Permitidme que retome mi contacto con vosotros señalando la
paradoja ante al que nos colocó el diputado Suárez Illana, conocido
"especialista" en la cultura Neanderthal, hacer su ridículo desplante
a los dos diputados de Bildu, a los que dio ostensivamente la espalda, pese a
que ambos hacían uso del legítimo derecho a la palabra que les otorga su
escaño, haciendo la política que no hace tanto se les reclamaba, un gesto que
nada tiene que ver con el que aquel 23 de febrero de 1981 tuvo su padre,
defendiendo al general Gutiérrez Mellado de un guardia civil armado que, sin
duda, hoy tendría un sitio en el vociferante "gallinero" del
salón de plenos del Congreso.
Un gesto inútil, el de Suárez Illana, como inútiles fueron,
salvo por el miedo que nos dieron, todos los insultos, todas las mentiras,
todas las amenazas, de las que hemos sido testigos en estos días y que dan
prueba de la desesperación de quienes, como Suárez Illana, se creen con
derecho, por cuna y por matrimonio, a dirigir los destinos de un país, el
nuestro, que es de todos, que debe ser de todos los que nacen en él y de todos
los que trabajan en él y por él.
La imagen ridícula, ridiculizada expresamente por uno de los
diputados de Bildu que le comparó a un jurado de "La Voz", mientras
le daba la espalda, da idea del berrinche de todos esos partidos del odio,
descaro y de la desigualdad que llevan décadas, si no siglos, creyendo que
España es suya, que las leyes y las riquezas de España son suyas, y
llaman traidor o felón a todo aquel que ose discutirles ese falso derecho de
que se apropian.
Es el berrinche y el pataleo de quienes no tienen otra cosa
que oponer a sus adversarios. es la bronca y el odio que reparten a manos
llenas, agitando el dolor y las víctimas de una etapa que, si no superada ya,
está en vías de serlo. Es el berrinche de quienes saben que nada pueden oponer
a las promesas de justicia e igualdad que hace el nuevo gobierno, es la bronca
de quien como no sabe hacer otra cosa que trabajar para los privilegiados y es
consciente de que la desigualdad y el dolor que ha causado a millones de
familias no se puede esconder más, trata de distraer a los incautos con muertos
y banderas, con la constitución que ni le gustó ni quiso defendió en su día y
que quiere usar como un cepo, como unos grilletes con los que atrapar los
derechos de los españoles que debería defender, para dejar el país en una foto
fija, en esa foto fija que es la que les conviene.
Nada pueden oponer a lo que para todos es evidente, por eso
nos asustan con la hipotética ruptura de un país que ellos mismos propiciaron,
sembrando odios y envidias y ahogando las aspiraciones de más libertad y más
autogobierno que reconocía aquel estatuto "limado" o más bien
dinamitado en su Tribunal Constitucional. Nada pueden oponer a las denuncias de
haber fomentado la desigualdad que la gente les echa en cara. Nada pueden
oponer al machismo que con la boca pequeña ellos, a gritos sus socios,
defienden, nada a la precariedad salarial, a las consecuencias de su reforma
laboral y sus despidos injustos, nada a la sospecha de haber vendido las
viviendas sociales de Madrid, si no todo el país, a esos fondos buitres, tan
buitres como algunos diputados del "gallinero", esperando siempre la
ocasión de revolotear con alguna presa, sea un mena o una mujer maltratada,
entre sus garras.
Son la España agorera, la del berrinche, la que no se
resigna a que otra, la que no habla un lenguaje momolítico, la que no impone,
sino que propone, la de la jerigonza, en la que muchos hemos puesto nuestras
esperanzas, tenga el gobierno, porque de la otra, de la derecha con distintos
collares, la de la misa diaria y la especulación, la de la payasa Arrimadas y
sus monólogos, ya vamos sobrados.
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