Cristina Cifuentes, la impasible, la que nada sabía, la que
nada decidía ni hacía, en medio del charco de corrupción en que se convirtió la
Comunidad de Madrid en manos del PP, Cristina Cifuentes, la sucesora de Ignacio
González y Esperanza Aguirre en el gobierno y en el partido, a estas horas debe
estar dando gracias por ser española y no alemana, porque lo que hoy revela eldiario.es, la burda falsificación de notas con la que obtuvo un martes hace
tres años, es un asunto muy feo, tan feo como para que en Alemania, el modelo a
seguir en Europa, los ministros dimiten por cosas parecidas.
Resulta que Cifuentes, además de hacerse la rubia, aprueba y
con notable, sin presentarse al examen. Para qué va a presentarse, si, al
final, una funcionaria, accediendo ilegalmente a su expediente cambia los
"no presentada" por rutilantes "notables", proporcionándole
un máster en derecho autonómico que no merecía y que inmediatamente fue a
recoger, para luego fotografiarse con la funcionaria felona, que la
"benefactora" no dudó en usar como foto de perfil en las redes sociales.
El asunto, perfectamente documentado, tuvo lugar en una
universidad pública, la Rey Juan Carlos, cuyo anterior rector se vio envuelto
en un escándalo de publicaciones hechas a base del despreciable
"corta y pega", recurso de vagos, malos estudiantes y algún que otro
literato. El marco perfecto para una "aventura" impropia de quien ha
ostentado importantes cargos en el Partido Popular, el gobierno de la nación y,
ahora, la Comunidad Autónoma de Madrid.
La funcionaria implicada, que accedió al sistema informático
irregularmente, porque nada tenía que ver con aquel máster, ha reconocido su
participación en la trampa, lo que podría llevarle a perder su carrera en la
administración, pero se ha excusado diciendo que seguía instrucciones de un
profesor al que no ha querido identificar. Un reconocimiento de poco mérito,
porque, por suerte o por desgracia, cualquier intervención en los sistemas
informáticos, más cuando son el soporte de documentación, deja una huella que
permita saber quién y desde dónde comete la intrusión.
Lo de la presidenta Cifuentes es ya harina de otro costal,
sus explicaciones, que no excusas, porque no reconoce su trampa, son de primero
de Antoñita la Fantástica, porque insiste en haber aprobado las dos asignaturas
en convocatorias posteriores, a pesar de que no consta que se hubiese
matriculado para ello. Pero a ella, que ayer mismo se defendió de los
interrogatorios de Podemos, Ciudadanos y Podemos en la comisión que investiga
la financiación irregular del PP, como si de una Agustina de Aragón rubia se
tratara, sorda y vociferante ante preguntas más que incómodas.
Cristina Cifuentes debería pensar ya en su dimisión, porque,
en adelante, difícilmente se va a poder confiar en quien mente de forma tan
descarada y tan a la desesperada. Ahora, una vez sabido todo lo relativo al
escándalo de sus notas, va a ser muy casi imposible creerla en otros asuntos.
En Alemania se dimite por cosas como estas y no sólo en Alemania. Aquí parece
que no, pero no debería ser así, porque lo último que necesitamos es una
presidenta tan ambiciosa y tan tramposa.
1 comentario:
Pero en España no dimiten ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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