Hace semanas que me pregunto quién ha dicho a los catalanes
y en particular a los dirigentes de sus partidos independentistas que todo lo
que han hecho y están haciendo no iba a tener consecuencias, que les iba a
salir gratis. A veces les imagino en una burbuja a muchos metros del suelo,
desde la que, al resto de los mortales, nos ven chiquititos y torpes. En
cierto modo no les culpo, porque no siempre la respuesta que se ha dado a sus
aspiraciones ha sido la más adecuada. Ha habido demasiados "a por
ellos", demasiados boicots y demasiado desprecio cerril y ciego como para
no sentirse ofendidos, pero, de ahí a pasarse por el arco del triunfo la
legislación propia y ajena, desde la Constitución a su Estatuto, cambiando las
leyes sobre la marcha, como, entre niños, el dueño de la pelota cambia las
reglas del partido a su conveniencia.
La verdad es que los nacionalistas catalanes, porque ni
Pujol ni Mas fueron nunca independentistas, a lo largo de los años se habían
permitido negociar con ventaja frente a los distintos inquilinos de la Moncloa,
socialistas o populares, tirando del extremo de la cuerda hasta que Rajoy,
embarcado en una cruzada contra Zapatero desató el populismo más burdo,
lanzando su campaña contra Cataluña , en la calle pidiendo firmas contra el
Estatut, aprobado, refrendado y firmado por el rey Juan Carlos, que, finalmente
fue "cepillado" por el Tribunal Constitucional.
A partir de ahí, pese a que en el Congreso los votos de los
nacionalistas se sumaron a los del PP en sus proyectos más derechistas, la
brecha abierta entre PP y CiU hizo imposible cualquier acuerdo de legislatura y
unos y otros, Rajoy y Mas con los suyos, se echaron al monte populista con el
peor de los descaros. Todo, mientras los catalanes, convenientemente
aleccionados por los medios cada vez menos objetivos, comenzaron a sentirse maltratados
y a culpar de las consecuencias de la crisis y los anticipados recortes que,
por iniciativa de Mas, se adelantaron con especial dureza en Cataluña.
En ese clima, el president, acosado también por la
corrupción de su partido y la de su mentor, Jordi Pujol, emprendió una huida
hacia adelante, envuelto, ahora sí, en la bandera de la independencia, en la
que trampeando las fechas de las elecciones y cambiando de siglas, como quien
cambia de camisa, haciendo de la independencia y del procés, hasta entonces un
mito, en el único objeto, en la coartada perfecta para calmar a la calle,
soliviantada por sus duras medidas anticrisis.
Me duele decirlo, porque tengo familia y amigos en Cataluña,
pero hace tiempo que no les reconozco. Se han vuelto tan ciegamente sectarios
como los energúmenos del "a por ellos", comparten sin rubor y sin
pararse a pensar, los "fakes" más inverosímiles, sin fecha,
descontextualizados y manipulados, engordando la espiral de confusión y odio
que confunde y ciega, incluso, a la gente, que la hay aquí y allá, de buena
voluntad.
Quizá por eso no son capaces de ver lo evidente: que detrás
de cada paso dado, desde la ocupación sectaria de los órganos del Parlament de
Cataluña, con Forcadell y con Torrent, la elaboración, sin luz y sin taquígrafos,
de leyes sometidas a votación sin tiempo para ser estudiadas por la oposición,
el abuso de una mayoría de escaños, propiciada por una ley demasiado
imperfecta, contra una mayoría de la población, la aprobación por mayoría
simple de la declaración de independencia, cuando para modificar el Estatut,
que revocaba, eran necesarios dos tercios de la cámara, la convocatoria de un
referéndum ilegal, sin censo y sin garantías, los oídos sordos hechos a las
advertencias de los letrados del parlament y a los solemnes y reiterados avisos
del Tribunal Constitucional, que, por escrito, advirtió de los delitos y las
penas en que incurrirían quienes ignorasen sus resoluciones...
En fin, toda una cadena de trampas y delitos, para los que
se hicieron necesarias la ambigua tibieza de "los comunes", el
empuje, en el parlament y en la calle, de la CUP y la perfecta y cara
maquinaria de ANC y Omnium, siempre lista para llenar las plazas y avenidas de
manifestaciones y concentraciones perfectamente coreografiadas con pancartas y
consignas lujosamente serigrafiadas.
Una serie de hechos escandalosos, perfectamente compensados
por la torpeza del gobierno de Rajoy, especialmente su ministro Zoido y su
represión desmedida, y por la dureza mostrada por los jueces, enviando a los
dirigentes del procés a prisión, aunque ajustándose a la ley y con pruebas,
haciendo que los villanos se volviesen víctimas Todo un "toma y daca"
de unos y otros que ja conducido a que desde hace cinco años el gobierno de
Cataluña no se ocupe de los catalanes.
Y en medio de todo, las "excursiones patrióticas"
de Puigdemont y los suyos, que, creyéndose más listos que nadie y asesorados
por quien no se corta a la hora de decir que nadie puede perseguir a su
president, llevan meses jugando al "a la manga riega, que aquí no
llega" hasta que, Puigdemont fue detenido el domingo en territorio alemán,
comprobando quizá en sus carnes, tan hechas ya a Bélgica, qué leyes y a qué
gobierno respeta la Unión Europea que un día dijo tener de su parte.
Una sarta de mentiras tramposas que en absoluto buscan
soluciones y una continua y absurda petición de soluciones, sobre todo, de
diálogo, absurda porque ningún escenario mejor para ese diálogo que reclaman
que el Parlament de Catalunya, abierto desde hace tres meses en esta legislatura,
pero para uso exclusivo de su presidente de parte, Roger Torren, y sus teje
manejes.
1 comentario:
Estaban convencidos de que no les iba a pasar nada ...
Saludos
Mark de Zabaleta
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