Algún día tendremos que "echar" las cuentas de lo
que nos han costado la gestión de ministros como Alberto Ruiz Gallardón, al que
los proyectos estrella de su mandato, la ley de tasas o la reforma de la
regulación del aborto, apenas le han sobrevivido unos meses después de su
dimisión o las reformas educativas y culturales de José Ignacio Wert que, al
parecer, correrán el mismo camino si su partido pierde la selecciones y, hoy
por hoy, parece claro que las perderá. Y esto es, será, así, porque lo hecho
por uno y otro ha sido hecho desde la más absoluta beligerancia ideológica, con
resultados tales que de mantenerse en vigor volverían a colocar a este país
muchos años atrás en el tiempo.
La última tropelía del segundo de esos ministros, el que
dice crecerse en el castigo, aunque más bien parece crecerse
castigándonos, ha sido la aprobación del temario de la asignatura de Religión,
por supuesto católica, en el que se devuelve a las aulas en que deberían
prevalecer el razonamiento, el conocimiento científico y la tolerancia, unas
creencias, porque no son otra cosa, sectarias y que, más bien sientas sus
reales en todo lo contrario.
Pretender enseñar y defender comportamientos que no siempre
están de acuerdo con el sentir general e incluso con las leyes de este país,
desde aulas que pagamos todos y que son para todos no es algo que debamos
tolerar. Y no debemos tolerarlo, porque convertiríamos la escuela en el último
bastión de una moral trasnochada que hace tiempo ha perdido la batalla de la
vida real y la calle.
Está claro que los neocon españoles tratan de emular la
cruzada que, en los Estados Unidos, dieron en su día quienes auparon a Reagan
al poder. Volver a meter a dios en las escuelas, reintroducir en ellas el rezo,
a ser posible obligatorio, y las imágenes sería para ellos un sueño realizable
y, ante todo, un instrumento para modelar el pensamiento de quienes consideran
su futuro electorado. Pero, de ahí a alimentar la imaginación de los niños con
patrañas indemostrables, va un abismo.
No puede ser que se pretenda reintroducir el creacionismo en
las aulas, ahora que, gracias al mayor y mejor conocimiento del universo, desde
la partícula más ínfima al cosmos, está totalmente superado, desde que Charles
Darwin, un hombre de iglesia, fue capaz de ver más allá de "la mano de
dios" el orden de la lógica en la naturaleza.
Pues bien, nuestro ministro de Educación, el mismo que
pretende alejar a los hijos de los trabajadores de la universidad, pretende, no
sólo que se les cuente a nuestros hijos que dios creó el universo, sino que
pretende, además, que para aprobar la asignatura y sumar puntos en su
expediente, den por bueno lo que les enseñan y lo repitan como papagayos, sin
aplicar el más mínimo razonamiento a lo que, en realidad, no es sino
literatura, aunque sea la literatura que ha permitido a una parte de la
humanidad encaramarse sobre la otra.
Y llegados a este punto, yo me pregunto por qué
nuestros niños han de escuchar y aprender esa que no es más que una
ficción y no las aventura de Batman, un personaje en el que se mezclan lo
humano y lo fantástico y en el que lo que en otros son poderes sobrenaturales
tiene explicación científica y técnica.
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1 comentario:
Excelente reflexión...
Saludos
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