Ayer, extraño día de frío y viento en Madrid, lo que muchos
madrileños sentimos fue bochorno, el bochorno de comprobar que nuestra sanidad,
nuestra educación, nuestros mayores, están en manos de un personajes como
Cristina Cifuentes o el bochorno de que el prestigio de la universidad, tan en
duda últimamente, se deterioró ayer un poco más, tras la penosa actuación del
"trío de la Rey Juan Carlos".
Nos habíamos desayunado con una impecable información del digital eldiario.es, según la cual, dos de las calificaciones que permitieron a la presidenta de la Comunidad de Madrid obtener un máster en derecho autonómico habían sido manipuladas por una funcionaria. La manipulación, evidente, no fue negada, incluso había sido admitida por la persona que entró en el expediente para cambiar las notas de "no presentado" a notable, pero, más allá de ese reconocimiento, no hubo más que silencio, horas y horas de un estruendoso silencio sólo roto por versiones y justificaciones balbuceantes, aceptables para el niño que ha roto un cristal con su balón, pero intolerables en un rector y dos catedráticos o en todo un gabinete presidencial.
Nos habíamos desayunado con una impecable información del digital eldiario.es, según la cual, dos de las calificaciones que permitieron a la presidenta de la Comunidad de Madrid obtener un máster en derecho autonómico habían sido manipuladas por una funcionaria. La manipulación, evidente, no fue negada, incluso había sido admitida por la persona que entró en el expediente para cambiar las notas de "no presentado" a notable, pero, más allá de ese reconocimiento, no hubo más que silencio, horas y horas de un estruendoso silencio sólo roto por versiones y justificaciones balbuceantes, aceptables para el niño que ha roto un cristal con su balón, pero intolerables en un rector y dos catedráticos o en todo un gabinete presidencial.
Nada sería más fácil que presentar las actas, el trabajo que dice
haber presentado a la universidad o las oportunas certificaciones de los
pagos de las matrículas abonados a la universidad. Nada sería más fácil para
quien presume una y otra vez de ser hija de un militar, general de Intendencia
para más señas, que tener ordenados sus papeles personales tan bien como
ordenado debe tener su bien surtido ropero. Nada sería más fácil y, sin
embargo, el trabajo de fin de máster que en la universidad nadie recuerda, no
aparece, quizá porque, en la época en que debería haberlo redactado y
presentado ante la universidad, Cifuentes estaba al frente de los antidisturbios
encargados de reprimir las protestas en contra los recortes impuestos por su
partido.
Por si fuera poco, la comparecencia del rector y los dos
catedráticos responsables de las materias en duda fue de lo más penoso que
recuerdo. Los tres llevaban escrita en la cara la poca consistencia de lo que
estaban diciendo, al tiempo que los gestos y los tropiezos en su discurso
desmentían, como sólo puede hacerlo el lenguaje no verbal, sus aseveraciones.
Un esfuerzo inútil, el de Cifuentes y los profesores, si previamente no
coordinan, visto el resultado no lo hicieron, sus versiones.
El espectáculo fue lamentable. Malo, muy malo, para la
universidad que, ayer, en lugar de un lugar pulcro y respetable pareció más
bien el obrador de una pizzería en día de partido. Quién puede fiarse ahora de
una universidad cuyo rector plagia, que contrata a la gente por sus apellidos y
sus afinidades políticas, que más parece una fábrica de puertas giratorias que
un lugar de respeto y que, tartamudea a la hora de dar el paradero de un
trabajo del que dependería el futuro académico de una presidenta de Comunidad
que, pronto, puede quedar en paro.
No sabéis cómo me alegro de que mi hija haya pasado ya por
la universidad y que la suya no fuese esa casa de "tócame Roque" que
parece ser la Rey Juan Carlos, creada a imagen y semejanza del Partido Popular
de "los buenos tiempos", llena de cargos del PP y viceversa, todo a
cuenta de los impuestos de los madrileños.
El de ayer fue, como digo, un día de bochorno y que deje de
serlo depende de los partidos de la oposición en la Asamblea de Madrid. Para
ello, deben exigir todas las aclaraciones, explicaciones y responsabilidades
que haya menester. Sólo así, con serenidad y rigor, podremos recuperar, yo al
menos, la confianza perdida en ambas instituciones, la Rey Juan Carlos y la
Comunidad de Madrid.
Cristina Cifuentes tardó más de catorce horas en aparecer y,
cuando lo hizo, fue en terreno amigo, con control de daños asumido. No fue
capaz de hacerlo en rueda de prensa, ni siquiera en un pasillo, para someterse
a los "canutazos". Tampoco apareció su trabajo y dudo que lo haga,
quizá porque una y otro no pueden presentarse en público, porque son eso:
impresentables. El trabajo porque no parece haber existido nunca y la presidenta porque no tiene vergüenza.
3 comentarios:
Gran artículo ...
Exactamente así.
Es inconcebible!
Luego dicen de la India...
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