lunes, 4 de enero de 2016

EL RIDÍCULO ES DE MAS


Al final y, aunque a punto estuvo de naufragar, la democracia ha triunfado en Cataluña. Y no es, como dirán algunos, un triunfo del radicalismo, ni una victoria de las fuerzas sensatas sobre las alocadas bases de las CUP, a las que han sabido combatir con su firmeza en la defensa de la candidatura del equilibrista president en funciones de la Generalitat.
A punto han estado de conseguirlo, porque estoy seguro de que todo lo que Junts p'el sí ha cedido a las claras para conseguir los votos de los diputados de tan alocada candidatura se queda en nada ante las ofertas y los halagos que, sin duda y en secreto, habrán recibido algunos de sus dirigentes, a cambio de permitir que el más nefasto e inoperante de los presidentes que ha tenido Cataluña en la reciente democracia siguiese en su puesto como si nada hubiera pasado.
Lo cierto es que las CUP, un contradiós en el que se mezclan nacionalismo e izquierda radical y asamblearia, se ha dejado muchos pelos en la gatera, demasiados, porque las diferencias entre sus líderes han quedado en evidencia que difícilmente la coalición, o lo que sea, podrá mantenerse como hasta ahora. No hay más que reparar en el paso atrás dado por Antonio Baños a la hora de anunciar que todo el tiempo empleado en tratar de torcer el programa con que las CUP se presentaron a las elecciones no ha servido para nada.
Al final ha podido más la necesidad de ajustar cuentas con quien, envuelto en una bandera que nunca había sido la suya, trataba y trata de salvar el pellejo y el cargo, después de cuatro años de recortes, apenas ningún avance social y tres convocatorias electorales. Al final el castillo de naipes orquestado por el president y sus socios ha saltado por los aires en cuanto ha tenido que enfrentarse a unas bases, las de las CUP, dispuestas a practicar la democracia y a exigir a sus dirigentes que la respeten.
Artur Mas ha encontrado la horma de su zapato, se ha enredado en una maquinaria tan compleja, la de las CUP, compleja y parsimoniosa, como la suya, para acabar estrellándose frente a una realidad, la del rechazo a su persona por parte de quienes nunca han tenido ni han querido tener nada que ver con él. 
Admito que estoy entre los que llegaron a creer que modificar la voluntad de las CUP era posible. Y es que la presión fue mucha, como fue mucha la miel puesta en los labios de quienes llegaron a creer que una república catalana era posible ya. Admito que era difícil creer en la honestidad de la mayoría, cuando la tentación vive arriba, enredando en la voluntad de los dirigentes. Lo admito y reconozco con alivio que, en esta sociedad en la que partidos y coaliciones tienen su flanco más débil en sus cúpulas endiosadas y corruptibles, comprobar la tenacidad de algunos, insobornables ante halagos y transacciones, que han sido capaces de echarse a la espalda la frustración de quienes querían la independencia para ya y el rechazo de todos esos burgueses que durante tantos años han parasitado el poder en Cataluña, para defender una condición irrenunciable, que a punto estivo de dejar de serlo.
Pero la estructura de la CUP ha resultado tan premiosa como resistente a la hora de respetar y hacer respetar sus principios y, ahora, el que ha quedado en evidencia, el que ha hecho el ridículo, es Mas, que se ve solo y al final de su carrera, con la única esperanza de que, en unas nuevas elecciones, los catalanes le den el apoyo que le negaron en septiembre.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Simplemente patético...