Foto: EL PAÍS
Vaya país éste en el que nos h tocado vivir: un país
para mear y no echar gota, que diría un castizo, un país en el que, a la hora
de reformar la legislación laboral, el gobierno sólo escucha a la patronal y la
reforma resultante es, como cabría esperar, un guante para los empresarios y
una trampa para osos para los trabajadores, un país en el que el Estado de
Derecho está convirtiéndose en una selva en la que cazan a su gusto los que
menos escrúpulos tienen.
No digo yo que todos los empresarios que operan en España
sean unos chorizos, pero, la verdad, es que, de un tiempo a esta parte, al
menos sus dirigentes, aparecen tanto en las páginas que se ocupan de la
corrupción, que alguna que otra organización empresarial debería plantearse el
cambio de sede social a algún centro penitenciario.
De todos es conocida la historia de Gerardo Díaz Ferrán
empresario carroñero que en gran medida construyó su fortuna hurgando en los
despojos de empresas en dificultades, para "mondar" lo poco que de
aprovechable quedase en ellas y abandonar después a su suerte a trabajadores y
acreedores, una especie de Atila de los negocios que iba sembrando desolación y
miseria allá por donde pasaba, mientras el botín que quedaba en sus manos,
crecía y crecía. Díaz Ferrán cayó y cayó con estrépito, saqueando sin el menor
remordimiento los sueños de muchos inmigrantes que sólo querían pasar las
navidades en su tierra y que se vieron atrapados en las frías salas de un
aeropuerto, sin explicaciones ni consuelo y con la burla del amigo de Esperanza
Aguirre hoy encarcelado, al que sólo se le ocurrió decir que él no hubiese
comprado un billete en su compañía.
Aun sabiendo eso, a la patronal española, a la que se supone
la representación de los empresarios de este país le costó meses deshacerse de
su malencarado presidente. Tal parece que o no veían lo que veíamos todos los
demás o, si lo veían, compartían el credo de quien habían elegido. Algo
gravísimo, porque por más que hablen de garbanzos negros, lo cierto es que
parece que esos garbanzos son los que abundan en el cocido empresarial y, lo
que es peor, a quienes los eligen no parece importarles demasiado verlos en el
plato.
El último en caer, ayer mismo ha sido el empresario
madrileño Alfonso Tezanos, directivo de la patronal madrileña y hombre fuerte,
ahora repudiado, que las esposas afean mucho, del presidente Arturo
Fernández, imputado en la comercialización a todas luces fraudulentas de
preferentes en Bankia, beneficiario de obscenos créditos de amiguete en
Cajamadrid y pillado "in fraganti", pagando "en
negro" a los trabajadores de sus contratas, entre otras, la de la
cafetería del Congreso.
Tezanos que no hace dos días negaba con desparpajo, la
imagen de marca de los amigos de Esperanza Aguirre, ha sido pillado con unos
cuantos millones de euros del dinero de todos, cobrados por impartir
cursos de formación inventados. Curioso personaje éste que, en una
reciente entrevista radiofónica, decía que "saber, oír, comentar...
no es tener conocimiento", que, de momento, cierra la lista de empresarios
corruptos con cargos representativos.
Lo de éste último, esa estafa al Estado, que no es
posible sin la cobertura de quien debería vigilar el buen fin de esos
fondos, da qué pensar, porque, si rapiñaban el dinero destinado a la
formación de parados, es lógico suponer que, a mayor cifra de parados, más
oportunidades de negocio.
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