jueves, 9 de enero de 2020

AYUSO SE VA A LAS TRINCHERAS


Ahora que los focos están puestos en Pedro Sánchez, Pablo Iglesias u su gobierno por llegar, no hay que perder de vista el ataque de ansiedad que padecen PP y Ciudadanos, atrapados entre el bloque más o menos estable, ya veremos, que el martes dio el gobierno a Pedro Sánchez y la ultraderecha que vocifera en su nuca desde los escaños más altos del pleno del Congreso. 
Lo están pasando mal y no hay pastilla que les calme. Les falta el aire, porque creyeron que tras la alianza con Vox que les dio los gobiernos autónomos de Madrid, Andalucía y Murcia la vuelta a La Moncloa iba a ser un camino de rosas y nada más lejos de la realidad, porque Vox, como el diablo que compró el alma a Fausto, quiere cobrarse el precio y se lo está cobrando dentro y fuera de los gobiernos que apoyaron, dejando su rancia y terrible impronta en cada una de las decisiones que apoyan, mientras "se llevan al huerto" al electorado más radical de unos y otros, PP y Ciudadanos, que sienten cada vez menos firme el suelo que pisan.
Están nerviosos y, la verdad, tienen motivos para estarlo. Por eso andan ahora desempolvando las pancartas que sacaron a la calle contra Zapatero mientras renegaban del fuet, mientras anuncian una resistencia contra Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, más digna del levantamiento contra el invasor francés que dio lugar a la Guerra de Independencia, que de la guerra de Independencia, que de las consecuencias del serio revés electoral que por dos veces sufrieron Casado y Rivera y por dos veces frente a Sánchez.
Auer mismo, la inefable Isabel Díaz Ayuso, flanqueada por Ignacio Aguado, se echó al monte desde la sede del gobierno madrileño, poniendo la venda antes de las heridas que a su política ultraliberal de recortes y privatizaciones, no de los madrileños que la padecen, va a infligir el gobierno de progreso que en breve comenzará a andar, una estrategia perfectamente coordinada desde la dirección del PP, con la que pretenden  agitar la calle de cara a las próximas autonómicas, a punto de llegar a Galicia y, sobre todo, de cara a sembrar de minas la legislatura nacional, recurriendo y contestando en la calle todas y cada una de las medidas que apruebe el gobierno.
Es una estrategia repetida que, como digo, se empleó contra Zapatero, pero hoy las circunstancias no son ya las mismas, porque ETA se ha disuelto y porque deberíamos haber aprendido que la política de "mano dura" en Cataluña no ha dado los mejores resultados, aunque, eso está claro, eso les da igual si el conflicto "nacional" es la red con la que pescan sus votos en el resto del país y les aúpa otra vez al gobierno,
Sin embargo, no debemos dejarnos engañar, porque la patria y la fe les importan una figa, porque lo que realmente les importa, lo que les preocupa es que se reviertan muchas de las medidas tomadas por sus gobiernos que han dejado desprotegidos y a merced de los especuladores y subempleadores a la ciudadanía. Por eso, quienes creemos en que esto tiene que cambiar porque así lo han decidido las urnas y porque así no podemos seguir, salvo que queramos que nuestras calles se llenen de chalecos amarillos.
Isabel Díaz Ayuso es tan simple como bien mandada y por eso no ha dudado en ponerse a la cabeza de la estratégica resistencia con que el PP más oscuro, con Aznar y Miguel Ángel Rodríguez alentándola entre bambalinas, pretende negar el aire, el pan y la sal, al gobierno de coalición y, de paso, recuperar parte del terreno arrebatado por Vox a un partido que, desde que Rajoy perdió la moción de censura, no ha levantado cabeza.
Díaz Ayuso ha declarado la guerra a Sánchez y se lleva con ella a su vicepresidente Aguado y a toda esa prensa, la más montaraz, que viven y han vivido tan bien de los gobiernos de la derecha. Ojalá, por todos nosotros, se aburra en la trinchera.

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