Hace más de medio siglo, cuando en este país era imposible
la crítica, salvo que se asumiese que se iba a poner en riesgo la libertad y el
pellejo, la realidad se describía mediante metáforas y lo que no se podía
contar sobre el país o el gobierno, se insinuaba o se decía abiertamente
cambiando los personajes y los escenarios. De ese modo y gracias al ingenio de
humoristas como Pablo, España se convertía en una "oficina
siniestra", en la que el director general es un tirano, el jefe de
personal, un torturador inmisericorde y, ambos, cuentan con la inestimable
colaboración de un personajillo miserable y baboso que las más de las veces
aparecía dibujado sujeto al jefe con una cadena, como si de un perrillo faldero
se tratase.
Pues bien, pasado más de medio siglo aquella oficina
siniestra que Pablo usó para pintar la sociedad que criticaba sigue viva, tanto
en las oficinas de hoy, en las que sigue habiendo tiranos, torturadores y
pelotas -yo que pasé la última etapa de mi vida laboral en una, doy fe de ello-
como en cualquiera de las muchas estructuras de poder que tenemos sobre
nuestras cabezas. También en la Unión Europea que muy bien podría identificarse
con la premonitoria burocracia tenebrosa del genial Pablo.
En esa burocracia tenebrosa, podemos asignar papeles a cada
uno de los personajes y el tirano seria tirana y se llamaría Angela Merkel, el
torturador muy probablemente lo sería Wolfgang Schäuble, su ministro
de Economía, en el papel de miserable pelota encajaría a la perfección el
nuestro, Luis de Guindos, al que estos días le está faltando tiempo para
criticar y humillar a los griegos, principales víctimas de la crisis económica
y política que padecemos los europeos, especialmente los del sur del
continente.
Porque no otra cosa que un miserable pelota que, a costa de
los griegos, está tratando de labrarse el futuro en lo que eufemísticamente
llamamos ahora "las instituciones", es este ministro de Economía que,
no lo olvidemos, con sus indefiniciones y mentiras multiplicó el desastre de
Bankia con todas sus consecuencias, al tiempo que llenó los bolsillos de todos
los especuladores que, como buitres, sobrevolaban el desastre, ansiosos por
caer sobre la carroña.
Luis de Guindos ha estado jugando estos días dos partidas
distintas. Una contra Podemos, reforzando el mensaje miserable de Rajoy,
reclamando a Grecia la parte del rescate que, como cualquier otro país miembro
del Eurogrupo, pagamos en metálico o mediante avales, y que no es mucho mayor
que el rescate que recibimos de Bruselas para nuestra banca, especialmente para
Bankia, reconocido hoy mismo en la SER por su actual presidente, José Ignacio
Goirigolzarri, partida en la que el objetivo final ni siquiera sería recuperar
ese dinero, sino hacer fracasar a Tsyriza, el partido elegido por los griegos,
para minimizar las expectativas electorales de Podemos.
Y a fe que, en esa partida, De Guindos se ha empleado a
fondo. Tanto, que el primer ministro griego, Tsipras se ha quejado públicamente
de la dureza de los representantes de España y Portugal, por haber sido quienes
se emplearon más a fondo en la negociación con Atenas. Pero no sólo eso, porque
ayer comenzó una nueva partida, no sé si llevado por su alma especuladora de
los tiempos de Lehman Brothers y buscando una recolocación para cuando deje el
gobierno, que lo dejará pronto, se sacó de la manga, o quizá de la indiscreción,
una ampliación del rescate a Grecia que tuvo que ser inmediatamente desmentido
por Bruselas.
En fin, tenemos en Luis de Guindos nuestro pelota número
*******, encargando a la perfección al personaje de Pablo en su oficina
siniestra, alguien siempre dispuesto a denunciar y humillar al débil o a quien
está en dificultades, en tanto que se arrastra a los pies del tirano, a la
espera de que le llegue el hueso que le hace la boca agua.
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