La gran virtud de Podemos, pero también la miseria su talón
de Aquiles es su indefinición en muchos asuntos. Tanta es esa indefinición que,
sin rostros y sin siglas, el discurso de la otra gran formación emergente,
Ciudadanos, salvo en algunos asuntos, podría ser intercambiable. Eso es algo
que el partido de Pablo Iglesias y sus compañeros debería solucionar en las
próximas semanas, porque el tic-tac del reloj también suena para ellos y lo que
no pueden pretender es ser como uno de esos productos que todo lo remedian y
que, una vez comprado, queda arrinconado en un armario.
No sé si le pasará a otros, pero a mí me ocurre que me
producen una enorme frustración todas esas trabas que pone la formación a
cualquier intento de aproximación de otros partidos y coaliciones a sus siglas.
Me frustra y me inquieta, porque España vive una oportunidad histórica de
cambiar todo lo que hasta ahora ha dado origen a sus males, una oportunidad de
cambio en la que la "sopa de siglas" no va representar los deseos de
una gran parte de la ciudadanía, en tanto de una candidatura de unidad tendría
muy fácil, al menos aquí en Madrid, desalojar del poder a los que hasta ahora
han abusado de él o, al menos, forzar la rectificación del que hasta ahora se
ha nutrido del voto útil dela izquierda.
Lo que Podemos debería tener claro es que su indefinición
tiene fecha de caducidad, porque de aquí a unas semanas, prácticamente en menos
de un mes, habrá de retratarse en Andalucía, donde, si todo va como parece en
las encuestas, tendrá en sus manos la llave para facilitar o dificultar la
gobernabilidad de Andalucía y no sólo eso, porque también podrá influir en la
orientación del gobierno resultante.
Antes de que en mayo concurran en ayuntamientos y
comunidades autónomas, con sus siglas o sin ellas, en coalición o en solitario,
tendremos ya un retrato de Podemos en el mundo real del poder y la
responsabilidad, un retrato con el que, quiéranlo o no, se presentarán ante los
ciudadanos. Y lo van a tener muy difícil, porque lo único seguro es que la prensa,
que casi toda está en manos de la banca y de las grandes empresas va a
emplearse a fondo contra ellos. Tanto, que las campañas de acoso vistas hasta
ahora van a quedarse como simples caricias.
Es comprensible que Podemos dificulte cualquier intento de
acercamiento de otros a sus filas, es más que lógico que se defiendan de una
posible vampirización de todo el esfuerzo que en poco menos de un año han hecho
los dirigentes y militantes de la formación, pero no menos lógico es sumar a
los suyos otros esfuerzos, los de quienes llevan tanto tiempo o más que ellos
acercándose a la gente y sus problemas sin que, como diría la ex ministra Leyre
Pajín, se diese la conjunción planetaria que en su caso se dio, les encontró en
el lugar y el momento apropiado.
Yo, que deseo como el que más un cambio en el sistema que
nos ha traído hasta aquí estaría más que encantado de votar a Podemos, pero más
lo estaría si Podemos concurriese a las elecciones coaligado con toda esa gente
de principios que lleva años peleando con el silencio al que se les condena en
los medios de comunicación, con esa gente que ya estaba ahí, en los barrios y
en los problemas cuando ellos llegaron y que pueden aportar mucho, ideas y
cuadros, al ejercicio del poder que, más tarde o más temprano le será devuelto
a la gente.
No sé si votaré a Podemos. Lo que sé es que votaré a la
mayor coalición de la izquierda posible. Y es que cuantos más seamos, mejor,
porque ya va siendo hora de que este país que siempre ha sido de izquierdas y
solidario, despierte del sueño egoísta en el que unos y otros le metieron.
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