jueves, 21 de noviembre de 2019

¿DEMOCRACIA?


Me recuerdo, con apenas veinte años, charlando con otros compañeros en la cafetería de la Facultad de Veterinaria, en los estertores de Franco y su dictadura, sobre algo que entonces apenas era una quimera que tocábamos casi con la punta de los dedos, pero quimera al fin. Hablábamos en largas conversaciones, frente a un pincho de tortilla, un botellín o un refresco, de democracia. Manejábamos panfletos imaginativos, generalmente de grupos anarquistas o afines que planteaban el sueño de una democracia "perfecta", en la que las decisiones se tomasen entre todos, mediante consultas a distancia, supongo que telefónicas, porque Internet, el instrumento que lo haría posible, sólo era un experimento compartido por tres universidades californianas.
Soñábamos con ello sin conocer su existencia, sin conocer, siquiera, la democracia, de la que apenas sabíamos nada, más allá de la rudimentaria con que nos manejábamos torpemente en las asambleas de facultad tan fáciles de manipular, al menos en aquella Facultad de Veterinaria, en la que las cosas inmediatas, la de cada día, enmascaraban los asuntos verdaderamente importantes.
Viene esta disquisición a cuento de la facilidad con que, ahora, en pleno siglo XXI, cuando gozamos de una democracia más o menos homologable, se recurre con demasiada frecuencia, para primarias o para pactos. se recurre con demasiada facilidad a las bases, con resultados que casi nunca difieren de los deseos de la dirección convocante.
Siempre que se introduce la informática sin garantías judiciales y, a veces, hasta con ellas, la limpieza de la consulta acaba siempre en entredicho, porque nada más manipulable o, simplemente, vulnerable que un ordenador o una red de ordenadores, que, para nosotros los profanos es apenas una caja llena de lucecitas, de la que siempre sospecharemos, mucho más, desde luego que del voto emitido en un papel y entregado a una persona de carne y hueso. Soñar con esa democracia perfecta, inmediata y universal en la España de 1975 era tan lícito como hacerlo con la de las urnas y las Juntas Electorales, pero hoy, casi medio siglo después, tengo experiencia en una y otra y tengo derecho a dudar de la primera.
Parémonos a pensar, tenemos experiencia en ello, en que el exceso de consultas acaba matando a la democracia, como al amor, de tanto usarla. Lo digo, porque estas consultas se convierten mucho más de lo debido en plebiscitos en los que el que pregunta sólo persigue que le den la razón o domar a los oponentes y estas consultas, a celebrar en más de un día, algunas, sirven -ocurrió en las primarias de Ciudadanos en Castilla León- para llenar de votos telemáticos fraudulentos la "urna" del candidato más afín al que controla el sistema.
Pensemos también en Suiza, país en el que difícilmente hay un fin de semana en el que, en alguna ciudad o algún cantón, no se consulte a los ciudadanos sobre cualquier cosa. Democracia perfecta, pensaríamos, y, sin embargo, La Confederación Helvética es un mastodonte burocrático en el que no hace tanto las mujeres no tenían derecho al voto y en el que la democracia se usa a veces para que unos vecinos se impongan a otros, a veces por verdaderas nimiedades.
Viene todo esto a la facilidad con que algunos partidos, tradicionalmente Podemos, ponen el dedo en el gatillo de la consulta, lo mismo para preguntar por un chalé que para hacerlo por un pacto, y que no siempre apacigua las almas, más bien al contrario, sino que impide el diálogo y el consenso que fortalecería el partido, y vuelvo a poner el ejemplo de Podemos, en el que aquel Vista Alegre II, más que unirlo, acabó partiendo el partido casi mitad por mitad y dando lugar a los sucesivos abandonos de los líderes perdedores y a la posterior aparición de escisiones rivales.
Quiero decir que quien convoca, sea Galapagar o sea un pacto de gobierno el asunto de la consulta se las arregla para no perder la razón en ella, por lo que quiere no es saber qué es lo mejor para el partido, sino recabar el respaldo de los militantes para lo que ya ha decidido hacer, prefieren, dándole un tinte democrático a lo que muchas veces no lo tiene.
Ahora es Esquerra (ERC) quien, por pura táctica, quiere someter a la consulta a las bases su posible apoyo al gobierno de coalición que proponen PSOE y Podemos, consulta a las bases, que no a los votantes, para saber qué hacer con esos votos, consulta con la que ERC pretende lavarse la cara frente a la apisonadora del PDCat y curarse de la mala conciencia que le produciría impedir por tercera o cuarta vez que un gobierno de progresista se ponga al frente de este país.
En fin, la democracia no siempre es buena, porque no siempre viene de frente y abusando de ella se corre el peligro, ya lo he dicho, de matarla, como al amor, de tanto usarla.

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