viernes, 2 de marzo de 2018

BIENVENIDOS A LA REALIDAD


No tenía buena cara ayer Puigdemont, no. Llevaba escrito en la mirada que, finalmente, los suyos le han sacrificado. Ha sido un mes después de haberse sincerado en Twitter con el imprudente, quién sabe si avieso, Toni Comín y, desde entonces, ha braceado como un náufrago que ve alejarse la playa para no quedarse solo en medio del mar de Bruselas. Ha braceado, pero sin éxito, porque, al final la realidad manda y todo eso del "Espacio libre de Bruselas" y el "Consejo de la República Catalana" de los que se hablaba ayer se ha esfumado ante la deriva surrealista y grotesca que estaba tomando la situación.
De todos modos, Puigdemont, como esos mecánicos de barrio que te arreglan el coche lo justo para que puedas salir de fin de semana, pero que te dejan un "ruidito" que te obligue a volver el lunes, ha dejado en su renuncia dos de esos "ruiditos": uno el de que su renuncia es provisional y otro el de la designación de su sustituto, un sustituto con sorpresa de kinder, que podría, bien no poder participar en el debate de investidura, lo que depende del juez de la causa, o bien que, finalmente, sea condenado a pena de inhabilitación por el Supremo, lo que llevaría en el mejor de los casos a que Cataluña tenga un president entre rejas o a que ese presidente fuera cesado por un tribunal. 
A veces, viendo este serial, un cómic quizás, uno tiene la sensación de que los independentistas en su loca huida hacia adelante se han cargado de problemas, de trampas, que les impiden volver a situarse a la tan necesaria realidad. Uno de esos problemas es el propio Puigdemont, un personaje ambicioso, soberbio y correoso, incapaz de la grandeza de la renuncia, aunque en ella esté el futuro bienestar de su pueblo, ese pueblo en nombre del que dice hablar.
El último capítulo, más bien el continuará, de ese serial ha sido ese adjetivo, provisional, con el que ayer, como de pasada, adornó sin demasiado éxito, hoy, en una entrevista, ha tenido que insistir en subrayar esa provisionalidad, casi amenazando con volver a ganar unas hipotéticas nuevas elecciones que dice, no le creo, no desear.
En todo este "lío", hay un personaje, casi en la sombra, abandonado a su suerte, que no es otro que Artur Mas, quien fuera moneda de cambio para el apoyo de la CUP con que Junts pel Si completó la mayoría en la pasada legislatura, la del precipicio independentista. Pues bien, esos independentistas, en especial Puigdemont y su distanciamiento de la realidad, han encontrado en Mas una voz crítica, capaz de admitir que se exageró, que se mintió a los votantes respecto a la viabilidad de lo que se había puesto en marcha, un Artur Mas, al que supongo hoy arrepentido de haber dado paso a su sucesor, sobre todo ahora que se ve despojado de todo, de su futuro en la política catalana, con todo su patrimonio embargado y quién sabe si con una pena de cárcel en el horizonte.
Es triste que el ex president Mas sólo haya sido capaz de verbalizar en público todo lo que confesaba en privado a sus allegados, es triste que haya tenido que verse como se ve para admitir que la fuga de empresas era más que posible si se iba por ese camino, para admitir que se exageraban las virtudes de la independencia y se escondían las penalidades que conllevaba. De todos modos, bienvenida sea esa sinceridad forzada, ojalá Puigdemont y sus acólitos hiciesen otro tanto. Quizá de ese modo quienes les siguen "a pies juntillas" volviesen poco a poco a esa realidad de la que parecen haber escapado. serían bienvenidos.

No hay comentarios: