Nada hay tan peligroso para un país como un gobierno
dispuesto a utilizar los recursos del Estado al que debería servir para
hacerlos servir en beneficio propio y eso es algo, quizá lo único, en lo
que este gobierno que tenemos -por más que nos pese tenerlo y lo que hace- ha
demostrado empeño y destreza.
Tenemos un equipo económico dispuesto a hacernos limpiar con
nuestro asco y nuestro dinero la enorme cagada que fue tejer en torno a la
ciudad de Madrid toda una red de innecesaria, por duplicadas, autopistas de
peaje, diseñadas para que los propietarios de audis, mercedes o lujosos
todo-terreno, tan inútiles como las mismas calzadas, pudiesen vivir a cincuenta
kilómetros de la plebe, en sus lujosas urbanizaciones o pasar fines de semana
en las playas, valencianas en el caso de Madrid, sin tener que soportar los
embotellamientos que cada día, laborable o festivo, tienen que tragarse los
"pringaos" de siempre.
Esa cagada, que no lo fue para quienes ganaron con ella
elecciones y dinero Gürtel o un futuro pos político en bancos y constructoras,
la vamos a limpiar de nuestro bolsillo TODOS los españoles, incluidos los que
nunca pasamos por ellas, porque el gobierno no parece dispuesto a que
salga de las concesionarias o de las constructoras que nos vendieron el
paraíso, mientras se relamían pensando en un negocio redondo, en el que sólo
contarían para los beneficios y nunca para las pérdidas.
La mitad de la "pasta" que el Gobierno pretende
dedicar a tapar las pérdidas de sus amiguetes bastaría, según Cáritas, para
sacar a medio millón de españoles de la pobreza severa en la que, por su culpa,
la del Gobierno, viven. El dato, tan real y tan cierto como que es el resultado
de contemplar las estadísticas del equipo económico del ejecutivo sin beber,
fumar o esnifar lo que esnifan el PP y sus monaguillos, no ha gustado lo más
mínimo, es más, ha cabreado a una de las fuentes, el ministro Montoro que
protege con uñas y dientes la fábula de la España triunfante que como el ave
Fénix remonta el vuelo sobre las cenizas de la crisis y el llanto de los que
han quedado en el camino.
No le gusta y arremete contra Cáritas como di del diablo se
tratara y les acusa de exagerar, cuando lo que quizá esté haciendo la ONG
católica es ver las cifras sin prejuicios y, al contrario que el Gobierno, al
menos leste gobierno, escuchar y atender a las víctimas de tanto despropósito.
Está claro que ese es uno de los puntos fuertes de la gente
de Rajoy: leer la realidad con las orejeras que se ponía a las caballerías para
que no viesen los lados del camino y, con ello, lo que pudiera asustarle. Lo
malo es que, ayudado de una prensa y unos medios que han olvidado para qué
nacieron y para quién deberían trabajar, pretende colocar también esas mismas
orejeras al resto de la sociedad. Al gobierno no le gusta escuchar a la
sociedad, ni que la propia sociedad se escuche y se reconozca en sus quejas.
Eso sería muy peligroso, porque el millón largo de ciudadanos que estuvimos
hace una semana en las calles de Madrid podría multiplicarse y eso, claro,
amenazaría a la marca España, asustaría e incomodaría a los turistas que acuden
por millones a consumir las "relaxin' cups of coffee" de los
alrededores de la Plaza Mayor o a cazar la libélulas gigantes que "calza"
nuestra alcaldesa en su solapa.
Estoy seguro de que, si Ana Botella quiere alejar las
manifestaciones del centro de Madrid es porque alteran el hábitat de sus
monstruos de solapa. Por eso, de acuerdo con el inquilino del despacho que
queda debajo del reloj de la Puerta del Sol, con ático en Marbella, y con el
apoyo inestimable del ministro de la porra está de acuerdo con que se defienda
a sangre y fuego ese territorio que es la calle, aunque sea a costa de la
tranquilidad y la seguridad de cientos de miles de manifestantes. Por eso siembran
el entorno de cualquier manifestación con policías disfrazados de radicales que
se comportan unas veces como una cosa y otras como la otra.
Por eso este señor, el ministro de la porra, ha pasado
sigilosamente por encima de los quince ahogados en el Tarajal de Ceuta o por
los heridos de los incidentes del pasado sábado. Por eso resulta tan peligroso
dejar las cuestiones que afectan a la seguridad y los derechos de los
ciudadanos en manos de quienes echan mano de la fatalidad o la providencia a la
hora explicar sus fallos o encontrar soluciones. Por eso es tan peligroso tener
ahí a alguien que lo arregla, o estropea, todo "por pelotas".
De momento, hoy sabemos que uno de los manifestantes del
sábado, sobre el que no pesa ninguna acusación, porque no puede haberla, ha
perdido la visión de un ojo a causa del impacto de una pelota de goma lanzada
por la Policía mucho tiempo antes del final fijado para la concentración, ya
que los médicos que le atendieron fijaron en el parte de asistencia las nueve y
cuatro minutos como hora de ingreso en el puesto de socorro.
Con todo ese material, harían muy bien los organizadores de
las marchas en denunciar a la Policía y sus responsables ante la justicia, en
lugar de dar la palabra a inconscientes boquirrotos. Si no, acabaremos
reduciéndolo todo a una cuestión de pelotas. Y en eso ganan ellos, porque las
que dejan ciego, las pagamos todos, pero las dispara su gente.
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