El que acabamos de dejar atrás ha sido un largo fin de
semana de reivindicaciones y de reflexiones. Arrancó el sábado con la
conmemoración del Día Internacional de la Mujer y concluyó ayer con, entre
otras la concentración en Madrid en pro de la Cultura. Son tantos los motivos
por los que hay que colocarse enfrente del Gobierno cada fin de semana, cada
día, que, metidos en harina, se nos olvida que, no hace tanto, las cosas no
eran así.
Sin temor a repetirme, porque no es descuido el hacerlo,
sino insistencia, vuelvo a subrayar que todo lo que nos está pasando responde a
un plan diabólico, un plan diabólico destinado a devolver a los de siempre, a
"los de buena estirpe", lo que, más mal que bien, la restitución
de la democracia nos dio a todos los españoles la oportunidad de disfrutar y
compartir.
Leer que el responsable de la concesionaria de
Coca Cola en España sentencia, sin inmutarse, en una
entrevista “hemos ganado muchísimo dinero, aunque últimamente no tanto” no
debe sorprendernos, sí indignarnos, pero nunca sorprendemos. Lo que dice y lo
que están haciendo, cerrar con la mayor de las desvergüenzas, una planta,
la de Fuenlabrada, en Madrid, porque, con ella, no ganan todo lo que quisieran,
aunque ello condene al paro, la emigración o la ruina a centenares y sus
familias, algo que hace no tanto no hubiese sido posible, pero que, con las
sucesivas reformas laborales, las del PSOE y la del PP, es ya posible y, sobre
todo, rentable.
De un tiempo a esta parte, se nos está despojando de
derechos que creíamos inamovibles. Y, si esto es así, lo es porque no hemos
sabido o no hemos querido defenderlos. Nos hemos abonado al fatalismo, a ese
"las cosas son así, es por nuestro bien" o a ese hipócrita y cruel
"habéis vivido por encima de vuestras posibilidades" para dejarnos
atracar a cara descubierta, poniendo en la mano del atracador el arma con que
nos apuntaba. Lo de la Coca Cola es paradigmático, porque los responsables del
cierre se permiten ahora disfrazarse de generosos ofreciendo a sus
víctimas como si fuese un regalo lo que hace menos de dos años eran derechos
garantizados.
Se está desmontado, no ya el Estado de Bienestar, sino el
propio Estado de Derecho, negándose a los que menos tienen el acceso a la
justicia, encareciendo de forma salvaje las tasas, se está negando a los
más débiles el acceso a la educación, universitaria y de niveles inferiores,
estableciendo, como hace décadas, colegios de primera y de segunda, para
alumnos de "la buena estirpe" y de las otras, con el añadido
sarcástico de que ahora estamos pagando todos lo que ni siquiera el
franquismo se atrevió a cobrarnos.
Están intentado desmontar con mentiras y
trapacerías lo que era el mayor orgullo de los españoles, la sanidad
pública. Echaron el resto en Madrid y no lo consiguieron porque, por una
vez, se consiguió que todos los estamentos afectados se uniesen para
impedirlo, Y, como siempre que, además de la fuerza de la razón se
pone sobre la mesa la de la fuerza de la unidad, tuvieron que marcharse con el
rabo entre las piernas a sus despachitos o escaños de consolación, los que
tenían garantizados de antemano, acabase la cosa como acabase.
Se han cargado la tímida ley de dependencia que con más
poesía que eficacia pretendía compensar a quienes estaban librando al Estado de
la penosa "carga" de la asistencia a los dependientes. Se la han
cargado y lo han hecho dentro de ese plan diabólico del que os hablo, porque,
como decía este fin de semana la socialista Soraya Rodríguez -ya era hora de
escucharles algo sensato- los que quieren es que las mujeres, porque casi
siempre son ellas las que cuidan, se queden atadas a sus seres queridos
en casa, sin acceder al mercado laboral para, con ello, ahorrarse el
coste de la asistencia y, de paso, las pensiones que generaría su trabajo.
Del mismo la reforma gallardoniana de la regulación del
aborto no es sólo ideológica, creo que el que en tiempos fuera faraón de Madrid
no tiene ideología, sino ego y servilismo interesado, porque creo que lo que
persigue es que las mujeres que haciendo uso de su libertad decidiesen no
seguir adelante con sus embarazos se rindan ante las dificultades y paran hijos
no deseados o no oportunos en sus vidas, que ´las dejarían en la cuneta de sus
vidas, haciéndolas renunciar al progreso social y personal al que tienen
derecho. De paso, esos hijos que carecerían de la vida que toda madre desea
para ellos, engrosarían la legión de peones, la mano de obra barata con
que sueñan los que siguen a caballo después de tantos años y que siguen
mirándonos con desprecio, porque no somos de la estirpe buena, la suya.
Nada es inocente. Ninguno de los pasos dados por este
gobierno y me temo que alguno de los dados por los anteriores, van encaminados
a devaluar, ya que no pueden la moneda, nuestras vidas, mientras ellos, los de
la estirpe cantada por Rajoy en sus artículos del Faro de Vigo, siguen
ensanchando sus fincas y sus bolsas, acosta de las nuestras.
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