martes, 5 de noviembre de 2019

ANOCHE, YO VOTÉ A MONTALBANO


Lo mismo que en los minutos finales del franquismo, los españolitos que estábamos en edad de ello, gritábamos aquello de "menos mal que nos queda Portugal", yo, anoche, podría haber gritado con la misma convicción "menos mal que nos queda la 2". Y menos mal que teníamos una cadena nacional sin cortes publicitarios, en la que no se daba en directo el soporífero debate electoral, en el que, como en una danza de cortejo dirigida a sus votantes, cada uno de los candidatos, desde Abascal a Iglesias, pretendieron aparecer como más alto, más listo y más guapo que el resto.
Lo intenté, os juro que lo intenté, pero apenas duré el primer bloque del debate, el dedicado a tratar de la cohesión del Estado, eufemismo de eso de lo que llevamos semanas si no meses hablando: de Cataluña. Lo intenté, pero duré sólo hasta la piedra de Rivera, que parecía no haber escarmentado de ridículos pasados, llenando el atril de cacharros y rollitos de papel, más feliz que un colegial al que han premiado con sobresaliente alguna de sus manualidades.
Ahí no pude más y me pasé a Montalbano, porque me gusta Sicilia y me gustan el ritmo lento, los cafés en la terraza, junto a la playa, y las comidas tranquilas en un pequeño restaurante frente al mar.
Me encanta Montalbano, porque encarna a la perfección a los polis italianos, al menos a los de la unidad antimafia y antiterrorismo con los que me cruzaba cada mañana en Vía Giulia de Roma, todos rapados, con sus camisas entalladas y un aire de elegante chulería de marca.
Montalbano, el personaje de Andrea Camillieri, y sus crímenes casi rurales, pero no del todo rurales me entretuvieron como jamás me hubiese entretenido un debate que se suponía me debería interesar y que me pareció un examen de unas oposiciones a las que me presentase por cuarta vez en dos años sin la más mínima esperanza de conseguir aprobarlas.
Lo poco que vi del tedioso debate, más lento y aburrido que un paso de semana santa en Castilla y lo que he escuchado esta mañana, bendita radio, me ha servido para confirmar que iban todos contra el candidato socialista, que Casado y Rivera se dieron la leña que no quisieron dar, tampoco PSOE ni Podemos, a Vox y que Pablo Iglesias no dudó en "pasarse al enemigo", lanzando también sus puyas a Pedro Sánchez, mientras intentaba hipotecarle, tratando de forzarle a revelar sus posibles socios de un hipotético gobierno, algo que entraba en contradicción con su machacona afirmación de que el PSOE gobernará con la derecha.
No vi ese debate en bucle, porque, pese a la presencia de Vox, el debate fue el mismo de abril, y no me arrepiento de ello, porque las conclusiones de quienes sí lo vieron son las mismas que yo mismo presuponía. Todos, salvo quienes están a sueldo de los candidatos, se aburrieron. Nada de lo dicho en él sorprendió a nadie y no creen, como yo, que ese debate cambiase el voto de nadie.
Está todo tan medido, tan "bloqueado", que el diálogo, no digamos el enfrentamiento, entre candidatos, tan revelador él, no se produce. Está todo tan encorsetado que extraña que no faciliten a los candidatos un palito, a ser posible con una manita en el extremo, para que se rasquen, aburridos, bajo los focos. Creo que este país no podrá soportar otro bodrio como el de anoche que, en mi opinión y por lo poco que vi, hizo más por la abstención que por la participación entusiasta de los votantes. Lo más preocupante es que todos, hasta la izquierda, perdonaron la vida a ese maniquí de Abascal que fue colocando, mentira sobre mentira, sus mensajes contra las mujeres libres, contra los inmigrantes y contra todo lo que no conoció don Pelayo. Entiendo que al PP y Ciudadanos no les interesaba molestar a su leal socio y me consuela pensar que a la izquierda, PSOE y Podemos, les interesa un Vox rampante, para que reste votos y escaños al PP y para que despierte de una vez a sus votantes.
Espero que después del bodrio y sus consecuencias el domingo no haya que repetir elecciones, pero, si es así, ojalá sigan estando Montalbano en la 2, ante un plato de buen pescado, con un buen vino frente al mar de Sicilia.

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