¡Pobre Rubalcaba! Es una verdadera lástima que uno de los
más hábiles políticos que ha tenido este país, artífice, entre otras cosas, del
fin de ETA, acabe su carrera política atrapado en su propio laberinto, tras ir
dando tumbos, de fracaso en fracaso, durante estos últimos años. No ha sido una
excepción, le ha ocurrido lo que les viene ocurriendo hasta ahora a todos los
políticos españoles que se empeñan, como en el juego infantil, en alcanzar a
cima para convertirse en "el rey de la montaña" y, una vez en ella,
se dan cuenta de que el ansiado reinado consiste en resistir mientras pueda los
continuos embates de quienes aspiran a sucederle. Y que conste que no le
compadezco, porque ha sido el quien lo ha buscado y porque lo que ahora padece
no es otra cosa que lo que le causó previamente, pero ge de reconocer que una
mente tan privilegiada como la suya se haya, la hayamos, perdido en un juego
tan miserable como ese.
No sé qué es lo que les ocurre a estos personajes para
acabar tan alejados de la realidad. Todos habíamos intuido lo que al final
acabó pasando y que ellos, el propio PSOE y el PP, no fueron capaces de ver. Y
creo que lo que les pasa es consecuencia de que se desayunan con la prensa en
su despacho, en lugar de hacerlo en la barra de una cafetería, pegando la oreja
a las conversaciones de la gente normal y corriente. Lo que les pasa es que
perciben una realidad filtrada y acomodada a sus deseos, en lugar de bajar al
suelo y toparse con la que vive esa gente normal con vidas normales, para la
que dicen trabajar.
Alfredo Pérez Rubalcaba tomó ayer la decisión más dura de su
vida, porque, salvo sorpresa que más que sorpresa sería un chiste de mal gusto,
el hombre que ha estado en todos los parlamentos de la democracia y en todos
los gobiernos socialistas pondrá fin a su carrera política. Y fue sin duda una
decisión difícil, porque, no sé si por egoísmo, por soberbia o por creerse
imprescindibles para el servicio de los demás, lo que no deja de ser también
una forma soberbia, se resisten a dejar su sitio a otros, incluso cuando ya es
evidente que causan más problemas que los que solucionan.
Rubalcaba se va, pero deja más que embrollado el futuro de
su partido, con unas primarias abiertas a los simpatizantes, interceptadas
ahora por un congreso extraordinario que habrá de elegir a la nueva dirección
del partido y resulta curioso que quienes no fueron capaces de prever el vuelco
de las urnas del pasado domingo, los mismos que no prestaron atención a los
indignados del 15-M hasta que la ocupación de Sol era un clamor, que son los
mismos que no mentaron la bicha de las preferentes o hablaron de desahucios
mientras que en la calle no se hablaba de otra cosa... esos mismos andan ahora
aconsejando sus galgos o sus podencos a lo que queda del PSOE, apostando por un
congreso aparatista que refuerce la estructura del partido o unas primarias
abiertas que descubran a un nuevo zapatero que devuelva la ilusión a los
votantes.
Son dos cosas distintas, muy distintas y ni en una ni en la
otra está la solución que esperan los ciudadanos.
Haría mal el PSOE creyendo que estas elecciones las ha
perdido en la campaña o por el programa que llevó a las urnas, hará mal
pensando que eligió a la candidata equivocada. El PSOE perdió estas elecciones
en el minuto uno de esta legislatura, cuando trató de revestirse del tan ajado
traje de la responsabilidad, de la capa de superhéroes salvadores del Estado,
mientras a millones de ciudadanos, muchos de ellos entre sus propios votantes,
se les venía el mundo encima, sin que nadie ene se partido que se dice obrero
se ocupase de ellos.
Convocar ese congreso extraordinario, como hizo ayer
Rubalcaba desde las ruinas del partido, permitiría a los militantes redefinir
su partido, desalojar de Ferraz a quienes, más que un instrumento para
transformar la sociedad, ven en el partido una oficina, un puesto de trabajo o
un salario, para salir a la calle y aprender del malestar ciudadano el camino
para recuperar la confianza de la sociedad. Este congreso no debería ser un
simple "quítate tú para ponerme yo", sino que debería cambiar las
reglas y los fines de un partido que en apenas cinco años ha dinamitado
su patrimonio y su prestigio.
En cuanto a las primarias, sé que mediáticamente serían
mucho más atractivas, con minicampañas y todo, y, sobre todo, pondrían cara a
un candidato que, si tuviese que esperar a la posterior bendición del congreso,
podría salir tan trasquilado o más que el propio Borrell. El PSOE, lleno de
rostros quemados, repleto de hojas de servicio más que amortizadas y sembrado
de ambiciones, necesita otras caras, otros nombres, pero, sobre todo, necesita
ideas, necesita proyectos y necesita una nueva actitud que le reconecte con la
sociedad, pensando más en solucionar sus problemas que en conseguir sus votos.
Dos cosas distintas de las que depende su futuro o, incluso, seguir teniéndolo.
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