jueves, 23 de enero de 2020

INÚTIL ARDOR GUERRERO


He escuchado en una de las muchas tertulias que cada día pueblan nuestras teles una reveladora polémica en torno a la posible reforma del Código Penal vigente para, entre otras cosas, rebajar las penas correspondientes a los delitos de rebelión y sedición, delitos castigados hoy con penas que, en el caso de que el condenado sea una autoridad, Oriol Junqueras, por ejemplo, alcanzarían los quince años de prisión. No hablemos ya del delito de rebelión cuyo castigo sería aún más desproporcionado.
La polémica giraba en torno a que la reforma del código para rebajar el castigo por la sedición sería un indulto encubierto para Junqueras y sus compañeros de Lledoners, indulto encubierto que, según quienes esto afirman, formaría parte del acuerdo por el que Esquerra permitió la investidura de Pedro Sánchez y se abstendría también en la votación de los presupuestos generales que, antes o después, el gobierno de coalición llevará al Congreso.
El gobierno insiste en que esta no es la razón de la reforma y en que nunca estuvo en la mesa de negociación con Esquerra. Hay quien lo cree y hay quien prefiere pensar, como escuché ayer mismo, que "Sánchez ha puesto a España de rodillas ante los independentistas. Son los mismos que repiten una y otra vez que Pedro Sánchez está comprando tiempo en su despacho de la Moncloa o que, aún más gráficamente, está pagando a los de Junqueras el alquiler de ese despacho. Yo, porque creo que las condenas para Junqueras y sus compañeros han sido excesivas y porque también creo que la reforma, en ese y otros aspectos del Código Panal, es necesaria, prefiero no pararme a pensar en eso, prefiero no caer en calificar de humillación o rendición lo que es una reforma necesaria y oportuna de la ley, entre otras  cosas, porque estoy seguro de que esa reforma, de proponerse y aprobarse, traerá calma y reflexión a un conflicto, el catalán, demasiado enloquecido desde que la intransigencia del partido de Rajoy envenenó las relaciones entre Cataluña y el resto del Estado.
Es preciso romper el bucle infernal hecho de acciones y reacciones, de declaraciones y réplicas, todas altisonantes y ofensivas en que han caído las relaciones entre los partidos de una y otra orilla del Ebro. Sólo cesando los bombardeos dialécticos y los desplantes que hunos y otros se dedican, se verá la luz al final de este túnel en el que llevamos ya demasiados años y, si para ello, hay que emprender la reforma, bienvenida sea.
Además, quienes todo lo centran en Sánchez y en su presunta ambición de mantenerse en la Moncloa, olvidan deliberadamente que, para esa reforma, es necesaria la mayoría absoluta del Congreso y que, por tanto, serían los diputados, la mayoría suficiente de ellos, quienes permitiesen la reforma y que quienes de tan airada y apocalíptica manera se oponen a ella no habrían alcanzado los votos necesarios para impedirla. Pero ya se sabe que hay quienes prefieren dar la batalla en las tertulias o las portadas amigas, antes que medirse, en argumentos y en votos, en la sede de la soberanía nacional.
De lo que vi y escuche en la tertulia de ayer que os comentaba, saqué la conclusión de que hay quienes, como yo, preferimos dar tiempo al tiempo, serenando el debate, con un Junqueras en libertad, liderando su partido, haciendo política, no ejerciendo ya el martirio, para que, como en Euskadi tras la tregua, primero, y la desaparición definitiva de ETA, la política, la de verdad, no la bronquista,  ocupe el escenario y, entonces, se trabaje realmente para los ciudadanos, mientras, en el otro lado se sitúan los de la Constitución almidonada, si no fosilizada y prisionera, incapaces de ver otra solución que no sea la del autoritarismo y la ley como martillo, los que prefieren una Cataluña bajo un artículo 155 inútil, cada vez más lejos del resto de España, los que nos ocultan que eso nos llevaría a una Cataluña poco menos que en pie de guerra y quien sabe si militarizada, quienes llevados de su inútil ardor guerrero, que hasta ahora no ha hecho sino enconar el conflicto, no buscan soluciones, sino que sólo piensan en imponer su única y ciega solución, rentable, eso creen, para, asumiendo su ideología, disputarse el electorado con la cada vez más montaraz extrema derecha

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