¡Pobre Miguel, pobre "príncipe de los ingenios"!
Qué hubieran dicho él o cualquiera de sus personajes, especialmente
Alonso Quijano o ese Don Quijote que creía ser, qué hubiera dicho el bueno de
Sancho Panza, ante el circo que montó ayer el Ayuntamiento de Madrid para
presentar el humo de los resultados de una excavación arqueológica que, después
de largos meses sólo ha sido capaz de proclamar lo que ya sabíamos: que los
restos de Cervantes o al menos parte d ellos están enterrados en el convento de
las Trinitarias de Madrid, en una cripta, bajo la iglesia consagrada en honor
de San Ildefonso.
Seguramente, molesto por haber sido despertado de este sueño
de siglos, Miguel de Cervantes o, en su lugar, cualquiera de sus personajes
hubiesen dicho algo tan cervantino como que "para este viaje no hacían
falta alforjas", porque, después de tanta inversión, tanto trabajo y,
sobre todo, tanto circo mediático, lo único que han podido certificar y aún con
dudas razonables es lo que ya figuraba en una placa colocada en la lápida
conmemorativa colocada en la fachada del convento dando fe de que los restos
del autor más universal en lengua española reposan en el recinto.
La búsqueda de los restos de Cervantes, como esos
documentales de Historia falsificada a la que, por desgracia son tan dados los
canales mediáticos, se ha programado en las televisiones de una manera que yo
calificaría de impúdica, porque todos hemos sido testigos de las sucesivas
falsas alarmas que, como en una ducha escocesa nos han puesto una y otra vez en
los labios la miel del hallazgo para, una vez llamada la atención, hablar otra
vez de prudencia.
Demasiado dinero y demasiado esfuerzo dedicados a algo que,
puesto que no existe forma de cotejar los restos que se encontrasen con los de
algún familiar, en este caso la hermana monja del escritor, depositadas en un
osario, junto a los de otras monjas en un convento alcalaíno, salvo que
reposasen en un sepulcro o en una caja perfectamente identificados, no pasarían
de ser iguales a los restos que se hayan bajo todas y cada una de las iglesias
de una cierta antigüedad de las que hay en nuestro país.
Por qué entonces este interés en encontrar esos pobres
huesos. Entre otras cosas, para que Madrid, mi ciudad, convertida en una
reserva de terrazas y camareros mal pagados, tuviese un atractivo más para
convertirse en el inmenso parque temático que algunos quieren, para que la
capital de España pase a ser una especie de parque jurásico, en el que los
dinosaurios pasasen a ser los restos de escritores a los que los españoles no
leen o pintores y escultores cuyas obras casi nadie ve. De ese modo, la tumba
de Cervantes, afortunadamente diluida en la cripta, pasaría a ser una parada
más de las rutas que pastorean a los turistas como a ganado por el Bernabéu, el
Corte Inglés o la Cibeles, para que puedan volver a casa con el móvil cargad de
selfies que den testimonio del viaje.
Afortunadamente, los gigantes del parque temático cervantino
se han quedado en los molinos de una placa bajo la cual, sin ser conscientes de
ello, van y vienen los madrileños. Afortunadamente, la realidad de la historia,
el previsible resto de unos huesos condenados a continuos traslados, cada vez
más fragmentados, cada vez más revueltos, ha acabado con la
"superproducción" encargada por la alcaldesa de Madrid, la más
nefasta, y mira que ha habido alcaldes nefastos, que ha quedado en nada,
porque, como dijo ayer uno de los investigadores en la presentación ante los
medios de tan pobres resultados, en los restos hallados en la cripta "hay
algo de Cervantes", aunque sea imposible probarlo.
Ojalá todo ese esfuerzo dedicado a encontrar los restos de Cervantes se dedicasen a difundir su obra entre las nuevas generaciones por todo el mundo y, sobre todo, ojalá todo el dinero se empleas en ayudar a quienes el Ayuntamiento que preside Ana Botella esta empujando a la miseria. Don Miguel, amigo de la justicia poco amigo de muertos soberbios y enterramientos ostentosos, sin duda, estaría orgulloso y satisfecho de la ciudad que le vio morir y en la que quiso descansar para siempre.
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1 comentario:
El epílogo lo deja muy claro....
Saludos
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