A quienes vivimos la dictadura y ansiamos durante tanto
poder votar se nos hace extraño que haya quien, por desengaño, por cabreo o por
comodidad prefiera quedarse en casa, pero más nos extraña que quienes concurren
a ellas parezcan empeñados en dilapidar esfuerzo y dinero en campañas que, más
que animar al voto, parecen alejar a los ciudadanos de las urnas. Pero,
atención, este análisis parece lícito, pero me temo que errado.
Alguien puede creer que un partido con los recursos del PP
puede poner al frente de su campaña a un tipo tan negado como Carlos Floriano.
Yo me inclino a pensar que lo que está buscando es otra cosa, que lo que en
realidad persigue es aburrir definitivamente a los ciudadanos, conseguir que
aflore en su conciencia el sarpullido democrático que le ate al sofá, mientras
sus fieles, sus votantes fijos, las monjas y pensionistas cuyo voto por correo
gestionan "desinteresadamente", sus estómagos agradecidos, sus
cerebros asustados, dejan sus papeletas, escasas, aunque suficientes para su
apuntalado futuro.
En ello, ha sido su cómplice el PSOE que, durante años ha
contribuido a reducir su presencia en el hogar de los votantes a esos breves
segundos de telediario en los que se martillea su cerebro con esa "idea
fuerza" que a la postre no es más que un eslogan ideado por un publicista
o, como mucho, consensuado por un político y un publicista de confianza.
Frases, ideas fuerza, disparadas ante las cámaras a una señal de alguien de
confianza que avisa del momento en el que "entran" en el telediario
en directo.
Son muy pocos, por no decir ninguno, los partidos que
exponen en campaña sus ideas a los ciudadanos. De hecho, los mítines se llenan
con militantes, movilizando agrupaciones y autobuses y calculando aforos y
tiros de cámara para que no haya huecos y para que quienes lo ven desde casa no
se enfrenten a la inquietante sensación de ver a todo un presidente de gobierno
o a un secretario general hablando entusiasmado ante un grupo de sillas
vacías.
Los partidos, especialmente los grandes, se han puesto en
manos de los especialistas que han reforzado su mensaje, como esos jardineros
que podan y repodan los rosales a la búsqueda de las mejores rosas y se olvida
del resto del jardín que, a la larga, acabará rodeando los planteles y
asfixiando su belleza. No han hecho en eso más que clonar su actitud de todos
los días, alejándose de la sociedad real y echándose en brazos de vendedores de
las "chispas de la vida" y de encantadores de serpientes que acaban
robándoles el alma y lo poco que les queda de humanos.
Dónde están aquellos mítines de hace casi cuarenta años, a
los que íbamos a "enterarnos" de lo que cada partido podía darnos,
dónde está esa ilusión casi festiva que ha dejado paso a "ceremonias"
coreografiadas al milímetro, en las que el mismo líder entran en los mismos
pabellones en distintas ciudades con los mismos gestos, los mismos besos y abrazos,
los mismos niños en ofrenda desde los brazos de sus padres. Mítines muy "a
la americana" en los que el candidato se olvida de la realidad de la calle
y se refuerza en su mensaje y en un programa que, de antemano, sabe que jamás
cumplirá.
Los echo de menos, como echo de menos esos partidos con más
ilusión que maquinaria electoral, capaces de ganarnos con la fuerza de sus
ideas y sus acciones. Me gustaría, para qué negarlo, un partido que fuese lo que
ha sido la Plataforma Anti Desahucios todos estos meses, un partido capaz de
dejarnos claro qué nos estamos jugando y qué es lo que hay que cambiar, un
partido cercano, de todos los días.
Pero me temo que tendré que resignarme, entre otras cosas,
porque el que más se le parece está aquejado ya del virus del personalismo. No
obstante, no me pienso desanimar y llevaré mi voto al mismo lugar en que estaba
en aquellas elecciones tan ilusionantes, ya tan lejanas. No dejéis que os
fumiguen estas campañas tan castrantes, Pensad sólo en la fuerza de vuestro
voto que nunca pondréis a prueba si os quedáis en casa. Está claro que si
realmente queréis que los que están arriba cambien, no vale esperar a que lo
hagan. Hay que cambiarlos y hay que cambiarlos ya.
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