La teoría es más vieja que la república catalana, la elaboró
Sigmund Freud y hace referencia al placer que experimentan los niños
aprendiendo a controlar sus esfínteres, que el inventor del psicoanálisis sitúa
en torno a los dos primeros años de la infancia. El niño, la niña, descubre la
caca y el pis y aprende a controlarlo y es feliz cuando aprende a usar el
orinal. Sin embargo, ocurre también que el niño, en ocasiones, llega a jugar
con sus heces tal cual y, en años posteriores, comienza a sentir entre vergüenza
y jolgorio con las referencias a la caca y al pis ¿Quién no ha escuchado el
"caca, pis, culo, pilila" como himno de rebeldía infantil?
Lo anterior, que mueve a la sonrisa cuando se refiere a los
pequeños de la casa, llega a preocupar si quien alude a pedos y eructos es todo
un presidente de un gobierno autonómico haciendo sorna de su comparecencia ante
el tribunal que desde hoy le juzgar por haber desobedecido a la Junta Electoral
Central cuando le conminó a retirar de los centros oficiales, incluido el Palau
de la Generalitat, para respetar la neutralidad obligada ante los comicios.
Joaquim Torra -Quim es cariñoso y yo, cariño, no le tengo
ninguno- aludió a la digestión de un plato de judías con butifarra que había
comido fue preguntado por su comparecencia ante el juez, dando a entender que
la respuesta podría a darla con el esfínter anal, lo que es una terrible falta
de respeto al tribunal y, lo que es peor, a los ciudadanos catalanes le hayan
votado o no. O sea, el "caca, pis, culo, pilila", pero con despacho y
mando en plaza a los casi cincuenta y siete años que cumplirá, ironías de la
vida, el próximo día de los inocentes.
La fase anal de Torra no es más que el paradigma del
peligroso infantilismo que parece instalado en el independentismo catalán, un
paradigma, si se quiere, hasta "gracioso". Lo que ya no tuvo gracia
fue la intervención
de Nuria Martín, la representante de Arran, las juventudes de la CUP,
la misma, creo recordar, que balbuceó como un niño a la puerta bloqueada de una
facultad de la Pompeu Fabra, la negación del derecho a asistir a clase de los
alumnos y que ayer, en TV3, tildó casi de egoístas a quienes protestan por
barricadas y bloqueos, porque, según ella, son más importante la aspiraciones
de libertad de quienes cortan autopistas y vías de tren o cierran
facultades que quienes quieren ir o volver al trabajo, ir al médico, llegar a
casa para descansar o asistir a clase.
No conforme con ello esta portavoz de las juventudes del
partido más radical del bloque que se ha hecho con el parlamento y el gobierno
catalanes, el ariete del independentismo se dedicó a dar y quitar razones y
derechos a los demás, porque la razón la tienen ella y los suyos y la razón se
impone.
Estalinismo puro y duro, convenientemente mezclado con el
infantilismo y la simpleza de quien no se ha plateado jamás que la razón y los
derechos son también de los otros, tanto que negó el respeto a los derechos
individuales, en el más puro estilo de la Unión Soviética o Corea del Norte,
sin que nadie, salvo mi viejo compañero Rodolfo Irago, pusiese la más mínima
pega al peligroso discurso de la "jovencita".
Hace tiempo que la causa del independentismo catalán se echó
en brazos del activismo y si por algo se caracterizan los activistas es por su
falta de reflexión y por su evidente rechazo al diálogo. A veces me pregunto
que hubiera sido del "procés" si Artur Mas y los suyos, pillados con
las manos en la caja y con un gobierno en quiebra, acuciado por el paro y
los recortes, no hubiesen emprendido la huida hacia adelante por la vía del
independentismo, qué hubiere pasado si, cuando vieron que los votos de CiU y
ERC no bastaban para avanzar por él no hubiesen recurrido al radicalismo de la
CUP.
Quizá estaríamos hablando de otra cosa o quizá de esto mismo,
pero de otra manera, desde luego sin alusiones a la caca y a los pedos y sin
que una joven sin experiencia alguna de casi nada pretenda cagarse de un
plumazo décadas de nuestra historia y la del mundo y, de paso, las reglas con
las que la convivencia se ha regido hasta ahora. Si esto es lo que nos ofrece
el procés, la escatología de Torra y la simpleza, por ser generoso, porque
estulticia sería más apropiado, de Nuria Martín, evidentemente el
independentismo sigue en la fase anal.
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