lunes, 19 de marzo de 2018

LA BRUJA SIGUE SUELTA


Cuando, tras el funeral por su hijo, Patricia, la admirable madre de Gabriel Cruz, nos hablaba de "la bruja" y nos pedía que la sacáramos de nuestras cabezas, qué poco imaginaba el poco caso que le iban a hacer, especialmente algunos de quienes la acompañaban en la catedral, porque apenas iban a tardar horas en sacarla a pasear para, en contra de la función de reinserción que la Constitución otorga a las penas de prisión, mantener su abominable prisión permanente revisable.
Es incuestionable que, si en algo el PP es el primero, amén de corruptelas y recortes sociales es en el la utilización partidistas de las víctimas y su dolor y, por ello, no iba a dejar escapar la oportunidad de sacar partido a las lógicas movilizaciones y las lágrimas vertidas por el triste final pobre Gabriel, regando con ellas su "cruzada" populista en pro de una pena tan injusta como inútil que en nada acrecienta la seguridad de los ciudadanos, especialmente de los niños, pero sí actúa como activador de los más bajos instintos, tan necesarios para sus intereses, ahora que las encuestas le están dando la espalda.
Si el estado se ha dotado de leyes y de un complejo, aunque no siempre eficaz, aparato judicial es para evitar, por un lado, la ley del talión, los linchamientos y la imposición de la ley del más fuerte. Nadie debería actuar en caliente y por venganza contra los autores de un crimen por execrable que sea y, por eso y para eso se legisla con mayor o menor acierto para aplicar a los culpables castigos proporcionales y, sobre todo, que dejen al reo la oportunidad de redimirse.
Eso que debería estar claro para todos y que todos nuestros representantes políticos deberían estar obligados a explicar a los ciudadanos no siempre, no parece nada claro para muchos de ellos ni para los opinadores de la nada, siempre dispuestos a incendiar la calle, pidiendo venganza, a cambio de unos cuantos cientos de euros la sesión, creando un estado de opinión más cercano a los escenarios de las novelas del oeste que a un país europeo con cuarenta años de democracia a sus espaldas.
Gran parte de la culpa de esto que nos ocurre la tiene el PP que, ya en los tiempos más terribles de ETA, aprendió de la utilidad de las víctimas y sus familiares como ariete para empujar a sus rivales políticos a territorios en los que no querían entrar, convirtiendo a esas víctimas en ciudadanos con más voz y, si hubiesen podido, con más voto para influir en determinadas decisiones.
Ahora, sin otra intención que cabalgar sobre el populismo más irracional y vengativo, el PP vuelve a azuzar a las víctimas y a quienes creen serlo contra la racionalidad y, por qué no decirlo, contra esa constitución que dicen defender. Nada ganamos con el mantenimiento de esa pena cruel y medieval que está camino de ser abolida. Nada ganan ellos tampoco, salvo hipnotizar con el debate a quienes apenas les creen ya.
La condena a perpetuidad, que otra cosa no es esa cínica prisión permanente revisable, es tan inútil para disuadir al criminal como lo es la pena de muerte. Las cifras son incontestables y es absurdo que se trate de mantener en un país que pudo acabar con el terrorismo etarra sin ella y en el que se siguen cometiendo y se cometerán crímenes horrendos con ella. La bruja, la verdadera bruja, la que lleva a la venganza ciega, sigue, por desgracia, Patricia, dentro de las cabezas de toda esa gente que se deja arrastrar en el torbellino de las informaciones morbosas y los intereses más miserables. La bruja de la venganza irracional y los intereses más oscurs corre por la calle y son algunos políticos quienes la llevan de la mano.

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