Desde hace días y a pesar del viento, la lluvia y la nieve
de la borrasca Gloria, parece que nada hay de más interés en este país que el
mal llamado "pin parental", un término empleado al unísono por la
ultra derecha azul y la verde que, quiéranlo o no, equipara la educación que el
Estado da a nuestros hijos con los canales de televisión que pueden o no pueden
ver o, lo que es lo mismo, los rombos, uno dos, con que la tele
franquista decía a los padres que programas podían o no podían ver sus hijos.
Pablo Casado, ese señor que esconde el bigote de su mentor,
Aznar, tras la barba que se dejó crecer para hacernos creer que ya era mayor y
que se había moderado, hablaba de este asunto este fin de semana, calificándolo
de "cortina de humo", una traición del inconsciente, del suyo, no de
él, porque tengo claro que son ellos los que están azuzando a lo más rancio de
su electorado para centrar en este asunto, intrascendente hasta hace dos días,
para esconder tras él la incapacidad que tiene la derecha para constar entre el
electorado las medidas sociales, pensiones, consumo, igualdad, etc., que ha
puesto en marcha el gobierno de coalición.
Supongo que Cataluña no basta para ocultar los avances que,
sin duda, va a conseguir este gobierno y que necesitan algo más, algo con que
revolver las parroquias u movilizar, autobús con bocadillo mediante, a lo más
rancio del electorado, como ya hicieron contra Zapatero, al que semana sí,
semana no, ya fuese contra la ampliación del derecho de la mujer a disponer de
su cuerpo o azuzando a las víctimas del terrorismo de ETA, no a las del
yihadismo, contra el gobierno que sacó a España de la guerra de Irak y más hizo
por acabar con ETA, llenaba las plazas de Madrid como si esos problemas ya en
vías de solución fuesen la único importante.
En realidad, lo que ocurrió entonces, como ocurre ahora, es
que la derecha de este país, ultraderecha hoy en su mayor parte, es que tiene
necesidad de defender, aliada con la nada objetiva iglesia católica, todas esas
prebendas, en patrimonio, en negocios como el de la enseñanza, que, junto al
inmobiliario, dan a la estructura de esa iglesia, dispuesta siempre a defender
lo suyo y a los suyos, que, por más que lo nieguen no son todos los ciudadanos
porque ni siquiera lo son los católicos.
La derecha, ultraderecha, insisto, ha aprendido que no puede
mentir eternamente con la promesa de bajar los impuestos, porque los
ciudadanos, la mayoría de ellos, saben que para ellos esa bajada es
irrelevante, mientras que para los poderosos, los grandes patrimonios, las
grandes empresas, quienes se refugian en las SICAP y la misma iglesia,
acostumbrada irse de rositas a la hora de tributar por su enorme patrimonio
inmobiliario, movilizan Roma con Santiago, nunca mejor dicho, pata impedir que
la coalición de gobierno demuestre que, con otra fiscalidad, un país mejor es
posible.
Eso es lo que nos espera, aunque, de momento, es en esa
presunta libertad de enseñanza, que, dicen, ponen en peligro la igualdad y el
conocimiento de todo y para todos, entiéndase q dentro de la ley, que pretende
el gobierno, con la ministra Celaa al frente.
Andan diciendo Casado y los que le siguen que sus hijos son
suyos y no del Estado, que eso es cosa de barbudos y revolucionarios,
demostrando el poco conocimiento que tienen de Cuba, donde está claro que faltan
la libertad y más cosas quizá, pero no, desde luego, la Educación, convertida
en la joya de la Revolución.
El indefendible mensaje de Casado y su amigo Abascal,
cachorros los dos de la misma camada, tuvo este fin de semana respuestas tan
brillantes como la de Íñigo Errejón, que se conformaba con que el PP nos
devolviese al siglo XX en lugar de hacerlo al XIX o más allá, como parece
pretender, también la del siempre brillante, coincidamos o no con él, que
rebautizó el objeto de la campaña de la derecha como "pin Neanderthal",
lo que, unido al traspiés mental de Casado, me da pie para afirmar que todo es
una cortina de "humo Neanderthal".
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