De niño levantaba, con cuidado y en silencio, el teléfono de
casa de mis padres, a sabiendas de que abajo, en la tienda, el comercio
familiar, alguien, probablemente mi padre, hablaba sin saberlo desde el otro
"aparato", una especie de supletorio rudimentario que se había
conectado a la línea. No sé por qué lo hacía, quizá por la tracción de lo
prohibido, por la descarga de adrenalina que proporcionaba el riesgo de ser
sorprendido, Debía ser por eso, porque nunca escuché nada interesante en mis
escuchas clandestinas.
Hoy, en especial gracias a las manipulaciones interesadas de
las escuchas y grabaciones del siniestro comisario Villarejo, meterse en
conversaciones ajenas es, gracias a la filtración de los sumarios, algo
habitual, hasta el punto de que reconocemos voces y estilos, como
reconoceríamos los de cualquiera de nuestros personajes favoritos. Sin embargo
y a pesar de que la oferta es muy variada, me muero de ganas de escuchar, de
ver por un agujerito, las conversaciones entre el inefable Puigdemont y si fiel
escudero Quim Torra.
Es de todos sabido que Torra, ese presidente pelele que
buscaron Puigdemont y los suyos para ocupar el vacío dejado por la
imposibilidad de que el huido pudiese ser elegido mientras permanecía en fuga
en su refugio de Waterloo, no ha dado un paso sin consultarlo con su
"jefe", que, sólo o en compañía de otros, ha diseñado a lo largo de
estos dos años cada paso dado por la Generalitat, pasos dados en círculo, como
no queriendo hacer un viaje a ninguna parte, a sabiendas de que llegar a la
meta es más que imposible, pero que mientras sigan en ese viaje estéril,
mientras sean capaces de mantener el espejismo, a ellos, no a la gente, les va
a ir bien.
Me gustaría saber qué se dijeron Puigdemont y ese señor con
pinta de mayordomo de las películas de Marisol, cómo llegaron a la conclusión
de que una vez solos, con una Esquerra cansada de hacer de comparsa en
los planes del huido o de quién quiera que esté detrás de él, sin sacar nada a
cambio, de que ese gobierno de guardarropía que se habían inventado a la espera
de no sé qué milagro, con todo y todos en contra, salvo esas masas tan bien
coreografiadas por Òmnium y la ANC y todos los que, de alguna manera, han
vivido y muy bien todos estos años a costa del "procés", con sondeos
hechos en Cataluña que hablan del hastío de la gente, del desencanto por el
mismo procés que no hace tanto les entusiasmaba, abiertamente en contra de un
gobierno y un president que no les han dado nada, salvo quimeras y disgustos,
me gustaría saber qué estrategia han diseñado para salir de su castillo de
naipes sin que se les venga encima.
Lo de Torra el martes fue sencillamente ridículo. Fracasado
en todo, haciendo gala, una vez más, de su falta de escrúpulos, convocó con
toda solemnidad a los medios en ese escenario a imitación de la Casa Blanca, con
puerta por la que huir incluida, para no decir nada, para anunciar unas
elecciones que ya se piden a gritos, escondiendo la fecha de celebración,
aprovechando el momento para "denunciar" la deslealtad de sus socios
de Esquerra que el lunes no quisieron seguirle en su locura inconsciente,
lanzándose a la pira de la desobediencia, para acompañarle en ese cómodo
martirio en que se ha embarcado, mientras otro, otros, sonríen cínicamente
desde Bruselas.
Lo que Torra hizo el martes fue solemnizar la nada que es lo
que en realidad viene haciendo desde que hace dos años llegó a la Generalitat.
Espero que los catalanes se den cuenta ahora de lo que han hecho con ellos y
vuelvan al "seny" que hace ya demasiado tiempo abandonaron.
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