como tal, se ha precipitado al acudir a la mesa de Rajoy.
Puede que Pedro Sánchez haya querido destacarse de sus más
directos adversarios en las urnas, puede que por eso haya aceptado la
distinción que le ha hecho Rajoy, pero creo que no ha caído en que su anfitrión
juega con las cartas marcadas, porque, si no accede a recibir a Pablo Iglesias,
ahora en horas bajas, hará un favor a Podemos y, si le recibe, éste tendrá la
oportunidad de capitalizar el mensaje de la izquierda en ese asunto, que no
puede ser otro que el de dar a los catalanes la opción de decidir su futuro por
sí mismos y legalmente.
No sé por dónde van ahora los pensamientos de Sánchez, pero
creo que, si se mira desde fuera, se dará cuenta de que, ayer, le dieron el
abrazo del oso.
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