Que la derecha siempre ha tenido un sentido patrimonial del
mundo y de la vida está claro. Un cacique como el candidato Cañete que, no
debemos olvidarlo, es un Domeq consorte, tiene claro que todo lo que es capaz
de divisar, a pie o a caballo y pobre caballo entonces, le pertenece. Y, si no
a él, al vecino que, antes o después, mezclará su sangre con la suya, la de sus
hijos, para engrandecer sus horizontes.
Por eso no debe extrañarnos que quienes, desde décadas, si
no desde siglos, han dispuesto de las tierras, de los bienes de producción y de
las vidas y haciendas de quienes están por debajo de su pedestal o de su cuna
pretendan seguir haciéndolo por muchos años, por si mismos o por sus hijos.
Con esta crisis, consecuencia de la codicia de quienes quisieron
ampliar su negocio vendiendo sueños a los que no podían pagárselos y que,
desgraciadamente, perdieron el sueño y lo poco que tenían, incluido el trabajo,
la derecha, además de aumentar su riqueza -no conozco a ninguno de ellos que
sea hoy más pobre que hace seis años- se ha esforzado y cómo en hacer los
reajustes necesarios para abaratar los costes de todo lo que sostiene su
riqueza.
Así ha hecho las reformas oportunas para que despedir en
España salga casi gratis y poder así despedir a trabajadores que se han dejado
su vida en las oficinas, los mostradores, los almacenas, las cadenas de montaje
o los bancos de los talleres, sin esperanzas de volver a encontrar un empleo,
en medio del desierto que conduce a la jubilación, para, trampeando la ley, por
más que ya les fuese favorable, sustituirlos por otros trabajadores más
jóvenes, mejor preparados o no, pero con sus salarios y sus derechos claramente
disminuidos.
La derecha nos ha mirado siempre desde su castillo, arando
su finca, y, por eso, cuando la cosecha es mala o no cumple sus expectativas,
nos mandan a sus capataces, sus comisarios o sus recaudadores, para sacar
de nuestra piel la diferencia. A la derecha no le interesa o no le ha
interesado nunca la gente que no es de lo que Rajoy llama "la buena
estirpe". Miento, de vez en cuando le interesa. Le interesa cuando
necesita sus votos para encaramarse al poder, ahora que vivimos en una
democracia formal. Le interesa para que le den el poder que le permita recortar
esos derechos y esos servicios conquistados tras años de dolor y lucha. Le
interesa que, cargado con la carnada del egoísmo, lo cambien por una bajada de
impuestos que, para ellos, los imbéciles que pican, son migajas y, para ellos,
un festín.
Lo tienen tan claro y tienen tan claro que la alternativa
socialdemócrata es apenas una franquicia de lo suyo que se permiten, como acaba
de hacer el candidato de la derecha, Juncker, reconocer que se han pasado en
austeridad y que han causado mucho dolor, pero, eso sí, sin rectificar ni
reparar todo el daño causado. Con sus trajes caros, sus gafas de diseño, sus
corbatas de seda y sus modales, pretenden engatusarnos, pero son los mismos.
Son los del caballo y la fusta, los del derecho de pernada establecido o
asumido. Los que, como Cañete, no se sienten culpables de esa forma de racismo
que es el machismo, porque lo han mamado en casa, lo han comulgado en misa y se
lo han reído en las sobremesas. No tienen respeto por nadie ni por nada y por
eso dicen que se han equivocado en la dosis de austeridad como dirían que se
han pasado con la sal en la paella.
No tienen remordimientos, porque nos consideran suyos,
llorarían más por un perro o un caballo, y nos matan, poco a poco, desde Bruselas o desde Madrid, pero nos
matan, porque, como en la copla, están convencidos de que somos suyos.
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