viernes, 16 de mayo de 2014

DEBATE ENTRE TORPES: UNO MÁS QUE OTRA


Ya lo dejé escrito anoche en Facebook y espero que Fernández Díaz no me lo tome en cuenta: el esperado debate entre los candidatos Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano me dejó una sensación cercana al vómito. Estaba todo tan pactado, tan estudiado que, sí a uno y otra le hubiesen permitido soltar cada uno de sus "rollitos" ante su correspondiente cámara, en las sedes de sus partidos y luego para después alternarlos en la emisión, el resultado hubiese tenido más ritmo y, quizá, la moderadora no hubiese resultado tan inútil como resulté en el formato, tan repactado, que paralizaba cualquier atisbo de espontaneidad.
Fue tal el afán en proteger a los candidatos que, prácticamente, no les dejaron ser ellos mismos, condenándolo a ser poco más que dos pesados y torpes "Bibendum", la mascota de Michelin, corriendo ridículamente una carrera de obstáculos por una pista de atletismo. Movimientos torpes, esa sensación de ir "a piñón fijo", para no decir ni más ni menos que lo que ellos o sus asesores querían que se dijese, tiempos tan estrictos, encorsetados y breves que a uno le dieron para papagayear sus fichas y sus montañas de datos tan falseados como indigeribles y a la otra para estar más pendiente del reloj que de la soltura y autonomía que se espera de alguien con sus experiencia.
Fue tal el afán de autoprotección, fueron tantos los neumáticos que echaron sobre sus cuerpos para evitar los golpes que resultaron irreconocibles y sus movimientos tan iguales que, salvo por el tamaño y las barbas resultaba difícil distinguir a San Antonio de la Purísima. Me estaba resultando tan aburrido y tan insultante para seres inteligentes que dejé de verlo en la tele y lo deje de fondo en la radio, mientras hacía otras cosas en el PC. Y creo que, por lo escuchado, no me perdí nada al privarme de su imagen, porque la presencia de los candidatos resultó tan tediosa y poco edificante como pensaba y el resto del debate careció de la más mínima tensión.
De lo inútil del debate da idea el hecho de que uno de los asuntos que más preocupan a los ciudadanos y más debieran preocupar a gobierno y oposición, la corrupción, no entró más que de refilón y apenas en una insinuación a los viajes de dirigentes del PP a Suiza. Quizá porque ese asunto preocupa demasiado y más que a los ciudadanos a ambos partidos, tanto que la cárcel figura ya en el horizonte de alguno de sus dirigentes. Evidentemente eso pasó porque así debió quedar pactado, porque no hay que olvidar que muy probablemente la corrupción alcance a los fondos europeos que durante años han llegado a nuestro país. Tampoco apareció Cataluña. Evidentemente, porque, pese a lo crítico de la situación, el mensaje de una y otra formación, al menos el que sale de Madrid respecto a las legítimas aspiraciones de los catalanes es tan intransigente como parecido.
Tenía pocas dudas de que mi voto fuese a parar a ninguna de ambas formaciones, apenas las tenía y os aseguro que se disiparon del todo. No obstante, no sería justo dejar de decir que, pese a todo, Elena Valenciano, la primera candidata, o candidato, socialista que no recibirá mi voto en treinta y dos años, estuvo mejor porque, pasados los primeros titubeos, las primeras inseguridades, pareció creerse más lo que decía que un señor que pierde mucho cuando no tiene delante un plato de jamón de bellota y una copa de buen vino.
Sí los debates que son capaces de organizar y pactar estos partidos, mejor que no los haya. Lo de ayer fue una razón más para negarles el voto, Quizá, así, la próxima vez quienes tengan que pactar las condiciones no sean estos partidos y quizá haya más de uno y en más de una televisión.
En resumidas cuentas, después de la tortura catódica, o  como quiera sea ahora, de ayer, lo único que he sacado en claro es que ambos candidatos son torpes, aunque uno más que la otra y que, difícilmente, los que lo vierion habrán cambiado el sentido de su voto.
Y, ahora, mientras escribo esto, escucho a Cañete defenderse de su fracaso, justificándolose, atención, enq ue no queiso aparecer intelectualmente superior ante una mujer para que nadie le acusaran de machista ¡Manda huevos! que diría su colega shakespeariano"


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