Seguimos dando el espectáculo. Parece que una y otra vez,
catástrofe tras catástrofe, tragedia tras tragedia, seguimos empeñados en
"tomar la antena" a la primera de cambio, convirtiendo el dolor de
las víctimas y sus familiares en un penoso espectáculo de sesión continua que
los políticos, unos por propia iniciativa y otros arrastrados por el
"qué dirán si no" se suman a la interminable cadena de condolencias,
todas iguales, todas protocolarias, todas vacías y todas con la afectación requerida
para el caso, para "cumplir" con los electores y, de paso, llenar la
escaleta de telediarios y programas de radio y, sobre todo, mantener la tensión
de la antena en esas largas horas, a veces días, en las que la información, la
verdadera información, la que explica el cómo y el por qué suceden las cosas,
no acaba de llegar.
Pero esa es sólo una parte, a mi modo de ver lamentable, de
la enfermiza manera en que se tratan en los medios, nuestros medos, asuntos
como el de la tragedia aérea de los Alpes. Y, si me atrevo a decir lo que digo
es porque, lamentablemente, supongo que por decisión de quienes los dirigen,
los medios, la mayoría de los medios olvidan su obligación moral de hacerse
transparentes ante los hechos y se colocan en medio del escenario, adquiriendo
un protagonismo odioso por innecesario, convirtiendo el propio despliegue, se
supone que necesario, en protagonista de la noticia: ofrendas florales, minutos
de silencio, misas o despegues de helicópteros.
Lo estamos viviendo estos días, por ejemplo en el telediario
de las nueve de la 1, que vi el lunes y en el que una infografía con el rostro
de todos y cada uno de los corresponsales y enviados especiales en cada uno de
los "escenarios de la tragedia" se convirtió en uno de los titulares
del informativo, del mismo modo que el despliegue se convierte en algunas
radios en motivo de autobombo, recogido en "cuñas" que recogen la
secuencia de los momentos informativos de la misma, cuando aún no han sido
rescatadas las víctimas.
El caso es aplicar protocolos, poner en marcha la factoría
informativa, repitiendo "una vez más" la secuencia de entrevistas a
los especialistas, pilotos, psicólogos, etcétera. Para explicarnos otra vez en
qué consiste el duelo o para elucubrar sobre las causas de un accidente que, sin
supervivientes, no podrá explicarse hasta que pueda estudiarse el contenido de
las cajas negras que registran parámetros y conversaciones de los últimos
minutos del vuelo y que, por cierto, empiezan a filtrarse y a dar sus frutos.
Pero todo esto sería incluso inocente y bienintencionado si
lo comparamos con la presencia de todos esos paparazzi que persiguen a los
familiares por los pasillos del aeropuerto, obligándoles a ponerse a cubierto
de quienes sólo quieren lágrimas y dolor para traficar con ellas para que quienes
las consigan adornen con ellas sus telediarios.
No sé cómo se hacen estas cosas en otros países, pero me
permito creer que no será peor, porque, si no, vivir sería una verdadera
mierda. Yo no sé si se dan cuenta de que todos estos despliegues de redactores,
micrófono en mano ante el escenario apropiado, que, uno detrás de otro, repiten
la misma salmodia en sus crónicas, a todas horas y en todos los programas,
producen el efecto contrario al que debería perseguir la verdadera información,
pero lo único cierto es que es eso lo que está ocurriendo.
Hoy, después del tedio, doloroso, pero tedio, llega a
nuestras pantallas y a nuestros aparatos de radio el suspense que ha traído la
revelación publicada por el New York Times en las últimas horas, según la cual
uno de los pilotos que momentos antes del accidente había salido de la cabina y
pese a que lo intentó, incluso golpeando la puerta, no pudo volver a entrar en
ella.
Ahora, setenta y dos horas después del accidente, ese dato que habrá de ser confirmado y explicado,
transformará el relato de los hechos, pero me temo que no para bien, porque lo convertirá en una novela de suspense y dará pie a
todo tipo de especulaciones morbosas. Y yo, que he dedicado mi vida a trabajar
en y para la información, seguiré preguntándome mientras tanto ¿cuándo
aprenderemos?
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario