Ya lo dejé escrito anoche en Facebook y espero que Fernández
Díaz no me lo tome en cuenta: el esperado debate entre los candidatos Miguel
Arias Cañete y Elena Valenciano me dejó una sensación cercana al vómito. Estaba
todo tan pactado, tan estudiado que, sí a uno y otra le hubiesen permitido
soltar cada uno de sus "rollitos" ante su correspondiente cámara, en
las sedes de sus partidos y luego para después alternarlos en la emisión, el
resultado hubiese tenido más ritmo y, quizá, la moderadora no hubiese resultado
tan inútil como resulté en el formato, tan repactado, que paralizaba cualquier
atisbo de espontaneidad.
Fue tal el afán en proteger a los candidatos que, prácticamente,
no les dejaron ser ellos mismos, condenándolo a ser poco más que dos pesados y
torpes "Bibendum", la mascota de Michelin, corriendo ridículamente
una carrera de obstáculos por una pista de atletismo. Movimientos torpes, esa
sensación de ir "a piñón fijo", para no decir ni más ni menos que lo
que ellos o sus asesores querían que se dijese, tiempos tan estrictos,
encorsetados y breves que a uno le dieron para papagayear sus fichas y sus
montañas de datos tan falseados como indigeribles y a la otra para estar más
pendiente del reloj que de la soltura y autonomía que se espera de alguien con
sus experiencia.
Fue tal el afán de autoprotección, fueron tantos los
neumáticos que echaron sobre sus cuerpos para evitar los golpes que resultaron
irreconocibles y sus movimientos tan iguales que, salvo por el tamaño y las
barbas resultaba difícil distinguir a San Antonio de la Purísima. Me estaba
resultando tan aburrido y tan insultante para seres inteligentes que dejé de
verlo en la tele y lo deje de fondo en la radio, mientras hacía otras cosas en
el PC. Y creo que, por lo escuchado, no me perdí nada al privarme de su imagen,
porque la presencia de los candidatos resultó tan tediosa y poco edificante
como pensaba y el resto del debate careció de la más mínima tensión.
De lo inútil del debate da idea el hecho de que uno de los
asuntos que más preocupan a los ciudadanos y más debieran preocupar a gobierno
y oposición, la corrupción, no entró más que de refilón y apenas en una
insinuación a los viajes de dirigentes del PP a Suiza. Quizá porque ese asunto
preocupa demasiado y más que a los ciudadanos a ambos partidos, tanto que la
cárcel figura ya en el horizonte de alguno de sus dirigentes. Evidentemente eso
pasó porque así debió quedar pactado, porque no hay que olvidar que muy
probablemente la corrupción alcance a los fondos europeos que durante años han
llegado a nuestro país. Tampoco apareció Cataluña. Evidentemente, porque, pese
a lo crítico de la situación, el mensaje de una y otra formación, al menos el
que sale de Madrid respecto a las legítimas aspiraciones de los catalanes es
tan intransigente como parecido.
Tenía pocas dudas de que mi voto fuese a parar a ninguna de
ambas formaciones, apenas las tenía y os aseguro que se disiparon del todo. No obstante,
no sería justo dejar de decir que, pese a todo, Elena Valenciano, la primera
candidata, o candidato, socialista que no recibirá mi voto en treinta y dos
años, estuvo mejor porque, pasados los primeros titubeos, las primeras
inseguridades, pareció creerse más lo que decía que un señor que pierde mucho
cuando no tiene delante un plato de jamón de bellota y una copa de buen vino.
Sí los debates que son capaces de organizar y pactar estos
partidos, mejor que no los haya. Lo de ayer fue una razón más para negarles el
voto, Quizá, así, la próxima vez quienes tengan que pactar las condiciones no
sean estos partidos y quizá haya más de uno y en más de una televisión.
En resumidas cuentas, después de la tortura catódica, o como quiera sea ahora, de ayer, lo único que
he sacado en claro es que ambos candidatos son torpes, aunque uno más
que la otra y que, difícilmente, los que lo vierion habrán cambiado el sentido de su voto.
Y, ahora, mientras escribo esto, escucho a Cañete defenderse de su fracaso, justificándolose, atención, enq ue no queiso aparecer intelectualmente superior ante una mujer para que nadie le acusaran de machista ¡Manda huevos! que diría su colega shakespeariano"
Y, ahora, mientras escribo esto, escucho a Cañete defenderse de su fracaso, justificándolose, atención, enq ue no queiso aparecer intelectualmente superior ante una mujer para que nadie le acusaran de machista ¡Manda huevos! que diría su colega shakespeariano"
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario