Hace ya tiempo que los otrora todopoderosos y respetados
personajes de la foto ya no se ríen como cuando fueron inmortalizados en
ella para el panteón de los trúhanes. Eran otros tiempos, tiempos en los
que, seguramente, bastaba levantar un teléfono o escribir un correo a la
persona adecuada, para obtener el crédito urgente y salvavidas que
permitía mantener pagar nóminas y mantener la ficción de una
solvencia inexistente, mientras se coleccionaban coches de lujo y apartamentos
en Manhattan.
Otros tiempos en los que llegamos a creernos los reyes del
mambo, invitados a recoger las migajas de los grandes desfalcos organizados a
la sombra del poder corrupto e aquí y de allá que, a cambio de
financiación blanda, cuando no del perdón absoluto de las deudas hacían la
vista gorda ante la orgía repugnante que se estaban pagando con nuestros
ahorros.
Uno y otro coincidieron de nuevo en la prisión de Soto
del Real, donde supongo que, si se cruzaron, no tendrían ya ganas de sonreír
como entonces. Uno y otro acabaron allí por razones distintas. Díaz Ferrán, el
otrora presidente de la patronal CEOE, que, por cierto, le mantuvo en el
cargo hasta que se vio en el riesgo de celebrar sus consejos en prisión, por
haber rapiñado su empresa de viajes, no sin antes haber arruinado antes
las vacaciones de centenares de inmigrantes ecuatorianos, a sabiendas de que
sus aviones no despegarían. Blesa fue a Soto, y por dos veces, a cuenta
del celo, quizá excesivo, del juez Elpidio, convenientemente castigado ya por
su osadía, que investigaba la compra, torpe si no tramposa, de un banco en
Florida, con el dinero, claro, de los clientes de Cajamadrid.
En fin, minucias una y otra cosa, si se comparan con el
asunto que les lleva hoy a la sede provisional de la Audiencia Nacional,
en la calle Prim, donde van a ser interrogados como querellados junto
a otros "presuntos" canallas por haber estafado a miles de
clientes de las cajas que formaron Bankia, sobre todo ancianos y desinformados
con más buena voluntad que otra cosa que confiaron sus ahorros a empleados que,
siguiendo las consignas y los sucios procedimientos dictados por la cúpula de
las cajas, les hicieron creer que era un depósito seguro lo que acabó siendo
aún peor que jugárselos a la ruleta.
Hoy, al final de la mañana, uno y otros, así como otros
consejeros, entre los que no faltarán hoy, mañana y pasado, que vergüenza,
representantes de Comisiones Obreras, UGT y del partido socialista. Unos y
otros tendrán que responder de lo que, ya no cabe duda, no fue más que la
rapiña del dinero de gente, en su mayoría humilde e inocente, para tapar
las consecuencias del despilfarro, el amiguismo, la codicia y la
desvergüenza de quienes únicamente aportaban como aval para alcanzar sus
puestos el favor de padrinos poderosos o ser la cuota que correspondía a
patronal, partidos y sindicatos por practicar el "sano" y productivo
oficio de ver, oír y callar.
Hoy les toca a los primeros, mañana al resto, hacer el
paseíllo y sufrir la ira de quienes, amén de haber perdido sus ahorros, aunque
los hayan recuperado todos o en parte, se han dejado en estos años de
vergüenza y olvido, especialmente a cargo de los medios de comunicación,
jirones de salud y dignidad que sólo se verán compensados con la condena de
todos estos, de momento presuntos, delincuentes.
Hoy les toca a Blesa, Díaz Ferrán y el ugetista Martín
Pascual, hacer el paseíllo de la ira y de la vergüenza, así que
"señores", a jugar, que, con suerte y si hay justicia, la cárcel y el
tener que hacer frente a la responsabilidad por el daños causado, les esperan.
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