Andan como locos los analistas tratando de
encontrar una explicación a los diabólicos resultados de las elecciones
italianas, ese empate a tres entre opciones irreconciliables que difícilmente
se pondrán de acuerdo para sacar adelante un gobierno capaz de conducir el país
los próximos cuatro años. Una explicación que no hay que buscar muy lejos. Si
los analistas son españoles, les bastaría con mirar por la ventana, con
encender un televisor o "pegar" la oreja en la cola del pan, para
darse cuenta de que este país, que a duras penas sobrevive a otros resultados
tan diabólicos como los de Italia sufre del mismo mal, que no es otro que la
injusticia generalizada, la desesperanza de las víctimas de la crisis y la
soberbia de quienes pilotan el desmantelamiento del estado de bienestar, de
todo cuanto creíamos sólido, que diría Muñoz Molina, incapaces de mirar más
allá de los papeles y las cuentas que ponen sobre su mesa.
Lo que está claro es que todo lo que nos está pasando es
consecuencia, no de los cambios políticos, sino de la salvaje revolución
económica, que está acabando con las viejas, aunque seguras, economías
productivas, en las que un trabajador hacía equis tornillos que se vendían a
tanto cada uno, generando en su jornada una riqueza a repartir entre el mismo
trabajador, el empresario y el Estado, que por vía de los impuestos, las
cotizaciones sociales y demás, redistribuía la riqueza, garantizando ese
bienestar y ese futuro que tanto vamos a echar de menos. Pero las cosas han cambiado
y la solidez de entonces, las certidumbres en las que nos movíamos, en las que
crecíamos, se han vuelto líquidas, como metal fundido, como la liquidez de
beneficios que pretenden esos patrones que ya no pisan las fábricas, que ya no
huelen el sudor de los obreros, no saben de sus penurias, ni, lo que es peor,
les importan.
Y esos empresarios, sin rostro, sin alma, sin nacionalidad,
se compran gobiernos, gobiernos a los que compran países, gobiernos que cambian
el futuro y la seguridad de sus ciudadanos, por el futuro, éste sí suyo, en los
consejos de administración de las empresas de sus amos, y la seguridad de
pensiones obscenas, colocadas en los paraísos fiscales que nunca han querido
erradicar.
Con la ayuda de la prensa, con una izquierda asustada y seguidista,
demasiado acomodada para bajar a la calle y remangarse junto a los más débiles,
con unas instituciones supranacionales despóticas, nos han engañado,
haciéndonos creer que eran de los nuestros, que pensaban en nosotros, que
defenderían nuestros intereses, que, incluso, podríamos llegar a ser como
ellos, a estar donde están ellos. Pero no, ya no. Como no se puede engañar a
todo el tiempo todo el mundo, hemos despertado del sueño para caer en la
pesadilla y todos, cada cual a su manera, nos estamos rebelando.
Nos rebelamos, porque no les basta con explotarnos, con
quedarse con lo nuestro. Necesitan además humillarnos, marcar nuestras vidas
con sus los orines de su desprecio. Felicitarnos como hizo la muy torpe, la muy
soberbia, ministra de Trabajo y Seguridad Social, la inefable Fátima Báñez que
tuvo la osadía de felicitar a los jubilados por la ridícula subida de sus
pensiones, cuando ellos y ella saben de sobra que cada uno de ellos pierde más
alrededor de cien euros al año en copago farmacéutico y otros tantos o más en
los incrementos del IPC en energía, alimentos, transportes y demás.
Por eso, por verse ahora engañados y ofendidos, han salido a
la calle a gritarle, a Rajoy y a quien sea, que ya están hartos, a pedirle que
se vaya, pero como se lo pedirían igualmente a Renzi, autor de una reforma
laboral “a la española”, a Merkel o a Teresa May si los tuviesen a mano. Así
que nadie se extrañará si dentro de unos meses nos vemos de nuevo frente a unos
resultados tan diabólicos como los de las elecciones italianas. Pero no
cantemos victoria, no nos engañemos, el día que nos llamen a votar. antes de
echarnos a la calle tenemos que hacer una parada frente al espejo para mirarnos
detenidamente, para, con tranquilidad, darnos cuenta de que nada tenemos que
ver con Rajoy, con Rivera, su versión 2.0, o con el gobernador del Banco de
España que ayer, lleno de impudicia, se permitió regañar a los pensionistas por
haber invertido sus ahorros en una vivienda y no en activos financieros, las
malditas preferentes lo eran, para disfrutar de una jubilación tranquila. Como
diría mi vecino, "pa' matarlos"
1 comentario:
Esperemos que la gente se acabe dando cuenta al votar ...
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