miércoles, 15 de enero de 2020

CAYETANA Y SÉMPER


Ayer dijo adiós a la política Borja Sémper, hasta ahora presidente del PP guipuzcoano. Un hombre joven y cordial con un lenguaje completamente distinto del de sus antecesores que poco o nada tenía que ver con el de las cohortes vociferantes que rodean al presidente nacional, Pablo Casado, al que las más de las veces es difícil seguir, porque, según el día, es una cosa u otra, pero casi siempre, al menos para mí, poco o nada creíble.
Se nos olvida, porque casi nadie se esfuerza en recordarlo que Casado llegó por una carambola a la presidencia del PP, se nos olvida que, en las primarias en las que se buscaba un relevo para Rajoy, Casado fue, con diferencia, el peor situado de los candidatos y que fueron el apoyo de Cospedal y las manifiestas simpatías de Aznar y Esperanza Aguirre, lo más conservador del partido, las que le permitieron derrotar a Soraya Sáenz de Santamaría.
No es de extrañar, por tanto, que Borja Sémper, el joven admirador del concejal Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA en la parte vieja de San Sebastián, por el que se afilió al partido en momentos tan difíciles, tuviese poco que ver con Casado, que nunca ha negado su amistad con Santiago Abascal, con el que compartió el pupilaje de Esperanza Aguirre, o con Cayetana Álvarez de Toledo, ariete de Casado contra los nacionalismos, salida del gabinete del ministro Acebes, aquel que tras los atentados de Atocha, se empeñó durante semanas si no meses en atribuir la autoría de la masacre a ETA, con deducciones falsas y ninguna prueba, sólo con la entusiasta colaboración del coro de medios fieles, simplemente, porque a dos días de unas elecciones que finalmente gano Zapatero, le venía mejor que hubiese sido obra de la banda terrorista.
Son dos puntos de vista muy distintos el de Sémper y el de esa mujer de aspecto frío y casi frágil que a la menor ocasión de convierte en un furioso perro de presa, al que ni siquiera la más evidente de las verdades saca de su ceguera, de su afán de dirigir el coro de ladridos con el que pretende acompañar cualquier intento de avanzar en la vía del diálogo, simplemente, porque, como la autoría yihadista de los atentados del once de marzo, a su partido no le conviene.
Visto así, no es de extrañar que Borja Sémper, que hizo frente a la "dama negra" de Casado cuando tuvo el descaro de acusar de tibieza al PP vasco, el que ponía los muertos que ella maneja hoy desde los escaños del Congreso. Se atrevió a hacerlo y lo hizo recordando que él y sus compañeros se jugaba la vida, mientras "otras", en clara alusión al papel de Álvarez de Toledo en el gabinete de Acebes, pisaban cómodas alfombras.
Nadie o casi nadie salió en defensa de Sémper, mientras que el papel de la agresiva portavoz se reforzaba. No es de extrañar, por tanto, que quien tan mal lo ha pasado en su afán de sacar de la cueva al PP vasco se haya cansado y haya preferido comenzar a vivir la vida de un brillante joven que se dejó los mejores años en ello. Tienen Cayetana y él casi la misma edad y, al menos hasta ayer, militaban en el mismo partido, pero representan dos realidades muy distintas, la del que quiere lo mejor para la gente y la de quien se mueve mejor entre la bronca y los gritos. Dos realidades bien distintas entre as que Casado ha preferido a su siniestra dama.

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